Samuel Aguilar Solis

Proteger la economía

 

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México atraviesa por un periodo difícil de credibilidad en las instituciones y en su clase política; no es el único país en el mundo donde esto acontece, pero este es el nuestro y es por ello que debe de ser nuestra preocupación.

En efecto, en las democracias occidentales se viven desde hace algunos años problemas de inestabilidad política de falta de credibilidad y desconfianza en sus dirigentes y hasta en el mismo sistema político de la democracia después de la grave crisis de 2008, que ha originado millones de desocupados, quiebra de empresas y desalojos en las viviendas de familias sin recursos para el pago de las hipotecas, producto de una mala gestión económica, de ausencia de controles gubernamentales y de la gran especulación financiera que hizo posible un modelo económico ya agotado.

Reconocer esto es lo primero que debe de hacerse para reencauzar la gestión gubernamental de políticas públicas que hagan retomar el camino del crecimiento económico y la estabilidad cambiaria entre otros.

Ir por los empleos que la gente perdió y además buscar incorporar productivamente a los jóvenes que están llegando al mercado laboral debe de ser la prioridad, como forma también de poner un dique al grave, vergonzoso y peligroso crecimiento de la pobreza y la desigualdad.

Ahora en las últimas semanas comenzamos a resentir la falta de un mercado interno sólido frente a una economía globalizada, por ejemplo, con la caída del precio del petróleo y de cara a una lenta recuperación de nuestro principal socio comercial, pero sí resintiendo los efectos de la aún crisis en la Unión Europea y de políticas monetarias de la Reserva Federal de Estados Unidos que están teniendo como resultado un super dólar y en la práctica una devaluación del peso.

Mejor será que en nuestro país ante este panorama se revisen medidas de carácter fiscal, que busquen apoyar a las empresas y a las familias para que impulsen la inversión y eleven el consumo, respectivamente. Y de esta manera, coadyuvar al crecimiento del mercado interno, que atenúe la situación que comienza a palparse en la economía con sus implicaciones de corrosión de las instituciones y la clase política, aderezadas por la corrupción que día a día es ejemplificada en varias latitudes del país indistintamente del color partidario.

Opciones nos pedirán y aquí adelanto algunas posibles en el corto plazo: revisar la política fiscal como opción para fortalecer el consumo de empresas y familias más que de recaudación gubernamental; gasto público enfocado a la dinamización de la inversión privada para generar empleos y el combate a la pobreza y a la desigualdad social; reducción del gasto público corriente, así como sus eficiencia en todas sus áreas; Estado de derecho como elemento sustancial para la promoción de la inversión nacional y extranjera y del turismo; y agilización en la instrumentación de las reformas. Todo ello en un marco de ética gubernamental de transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción, entre otras.

Redireccionar las políticas no quiere decir claudicar de las reformas sino reconocer lo cambiante que son las circunstancias en una economía globalizada y la necesidad de ubicarse con rapidez en ella. Lo único que nos debe de preocupar es cómo proteger la economía nacional, la planta productiva y el empleo de los mexicanos y con ello contrarrestar la desconfianza y la incredulidad en las instituciones.

Twitter: @SamuelAguilarS

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