Opinión

Y retembló en sus centros la tierra…

 

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México se ha cimbrado en las últimas semanas. ¿Será una ironía? Se movió la tierra y se movió todo… Dice el Himno Nacional …y retiemble en sus centros la tierra al sonoro rugir del cañón, y ahora fue cierto, pues aún podría rugir el cañón. Los sismos de septiembre pasado, como en 1985, hacen, o hicieron, surgir casos y cosas inesperadas, desde luego la tragedia y frente a ella la solidaridad nacional e internacional, y aunque nuestra Constitución sólo se refiere, en el artículo 3o, a fomentar la segunda de ellas, a nivel nacional resurgió con vehemencia por millennials y la sociedad en general. Esperemos que la solidaridad económica sea del mismo nivel.

En estos sismos no se cayó El Ángel de la Independencia como en 1957 pero, y es pregunta, ¿estaríamos o estamos en riesgo de que se caigan otras instituciones? No sé de predicciones, pero es imposible no advertir la coincidencia de estragos: muerte, destrucción de viviendas y escuelas, pérdida de empleos, a lo que se agregan complicaciones políticas como la escandalosa remoción del titular de FEPADE y las investigaciones sobre presuntos delitos de exgobernadores y líderes supuestamente vinculados con actos de corrupción.

Todo ello coincide con la necedad de bloquearnos con muros y desacuerdos comerciales por parte de una incómoda política del vecino norteño y las múltiples deportaciones de paisanos con efectos económicos y familiares devastadores, al fin, desastres naturales y calamidades provocadas por humanos.

A la par de tantos daños y necesidades, surgen las inquietudes por repararlos y satisfacerlas. Una urgencia es transparentar el uso de recursos públicos y privados en la reconstrucción material post sísmica, que igual corresponde implementar en el ámbito económico, incluidos los temas laborales, también prioritarios.

Por ejemplo, el aumento al salario mínimo que es inaplazable, la formalización del mercado laboral con seguridad social que peligraría si la tasa de desempleo llegara a crecer; el fomento a la inversión privada y la generación de empleos en que los estímulos fiscales puedan representar una importante oportunidad. Valdría la pena obtener información sobre las edades de la PEA damnificada, así como su condición física y laboral, toda vez que las personas con discapacidad y de la tercera edad podrían ser dobles víctimas ante la dificultad de recuperar o encontrar ocupación remunerada dentro de la economía formal.

Quienes dentro de estos grupos poblacionales hayan perdido su vivienda y/o su empleo o patrimonio, conllevan enorme fragilidad en sus derechos humanos y corren el riesgo de convertirse en una carga social. ¿Cómo resarcir sus daños o cómo protegerlos? La respuesta principal, a mi juicio la mejor, es la del ofrecimiento de trabajo a quienes tengan capacidad para incorporarse o reincorporarse a la vida productiva.

Se propuso una reforma —que lamentablemente no procedió— al artículo 16 inciso A fracción X de la Ley de Ingresos para 2018, para que en los estímulos fiscales a contribuyentes que empleen personas con discapacidad motriz, auditiva, de lenguaje, mental e invidentes se agregara a personas de 60 años o más.

La importancia del tema no es menor si consideramos que, de acuerdo con el Inegi, 4,933,058 personas: 68.3 % hombres 3.4% mujeres, forman parte de la PEA y aún a los 80 años uno de cada cuatro varones sigue trabajando.

A esto agreguemos que la pirámide poblacional marca una tendencia al envejecimiento poblacional. Conviene analizar las cuentas de las AFORES que, de acuerdo con Consar, registran 3,071,809 de cuentas de personas mayores de 60 años; 73.4% hombres y 26.6% mujeres.

Según datos de Fondea, en México a partir de la encuesta intercensal se identificó que en 2015 había 119.5 millones de personas; 10.4% correspondía a las mayores de 60 años (12.4 millones). Para 2050, con la estimación de 21.5%, habrá un aumento en términos absolutos y porcentuales, fenómeno que define el proceso de envejecimiento en el país.

Vale mucho la pena ofrecer a los mayores de 60 años, los medios para llevar una vida con dignidad, ojalá sin desastres naturales, políticos o simplemente humanos.

*La autora es comisionada del INAI.

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