Peras y Manzanas

La extraña virtud de competir

 

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Hay miles de datos económicos que vemos con frecuencia. Pero dentro de este conjunto, hay algunos que, al contrastarlos con lo que pasa en otros países, reflejan claramente las condiciones en las que funciona nuestra economía y el ritmo al que nos movemos. Entre 1997 y 2017 han entrado al grupo de las 100 empresas más grandes de Estados Unidos, 30 nuevas. En México, el número equivalente es sólo 14. No sólo han cambiado las empresas en Estados Unidos, también han cambiado los sectores. Se han ido moviendo, con el paso de los años, de sectores más tradicionales —automotor, petrolero, comercio— a industrias más innovadoras y de tecnología. En México, los sectores en los que están las empresas más grandes son prácticamente los mismos hoy que hace 20 años. Las cinco marcas más valiosas de Estados Unidos —Google, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook— están enfocadas en nuevas tecnologías, en innovación, en ver hacia delante. Las marcas correspondientes en México —Telcel, Cemex, Bimbo, Corona y Oxxo— siguen enfocándose en mercados tradicionales.

México se mueve poco y se mueve lento. Hay crecimiento, pero mediocre y desde luego insuficiente para mejorar notablemente la calidad de vida de todos los mexicanos. La productividad, en el mejor de los casos, se ha mantenido estancada. Pero usando otros métodos, la productividad ha disminuido. De acuerdo a información del Inegi, la productividad medida con el método KLEMS ha experimentado una caída anual promedio de alrededor de 0.3 por ciento entre 1991 y 2015. Son años en los que ha crecido sustancialmente la cobertura educativa. Con más educación y más tecnología se esperaría ver otro resultado. Pero la información nos muestra que nos hemos hecho menos productivos con el tiempo.

Mejorar la productividad no suele ser una promesa de campaña, mucho menos un compromiso. No queremos darnos cuenta de que nos estamos quedando atrás. Las decisiones que no tomamos a su debido tiempo están segmentando a la población en las oportunidades que reciben de origen y por ende en las opciones que tendrán al incorporarse al mercado laboral.

Se puede lograr aumentar la productividad con varias medidas, pero ninguna será suficiente por sí misma. La Cofece publicó recientemente un documento en el que hace recomendaciones de competencia económica como plataforma para el crecimiento. El documento tiene la virtud de partir de recomendaciones generales, para acabar en sugerencias específicas que podrían cambiar la forma en la que opera la economía de México.

Me imagino que un tema recurrente en las campañas políticas próximas será la corrupción. Algunos tomarán el combate a la misma como bandera, escuchando las voces que reflejan el hartazgo de la población; y otros nos jurarán que en su administración no habrá ningún corrupto ni un peso al margen de la ley. Nos lo jurarán en un discurso y quizás en un tuit, pero estaría mejor que en lugar de promesas se vieran compromisos reales para afrontarla.

La Cofece les da una idea al respecto. La OCDE afirma que más de la mitad de los casos de corrupción se da con la finalidad de conseguir un contrato público, evitando competir para obtenerlo.

En México existe todo tipo de prácticas para otorgar y obtener licitaciones públicas, acarreando enormes costos directos e indirectos para la economía. Son prácticas usuales la competencia simulada
—participan varias empresas de los mismos dueños— y los esquemas de subcontratación. La Cofece sugiere que el Ejecutivo federal emita un decreto en el que ésta y otras instituciones relacionadas ejecuten una revisión pública de las bases, convocatorias e invitaciones cuando se trate de obras o adquisiciones de gran impacto. En el decreto se podría también ordenar que en todos los concursos se obligue a los licitantes a revelar las ventajas de subcontratar y revelar la información anticipadamente. La competencia podría contribuir a disminuir la peste de la corrupción.

No nos gusta competir. Competir requiere preparación y esfuerzo. En el ámbito económico los resultados se suelen ver en mayor variedad, más calidad y mejores precios en los bienes y servicios. Hay muchas prácticas colusivas en el país, no existe la competencia que nos gustaría creer que existe. Cada vez que surge un disruptor de un modelo de negocio, se levantan todos aquellos cuyo poder de mercado ha crecido por prácticas anticompetitivas.

Si no aprendemos a competir, nos quedaremos atrapados en un México que crece poco y en el que los beneficios se quedan atrapados en los que ya los tienen. Nos quedaremos atrapados en un país que no se atreve a gatear, mientras sus vecinos ya corren.

* La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?

Twitter: @ValeriaMoy

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