Opinión

Vergüenzas públicas


 
 
Fernando Curiel
 
Dos (entre otras muchas).
 
¿Qué piensa usted, lector (a), de los 'comerciales' que nos asestan los Tres Poderes y los Partidos Políticos?
 

Y, ¿qué opinión le merecen unas elecciones (¡oh, nuestros representantes!) sin sufragistas? (pero con inminente reelección).
 
La indignación se coló a los ámbitos académicos. Pulularon las defensas al indefenso consumidor, seducido o manipulado. Detengámonos en la primera desvergüenza.
Época hubo (finales de los cincuenta, si no me equivoco) en que la avasallante industria de la publicidad recibió su contraveneno.
 

Así se habló de la 'seducción de los inocentes'.
 
Seducción subliminal o descarada.
 
Auditorios de la radio (ya establecida) y de la televisión (en sus comienzos), sometidos a la exaltación de cigarrillos, artefactos domésticos, jabones, detergentes, automóviles, tiendas departamentales, bancos, receptores de ondas hertzianas y demás parafernalia.
 
¿Se requerían en verdad tales productos? ¿Todos ellos?
 
No. No en la medida de su merolico discurso; primero dirigido a las amas de casa (categoría sociológica entonces descriptiva, hoy a la baja); después al resto de la tribu: mayores, jóvenes, chilpayates, sirvientas.
 

¿Entonces de qué se trataba tanto ruido?
 
De imponer falsas necesidades, simple y llanamente. Preciso: falsas necesidades de consumo.
 

¡Y qué tropel de editorialistas, comunicólogos con o sin título, sociólogos, predicadores del apocalipsis capitalista, saltaron a la palestra!
 

¡Qué tiempos! Críticas frías, documentadas, o exabruptos sin pies ni cabeza. Y a la 'seducción de los inocentes', sucedió una denuncia más grave: la 'manipulación de las conciencias'.
 

El 'punto' (que dijera una popular comentarista) escaló de dimensión.
 

Ya no bastaba denunciar la apología de mercaderías, las más de ellas inútiles; el lamento alcanzó a los cómics, a la fotonovela, al 'reclamo' impreso, a la novela radial o televisionuda.
 
No todos tuvieron el desparpajo de un Daniel Cosío Villegas, de reconocer, públicamente, su adicción a Simplemente María.
 
Ni de reconocer los valores formales de Rutas de Pasión, Los Supersabios o Chanoc (yo sí).
 
Ni de practicar el contraataque de un Ríus: Los Agachados, Los Supermachos.
 

¡Pero cómo se gastó tinta, saliva!
 

La indignación se coló a los ámbitos académicos. Pulularon las defensas al indefenso consumidor, seducido o manipulado.
Pues bien: ¿qué fue de aquella corriente de opinión?
 
Se extinguió.
 

¿O dónde se clava el diente hoy que Secretarías, Partidos, Programas, Institutos Disque Autónomos dan de qué hablar en una competencia publicitaria, infame en el contenido y perezosa en la forma?
 

Ahí tiene usted el 'comercial' de SEDESOL (ya caí en la trampa de las siglas) acerca del 'hambre'. ¿Qué tiene que ver el 'libreto' (elemental, al chilazo, ramplón) con la precariedad, carencia, inanidad, desesperanza de millones y millones de compatriotas?
 

¡Nada!
 
¡Si al menos hubieran puesto a Lula de locutor!
 
Dos ejemplos más de esta desvergüenza.
 

¿A qué genio 'creativo' se le ocurrió eso de que el Gobierno de la República va a poner en Movimiento a la Nación o eso de que Todo México está en la Cámara de Diputados y la Cámara de Diputados está en todo México?
 

¿Y los Partidos, en insaciable campaña permanente?
 

La neta: ¿quién rayos planifica, quién diseña, quién produce esta basura costosísima que, apenas se sintoniza la radio o la televisión, ofende nuestra inteligencia? ¿O es intencional y calculada la estulta complacencia de los clientes?
 
Y, por si fuera poco, además hubo elecciones, inclusive las de un 'gober'.
 

Desastre.
 
 
Que se vayan a ocupar miles de puestos públicos, con su cauda de sueldos, sobresueldos, prebendas, celulares, 'laptos', autómoviles e influyentismo (cauda que empieza por la propia familia), pese a la ausencia de votos, impone una pregunta obvia.
 

¿A la traída y llevada Delincuencia Organizada, por lo general reducida al Narco, habrá que añadir una subespecie: la de la Clase Política? (los brasileños, por cierto, ya lo reconocieron así).
 
Misma impunidad: narcos y políticos.
 
Díganlo si no los porcentajes de participación ciudadana: en algunos casos, poco más de la mitad, en otros apenas la mitad de la mitad.
 
¿Y la esperanza democratizadora prohijada por el 68 (Movimiento Estudiantil) y el 2000 (Supuesta Alternancia)?
 

Vaya usted a saber.
 
 
*Investigador universitario.

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