Todos Estamos Locos

Sobre ser hombre

Los hombres también tienen miedo de ser demasiado suaves y no tan fuertes para mujeres que quieren ser dominadas y protegidas aunque explícitamente defiendan la igualdad, escribe Vale Villa.

Uno de los ámbitos en los que más se generaliza es en el de la masculinidad. El discurso sobre lo mucho que este mundo necesita hombres sensibles, capaces de ser padres y parejas cariñosas y empáticas, se enfrenta con la realidad del machismo internalizado de hombres y mujeres que desde el preconsciente creen que es imposible. Hombres liberales defienden su heterosexualidad como si fuera una cualidad. Mujeres posmodernas manifiestan con vergüenza que no soportan ver llorar a un hombre porque se les derrumba la imagen de invulnerabilidad que inconscientemente buscan. La masculinidad es una identidad persecutoria basada en estereotipos que describen a un hombre de verdad como competitivo, poco emotivo, fuerte, capaz de hacerse cargo de situaciones críticas.

Esa identidad dominante angustia a los hombres que se reconocen como sentimentales y que para confesarlo se describen como "la mujer de la relación", como un poco "gays emocionales" y variaciones que los vinculan con lo femenino. Las opciones emocionales son poquísimas: sólo pueden estar enojados, siempre compitiendo, siempre quieren sexo y odian las comedias románticas. Tampoco hay muchas alternativas sobre cómo debe lucir un hombre exitoso: tiene dinero, un buen auto, viste bien, es autónomo financieramente y trabaja muchísimo. Quizá los hombres se cuestionan menos qué quieren en la vida porque las protagonistas de los cambios culturales más dramáticos son las mujeres; quizá en el fondo seguimos diciéndoles que no tienen opciones y que la fragilidad que sienten a veces no será bien recibida por nadie.

Los hombres sentimentales, llorones, con ingresos inestables, buenos compañeros, pero poco interesados en ser un soporte financiero para los demás, parecen valer menos. Cuando un hombre enfrenta una crisis económica y laboral se vuelve nadie para la sociedad de consumo y para el discurso dominante sobre masculinidad. Son muchos más los hombres que las mujeres que se suicidan frente al desempleo o frente a una catástrofe financiera. Siguen muriéndose de infarto o de cáncer no diagnosticado a tiempo porque van menos al doctor.

Aunque se supone que hay cientos de mujeres que consideran fantástica a una pareja que cuide a los niños, que pase la aspiradora y que pueda cocinar, la verdad es que lo único que se sigue esperando es que tengan trabajo y que ganen dinero, o de lo contrario se convierten en perdedores (un adjetivo con el que se califica a los hombres y no a las mujeres). Que la mujer gane más dinero que su marido es algo que pocas parejas enfrentan con flexibilidad. Los roles de género se han construido con conceptos rígidos sobre qué es ser hombre y qué es ser mujer.

Los hombres también tienen miedo de ser demasiado suaves y no tan fuertes para mujeres que quieren ser dominadas y protegidas aunque explícitamente defiendan la igualdad. Cuando planteamos la idea sobre una sociedad igualitaria tendríamos que enfrentarnos a nuestro machismo internalizado y comenzar a desmontarlo desde adentro.

Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa. Conferencista en temas de salud mental.

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