Econokafka

Infeliz 2018

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No será un feliz año el que está por iniciar. Hay demasiados elementos para alimentar el pesimismo o sustentar un duro realismo. No será la temida 'crisis de fin de sexenio', pero factores internos y externos se han alineado para que sea un año lleno de serios problemas.

En el ámbito interno destacará el bajo crecimiento económico. No recesión, pero el PIB probablemente aumentará en un nivel alrededor de 2.0 por ciento o incluso inferior. Esto es, un incremento marginal en términos de producto per cápita. El presidente Peña podrá presumir (sin duda lo hará) que en su gobierno no hubo un solo año de recesión, pero el promedio será impresionantemente bajo. A diferencia de lo ocurrido en todas las administraciones desde la encabezada por Miguel de la Madrid, no habrá un solo año de crecimiento respetable. El periodo peñista destacará por reformas transformacionales en 2013-2014, que quizá detonen un importante crecimiento, pero eso será, si acaso, en los años posteriores a 2018 (asumiendo que el futuro gobierno no las revierta).

Porque además la inflación está elevada, en niveles no lejanos de 7.0 por ciento. La reciente depreciación del peso alimentará más ese impulso a los precios. Banco de México quizá se verá obligado a subir las tasas de interés incluso fuera de calendario. Lo indudable es que apretar la política monetaria reducirá todavía más el dinamismo del PIB. El crecimiento bajo se conjuntará con una inflación no vista desde 2001.

El peso está considerablemente subvaluado bajo cualquier medida objetiva. Considerando el deterioro en los precios del petróleo, la paridad debería estar en alrededor de 17 pesos por dólar, no 20. Pero está el factor Trump, porque el presidente estadounidense puede firmar en cualquier momento, antecedido de un tuit denigrando a México, la salida de su país del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Esa posibilidad es la que golpea al peso. Ya nadie habla de 'modernizar' el TLCAN, ese eufemismo que varios funcionarios mexicanos manejaron en su momento. Simplemente se trata de cerrar las negociaciones sin consecuencias nefastas para México. No será sencillo.

Aparte están las elecciones.

El 2018 será un concurso de demagogia, como en su momento fue (en pequeña escala) el Estado de México. El México potencia de Meade, la renta básica universal de Anaya, o las numerosas locuras que ofrece López Obrador son sólo un preámbulo de lo que viene en los próximos meses.

Por ello, el próximo gobierno llegará débil y lastrado. Débil porque tendrá un voto popular minoritario, aparte de un Congreso fragmentado y una sociedad dividida, con las diferentes fracciones en profundo encono contra el resto. Muchos mexicanos no votarán con entusiasmo por el que consideran mejor, sino con resignación por el menos peor, o ejerciendo voto útil por bloquear a cierto candidato. A todo ello hay que agregar el lastre de las numerosas promesas, con un costo brutal, hechas al calor de lo que será una campaña plena de demagogia, populismo y rencor.

Infeliz 2018.

Twitter: @econokafka

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