Política

Entre olores y demandas, maestros continúan en plantón


 
 
Miriam de Regil
 
 
A una semana de que los integrantes de la CNTE tomaran el Zócalo, el plantón se extiende más allá  de la plancha y ocupa ya los pasillos de los portales e incluso el acceso principal de las oficinas del GDF, de la Asamblea Legislativa, así como de la misma Catedral.
 
 
Caminar por allí no es sencillo. De entrada, hay que sortear los numerosos obstáculos, entre los que se encuentran plásticos, casas de campaña, anafres, cubetas, tendederos de ropa y pancartas con consignas de repudio a la reforma educativa, entre otros. Pero además, hay que soportar el olor, mezcla de sudor, mugre y comida que invade la atmósfera.
 
 
Y es que los profesores han tenido que improvisar sus propios "comedores", donde cocinan al aire libre con anafres y carbón y, en algunos casos, con pequeños tanques de gas. Y aunque los alimentos que traían consigo --latas de atún, frijol, huevo y tlayudas-- están ya escaseando, han comenzado a sustituirlos con refresco y comida chatarra.
 
 
Los mentores, quienes acceden a conversar con este diario, señalan que de hecho sólo están haciendo una comida al día.
 
 
--¿A dónde acuden al baño?, se les pregunta.
 
 
--Una opción son las letrinas que se ubican junto a Catedral, pero siempre están llenas y sucias. Huelen muy mal. Por eso, tenemos que ir a estacionamientos o negocios cercanos, pero ahí nos cobran de cinco a diez pesos.
 
 
Entre las casas de campaña también proliferan las cubetas con agua ya sucia que los mentores han usado para asearse, lavar sus trastes de cocina y aun la poca ropa que traen.  Para bañarse recurren a los pequeños hoteles que están en las calles aledañas, en los que deben pagar una cuota de 50 o 60 pesos para poder usar una regadera. Por ello, dicen, el baño diario no está ya entre sus planes, lo que contribuye a incrementar los malos olores que se respiran en el Zócalo. 
 
Arriban más
 
Precisar su número no es fácil. Ellos aseguran ser más de 30 mil, pero, las autoridades del DF hablan de entre 18 y 20 mil. Hay maestros de Oaxaca, en su mayoría, pero también de Guerrero, Puebla, Veracruz. Y ayer arribaron grupos de Chiapas y Tabasco.
 
 
Empero, no todos los que se encuentran en la plancha del Zócalo son profesores. En el recorrido realizado por este diario, también encontramos familias, algunas con niños y bebes incluidos que duermen entre cartones y cobijas sucias.
 
 
Los maestros niegan que sus casas de campaña, la mayoría de la marca Coleman, hayan sido un regalo de la dirigencia sindical, y aseguran que ellos las compraron con sus propios recursos. "Nos costaron entre 180 y 300 pesos", dicen.
 
 
Otros más, no obstante, sólo se cubren de las inclemencias del tiempo con plásticos y cartones. "No nos importa, pues estamos acostumbrados a vivir en la pobreza", indican Guadalupe y Mónica, maestras de educación indígena de la región mixteca. "Si llueve nos levantamos y pedimos a los compañeros una escoba para quitar los charcos".
 
 
Con Mónica viajó a la ciudad de México su pequeña de 11 años, quien duerme en el piso sobre un cartón. Ella tiene también que padecer del frío y el hambre, pues el dinero que su madre traía se acabó y están en espera de las provisiones de sus compañeros que llegaran por estos días.
 
 
"No nos importan las incomodidades. Estaremos aquí hasta que las autoridades nos hagan caso y dejen de hacerse las sordas, dice Armando, maestro de secundaria de Guerrero, quien asegura que llegó a la ciudad de México con sólo con mil 500 pesos en sus bolsillos. "Ya no tengo dinero, pero seguiré en esta lucha", exclama molesto.
 
 
Pero los maestros no son los únicos que se encuentran enojados. Decenas de transeúntes que por cuestiones laborales tienen que cruzar por el Zócalo también lo están, así como los dueños y trabajadores de  los comercios aledaños, quienes se encuentran desesperados por la situación. Incluso un gran número ha decidido cerrar ante las bajas ventas.
 
 
"En esta tienda había tres trabajadores, pero tuve que mandar a descansar a dos y entrarle yo al quite porque no puedo pagar sus sueldos; simplemente no hay entradas", afirmó Andrés, encargado de un Súper Siete, ubicado en Madero.
 
 
En los portales del Zócalo, donde se encuentra la zona de joyerías sólo cuatro —de alrededor de 12— permanecen abiertas, no obstante, las empleadas tienen miedo de que vayan a ocurrir saqueos o agresiones por parte de los integrantes de la CNTE.
 
 
—Sin embargo, pese al miedo siguen abiertos.
 
 
—Es porque tenemos pedidos por surtir y entregar. De  otra forma ya hubiéramos cerrado.
 
 
Además de las joyerías, los restaurantes con terraza que también están en los portales tienen sus cortinas abajo, pues la clientela ha desaparecido.
 
 
"Las ventas se han desplomado", asegura Francisco Haro, quien atiende un pequeño restaurante en la zona alta de los portales. "Nos hemos medio mantenido con la venta de café, pero ya nadie quiere venir a desayunar", dice.
 
 
Pero el plantón no tiene para cuando levantarse, pues los profesores advierten que aunque se tenía planeado estar sólo hasta el primero de septiembre, han decidido  estar aquí hasta el final, y llegar hasta las últimas consecuencias. "Las únicas que marcan los tiempos son las autoridades", dice Marcos, profesor chiapaneco.
 
 
 
 
 
 

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