Samuel Aguilar Solis

Migración y xenofobia

 

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¿Qué es la soberanía nacional en los tiempos de la globalización? ¿Es la identidad tan sólo una motivación política? ¿Qué es el nacionalismo frente a la globalización y frente a la democracia? ¿Cómo hacer referencia a un concepto nación como único referente de identidad frente a un ciudadano mundial que desconoce fronteras cibernéticas?

¿Los derechos humanos son asuntos de fronteras, de raza, de PIB per cápita, de religión, de clase?

¿Cómo hablar de muros, de fronteras, de división, de Brexit frente a redes, mercados, comunicaciones, finanzas y capitales que no conoce fronteras?

¿Qué hacer frente a una migración que parece ser el referente del siglo XXI no sólo frente a guerras y grandes catástrofes, sino a problemas relacionados con medio ambiente, con cultura, con persecución y sobre todo, con una brecha económica que vuelve al fenómeno migratorio como la única esperanza de ascenso y movilidad social, como una vía para evitar el hambre y la desesperanza y también como una vía para hacer frente a problemas de decrecimiento demográfico en términos de pensiones y de futuro?

La consolidación de la democracia en algunos países, o la calidad de la misma en otros o el declive de la democracia en la mayoría e incluso la regresión de la misma, ha venido sucediendo como resultado multifactorial en donde la variable de la crisis del Estado de bienestar ha traído sin duda un resurgimiento del nacionalismo en diversas partes del mundo, en un mundo en el que la desigualdad al interior y sobre todo entre países se ensancha. En un mundo en donde los factores transnacionales como la seguridad, el medio ambiente, el hambre, la desigualdad y la economía entre otros demandan con mayor necesidad soluciones compartidas y sobre todo corresponsabilidad.

La globalización genera migración y vuelve a la gobernanza global un tema al que la extrema derecha ha convertido en xenofobia como mercancía electoral impidiendo el empoderamiento de una ciudadanía global cada vez más incluyente, pero bajo amenaza.

La Organización Internacional de las Migraciones define a un migrante como cualquier persona que se desplaza o se ha desplazado a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia como acto de libertad independientemente de su situación jurídica, el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento, las causas del desplazamiento o la duración de su estancia.

Clasifica a migrantes calificados, quien recibe trato preferencial en cuanto a su admisión; migrantes documentados, quien ingresa de manera legal al país receptor; migrante económico quien busca mejorar su ingreso (puede entrar legal o ilegalmente), migrante irregular y trabajador de temporada.

Independientemente de su clasificación, la desigualdad de ingreso y la transición demográfica de las economías de destino así como la inestabilidad económica, política y social son una constante de este fenómeno global que resulta una salida a cruzar brechas más que físicas.

Aceptar que las migraciones son legítimas en el marco de una economía abierta se vuelve un asunto sólo de tratados entre países sin condicionantes que obliguen a migrar, ejemplo de la Comunidad Económica Europea.

De acuerdo a la Organización Internacional de las Migraciones hay más de 250 millones de personas que viven fuera de su país de origen, y de estos y cerca del 65% de éstos están en países desarrollados.

Es necesario pensar en este fenómeno que resulta inevitable, analizarlo en un contexto democrático, humanitario y también de su contracara, la xenofobia definida como odio, repugnancia y hostilidad hacia los extranjeros no debe ni puede convertirse en una bandera política en una economía global con ciclos más cortos que llevan a nacionalismos que olvidan el camino andado en términos de conquistas de derechos UNIVERSALES de derechos humanos.

Twitter:@SamuelAguilarS

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