Opinión

¿Y ahora qué sigue en educación?


David Calderón
 
 
Es claro que la promulgación de nuevas reglas es un paso indispensable, pero claramente inicial para una plena reforma educativa. En el caso de este verano candente y otoño lluvioso, el saldo es complejo: se busca desterrar prácticas como la herencia de plazas y su asignación automática, abrir un espacio específico para las quejas y sugerencias de los padres, reforzar la gratuidad de la escuela pública, regular la función de los asesores técnico-pedagógicos, un tipo de nombramiento que hoy incluye a extraordinarios maestros, algunos de los más brillantes y creativos del país, pero también es usada –esa asignación laboral- como "refugio de pecadores", para mandar a la banca a oponentes indeseables, para esconder amigos y clientes o para sacar de las aulas a maestros inestables emocionalmente, con acusaciones de abuso o de longeva edad pero que aún no se quieren jubilar.
 
 
En diversos artículos se trata de dar certeza legal de que se acabará con las comisiones no educativas –sindicales, a cargos de representación popular- con goce de sueldo que diezman los fondos educativos; que se garantizará a los maestros el acceso a una formación continua que resulte relevante y gratuita; definir que los próximos directores y supervisores llegarán a esas promociones a través de un concurso público y transparente… en fin, establecer una evaluación de políticas públicas, desempeño docente y logro de aprendizaje que reconozca al mismo tiempo la universal garantía de los niños y jóvenes para aprender, en todo el territorio nacional, sin descuentos, cortapisas ni castas, y al mismo tiempo el reconocimiento de la diversidad cultural y de contexto socioeconómico.
 
 
Toda esta enorme lista de propósitos, y muchos más que no menciono para no acabarle de saturar, son buenos y justos. Pero las formulaciones jurídicas concretas que se integran en las tres piezas (Ley del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, Ley del Servicio Profesional Docente, y modificaciones a la Ley General de Educación) unas son claras, otras amplias y relativamente vagas, y otras claramente insuficientes para su propósito. No son y no pueden ser una "reforma educativa", reforma que ocurrirá en plenitud hasta que los jóvenes, niñas y niños de verdad aprendan, todas y todas sin exclusión, cada día en la escuela, en escuelas verdaderas –no en jacales habilitados-, con maestros idóneos y en un clima sereno, de empatía y respeto, estimulante y no rutinario. Los países y regiones que hicieron verdaderas reformas educativas, cambios no cosméticos y de verdadera trascendencia, aún no han acabado de hacerlas: Finlandia, Sinagapur, Nueva Zelanda, Shanghai, Ontario, Minas Gerais no se duermen en sus laureles ni se reducen a cambiar normativa, sistemas de certificación o planes de estudio. Pero se empieza por leyes y por decisiones de Estado, porque en ellas discutimos si queremos opacidad o transparencia, certeza o discrecionalidad, control y "paz política" –un sistema de selva, pero que se puede seguir administrando echándole un bocado más de concesiones y presupuesto a los voraces- o dar marcha adelante, sobrellevando cierto nivel de incerteza y de reajuste complicado.
 
 
El siguiente episodio tendrá dos focos: uno, el trabajo que todos debemos observar, valorar y apoyar, a cargo del INEE, para que los lineamientos de los nuevos procesos expresen las esperanzas y justas demandas de los diversos involucrados; dos, la reconfiguración o disolución de la presencia pública de los maestros. Seguro que hay algo mejor que el dilema de entregarse al control hoy meloso, de cuello blanco y desvíos millonarios, del lado del SNTE, o bien sucumbir a una dirigencia entrópica, broncuda y balbuceante, que pasa como propuestas regionales de "consulta a la base" el refrito de los editorialistas de la Ciudad de México que se sueñan sus caudillos, del lado de la Coordinadora. Seguro que hay otra forma de expresar en colectivo a los maestros.
 
Twitter: @DavidResortera
 
www.mexicanosprimero.org
 
Director general de Mexicanos Primero.
 
 
 
 

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