Peras y Manzanas

Cambio e incertidumbre

Los cambios conllevan incertidumbre. Si se busca un cambio, hay que saber qué es lo que se quiere cambiar y hacia dónde nos va a llevar.

Cualquier encuesta electoral a la que nos asomemos hoy muestra que los mexicanos queremos un cambio. Un cambio de régimen, dicen unos; un cambio de sistema, dicen otros. El deseo de cambio refleja, desde mi óptica, un hartazgo que las élites políticas y económicas no han sabido leer. Hartazgo frente al abuso, frente a la corrupción, frente a la desigualdad de origen. Comparto el hartazgo y entiendo el deseo de cambio, pero me parece que tendríamos que tener más claro específicamente qué queremos cambiar.

Cambiar el modelo económico podría ser una opción. Pero eso vendría acompañado de dos preguntas: 1) ¿cuál es el modelo económico que tenemos hoy? y 2) ¿cuál queremos? Me parece que no tenemos respuesta para ninguna de las dos.

Oigo en las propuestas de los candidatos a presidente ideas aisladas y aspiracionales, pero sin un plan coherente ni una visión de país de largo plazo que permita marcar un camino. He oído a un candidato hablar de convertir a México en una potencia mundial, pero ningún plan claro para lograrlo. Leo la propuesta del ingreso básico universal que, al momento de detallarse, dista de ser universal y es poco realista en el estadio económico que tiene el país actualmente. Quizás en un futuro cuando la producción esté basada en capital sea una idea viable, pero hoy no lo es.

Leo planes para la autosuficiencia alimentaria, con la idea de proteger al campo, cuando lo que se logrará es exactamente lo contrario, empobrecerlo y hacerlo menos productivo.

Las principales preocupaciones de la población son seguridad, corrupción y economía.

La violencia y la inseguridad que se vive en el país alcanza niveles difíciles de describir en un artículo. La última encuesta de seguridad pública del Inegi revela que 76.8 por ciento de la población mayor de 18 años se siente insegura en la ciudad en la que vive. En la zona oriente de la Ciudad de México —que abarca las delegaciones Iztapalapa, Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco (la primera gobernada por el PRD, las otras por Morena)— ese porcentaje sube a 96.7 por ciento.

Las cifras de delitos se actualizan día con día y el país está cada vez peor. La crudeza de los delitos nos dice mucho del país que hemos construido. Escucho en los candidatos —sobre todo en el primer debate que versó sobre el tema— algunas propuestas: más policía, más capacitación, miles de cámaras de seguridad. Me imagino que tendrán cierta lógica, pero no veo, en ninguno, un plan que muestre que entienden el problema con toda su complejidad y que saben cómo abordarlo.

En el tema de la corrupción pasa lo mismo. Todos dicen que combatirán la corrupción —uno lo logrará únicamente a través del ejemplo— pero cuando ésta está enraizada en cada trámite desde los pequeños como permisos o multas, hasta los más grandes, como licitaciones o contratos, no tengo claro que sólo el deseo sea suficiente. Para atacar la corrupción se requiere sin duda voluntad, pero también infraestructura para denunciar, investigar y sancionar, y hacerlo además de forma oportuna y en la magnitud adecuada. La sanción tiene que ser tal que desaliente el delito y no lo haga rentable. Se requiere simplificar la estructura burocrática, transparentar la información y disminuir radicalmente el uso de efectivo.

El tema económico no es menos complejo. Está en boca de todos la intención de lograr un país que crezca más, que lo haga de forma más incluyente, pero no veo un solo programa coherente que presente una visión de país con vistas al futuro. En economía las variables están relacionadas; no se puede pensar en afectar una sin tener claro los efectos que esa tendría en muchas otras. Lo que plantean es una serie de ideas aisladas, sin hilos conductores, que no sólo no resolverían los problemas que intentan solucionar, sino que generarían más.

El tema económico de la semana —electoral claro está— ha sido la autosuficiencia alimentaria propuesta por Andrés Manuel López Obrador. Sus asesores dicen que en realidad no es eso lo que busca y suavizan la propuesta cada uno de forma distinta, pero AMLO ha dicho en diversos foros que será un objetivo de su administración. Entiendo el éxito del discurso. Cuando la envuelves en la bandera nacional y te escudas en la soberanía suena hasta loable buscar la autosuficiencia alimentaria. Pero es una idea absurda. Los países no producen todo lo que consumen, ni consumen sólo lo que producen. Hacerlo sería desaprovechar las ventajas comparativas que tenemos, implicaría dejar de producir lo que somos buenos produciendo para sustituirlo con aquello que otros producen mejor pero que nosotros consumimos. Implicaría volvernos menos productivos y menos eficientes, de forma voluntaria. Sin duda sería un cambio, pero no es un cambio deseable.

Los cambios conllevan incertidumbre. Si se busca un cambio, hay que saber qué es lo que se quiere cambiar y hacia dónde nos va a llevar.

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