Política

"Allá, sólo dejé pura mortandad... la nada", dice sobreviviente de Atoyac


 
 
 
Sandra Marina
 
 

ACAPULCO, Gro.- Sobrevivió al desbordamiento de La Pintada, pero no al de su corazón, al dolor de haber perdido a su padre y familiares el pasado 16 de septiembre.
 
 
Tras el alud que sepultó varias viviendas en la población de la sierra de Atoyac, en Guerrero, Margarito, de 16 años de edad, refiere: "Allá sólo dejé pura mortandad... la nada".
 
 
Durante su relato, el joven de 16 años de edad, rompe en llanto y su vecino José Antonio de 18 años trata brindarle consuelo con voz entrecortada: "¡Qué podemos hacer! Yo perdí mi casa y a toda mi familia (a sus dos padres y dos hermanos). Ya nada podemos hacer".
 
 
Sus ojos se nublan. Su tristeza no le permite seguir. José Antonio Gómez se aleja del Centro de Convenciones de Acapulco, sitio sofocado por el intenso calor y miles de tragedias que aún no hallan la manera de encontrar desahogo, consuelo.

 
Durante tres días y tres noches anteriores al fatal suceso, la lluvia no cesó en la serranía de Atoyac. El río empezó a subir y ante el temor de que desbordara, vecinos de la parte baja encontraron refugio en casa de vecinos y familiares que se encontraban en zonas más altas.
 
 
El lunes, cuando la lluvia cedió, el padre de Margarito bajó al centro de la comunidad para hablar por teléfono, sin embargo ya no regresó. Fue alrededor de las 3 de la tarde cuando se escuchó una gran explosión: una parte de La Pintada había quedado debajo de rocas, tierra y árboles.
 
 
"Oímos un fuerte estruendo, como el de un carro grande arrastrando muchos árboles. Bajé para ver si podía encontrar a mi padre pero no pude caminar en el lodo que llegaba a las rodillas... estaba empantanado.
 
 
"Todos gritábamos como locos, no sabíamos qué hacer. Algunas personas con radio dieron aviso a las autoridades, pero no tuvimos respuesta, yo creo que no nos creyeron".
 
 
El joven relata que en busca de ayuda, un grupo de cinco personas se organizó para cruzar la sierra, hacia El Paraíso: "Llegó gente y ayudó, pero también saqueó algunas casas. Los que se vieron más unidos fueron los de El Edén.
 
 
"Logramos rescatar ocho cuerpos. De manera rústica y rápida hicimos unos ataúdes, los velamos, y aunque tuvimos muchos problemas para llegar al camposanto, pudimos darles sepultura.
 
 
"Estos días han sido difíciles, pues cuando salimos en busca de auxilio a El Paraíso nos perdimos en la serranía. La noche nos cayó encima. No tuvimos de otra más que abrazarnos y esperar a que amaneciera.
 
 
"Los cinco nos tapamos con una pequeña lona que llevábamos para cubrirnos del agua. Encendimos unas veladoras. Tratamos de prender una fogata pero la leña estaba mojada... pasamos frío y hambre".
 
 
Margarito narra que al siguiente día de la tragedia vieron volar un helicóptero sobre La Pintada, "hicimos señas con la manos, con espejos, pero se fue. Pensamos que no nos habían visto pues estaba muy nublado".
 
 
Gran sorpresa se llevaron cuando al día siguiente vieron aterrizar la aeronave en los parajes de Doña Obdulia: "No lo creíamos. En el primer helicóptero se llevaron a los heridos y niños. Me costó trabajo despegarme de mi hermana (de 7 años) porque pensé que ya no volvería a verla.
 
 
"También se llevaron a mis tres pequeños primos que rescaté de sus casas porque sus papás no estaban y en los siguientes vuelos logré subir a mi mamá y abuela".
 
 
Margarito no logra contener el llanto y recuerda: "El 16 de septiembre mi papá me dijo que íbamos a empezar a limpiar los terrenos para la siembra... Ahora, por las costumbres de mi pueblo, soy el jefe de la familia. Debo ver por mi hermana, por mi madre...
 
 
Suspira y se da ánimo: "Ahora que tenemos menos, hay que trabajar más para salir adelante. A ver cómo le hacemos".
 
 
Margarito Hernández Urioso está a un año de terminar la preparatoria y dice que su sueño es ser un soldado de la Marina. Por el momento, sólo espera encontrarse con su familia en Chilapa y avisar el fallecimiento de su padre a los tíos que se encuentran en Estados Unidos.
 
 
La Pintada, siempre verde y dedicada a la siembra de café, maíz, jitomate y frijol, no es la única comunidad de la sierra de Atoyac que vive la tragedia que dejó el fenómeno originado por la tormenta tropical "Manuel" y el huracán "Ingrid" en Guerrero.
 
 
Si bien en El Paraíso no se han reportado pérdidas humanas, pobladores comentan que urge acercar la ayuda: "Se encuentra totalmente incomunicada, sin transporte, sin agua, sin alimentos, sin luz".
 

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