Opinión

Zabludovsky

Mario Sánchez M.

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A la muerte del maestro se escribirán infinitas anécdotas y variadas referencias sobre su peregrinar por este azaroso mundo. Del contacto personal que tuve con don Jacobo sobresale la cortesía y amabilidad con la que trataba a propios y extraños. Desde el más encumbrado personaje hasta el más humilde, siempre los prodigaba con su don de gente.

Desde una oficina de prensa, el tratar con don Jacobo, contrario a lo que pudieran opinar algunos, obligaba a ser muy precisos para que se desarrollara la relación institucional. La información tenía que fluir de manera muy profesional.

Yo lo consideraba como una leyenda en vida. Y cuando tenía la oportunidad de saludarlo o atenderlo en algún evento, resultaba siempre un enorme placer, ya que al contestar sus preguntas directas daba la oportunidad de escucharlo y abrevar de su sapiencia.

En alguna ocasión. Hace apenas como un año, don Jacobo acudió a Palacio Nacional a entrevistarse con el presidente Enrique Peña Nieto.
El escenario era imponente y la oportunidad inmejorable.

Don Jacobo, fiel a su costumbre, llegó antes de la hora pactada, revisó personalmente el tiro de las cámaras, las luces, y en general, la escenografía, mientras ocurría ello, platicaba sobre sus anteriores visitas a Palacio Nacional.

Sus encuentros con casi todos los Presidentes de la República en ese emblemático lugar, dieron pie a escuchar sus antiguas andanzas por los pasillos del majestuoso espacio. Un privilegio ser testigo presencial de este invaluable episodio.

Son pocos los periodistas que, más cegados por sus intereses personales que por hechos concretos, le escatimen elogios a don Jacobo. Sus detractores lo acusaron principalmente de servirle al sistema, cuando la realidad fue que el sistema político, social y económico se fortaleció con la visión del maestro.

Obviamente su modestia no le permitía reconocer esa realidad que se dio particularmente en la década de los setenta y ochenta.

Fue otra peculiaridad de su grandeza. Mientras más famoso era, más sencillo se tornaba. Al salir de Televisa muchos le auguraban un retiro honroso. Empero continuó con su programa De Una a Tres, que era una delicia escucharlo cotidianamente. Murió trabajando como reportero, como siempre fue su sueño.

Descanse en paz.

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