Todos Estamos Locos

Sobre las expectativas (primera parte)

Las expectativas son resentimientos premeditados, intencionales, deliberados, calculados a sangre fría y hasta conscientes.

Se dice que las expectativas son resentimientos premeditados, intencionales, deliberados, calculados a sangre fría y hasta conscientes. Esto sería absolutamente cierto si no fuera porque además del plano consciente, existe un nivel inconsciente de la mente y entonces también de las expectativas. En ese plano hay contenidos inaccesibles que se manifiestan como sentimientos misteriosos, fobias inexplicables, erotización de ciertas circunstancias u objetos, vacíos de afecto, anhelo o miedo del contacto físico, deseos de que la pareja sea el padre o la madre idealizado o como un hijo siempre necesitado de supervisión y consejo.

Esperar que algo suceda no hará que suceda. Parece lógica básica pero para muchas personas no lo es. El psicólogo del desarrollo infantil, Jean Piaget, observó que los niños pequeños no pueden distinguir el contenido de su mente de la realidad objetiva del mundo exterior, por eso presentan un rasgo llamado pensamiento mágico, que los hace creer que sus pensamientos pueden desencadenar eventos. Creen que si lo desean con fuerza pueden hacer que llueva o si están enojados con su madre y ésta sufre una caída, creen ser culpables. En teoría este tipo de pensamiento desaparece a los siete años para dar paso a la etapa de las operaciones concretas. En muchos adultos el pensamiento mágico no desaparece y es parte de su forma de entender el mundo. Rezar es una forma del pensamiento mágico; sectas disfrazadas de talleres de desarrollo humano aprovechan la vulnerabilidad de las personas para convencerlas de que "si lo creen, lo crean". Gente inteligente cree en el poder del pensamiento y las visualizaciones positivas, en las energías, en el tarot y en la magia en general.

Es humano cifrar nuestro bienestar en el cumplimiento de las expectativas. Ensayamos en la mente escenarios de futuro en el que somos felices al alcanzar nuestras metas y anhelos: tener un hijo, el trabajo ideal, el salario soñado, la pareja cortada a la medida de nuestras necesidades, la vida como la queremos. Poco pensamos que el bienestar puede existir a pesar de que no ocurra lo que esperamos y que consiste mucho más en aprender a disfrutar de lo que hay. Quizá las expectativas podrían ser más modestas, quizá habría que entender que solo las que dependen de nosotros son razonables: si al despertar, tomar un café nos hace felices, sabemos que no se preparará solo y que tendremos que hacerlo. También sabemos que los días son mejores después de nadar y de desayunar algo saludable, así que podemos organizar la agenda para no perder la clase de natación y elegir comida sana.

Las expectativas se vuelven problemáticas cuando esperamos que algo ocurra sin razón, en especial cuando se trata de las otras personas. Parece que en serio creemos que solo por esperar que los demás se comporten como queremos, lo harán. Quizá para mí el amor es que alguien me haga café por las mañanas pero no tendría por qué pensar que no me ama si no me hace café en un acto de adivinación del pensamiento. Tengo que contarle que me gustaría que me haga café, en español y en voz alta. Si no somos capaces de expresar nuestros deseos y esperamos que los demás los adivinen y que además los cumplan, viviremos indignados y resentidos. Las expectativas son resentimientos premeditados.

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