Salvador Nava Gomar

Promiscuidad

'Napito' y la maestra Elba Esther Gordillo son algunos ejemplos de la promiscuidad y confusión que impera en la política.

Uno de los amigos más inteligentes que tengo me decía hace poco que el estado de cosas que atravesamos le parecía sencillamente promiscuo.

Todos se confunden con los otros, las partes se mezclan, las ideologías se rinden al pragmatismo, los roles se difuminan, las fronteras entre los distintos papeles de la cosa pública ceden a la falta de pudor, y con naturalidad vemos interacciones que por el diseño institucional de nuestras dinámicas no deberían suceder.

La promiscuidad es la mezcla o confusión desordenada de cosas diversas y no sólo la más conocida de sus acepciones, que consiste en la conducta de la persona que cambia con frecuencia de pareja sexual.

Las cosas están confusas, sin orden, y los actores públicos no buscan placer, sino poder. Por ejemplo, si usted es uno de esos raros votantes congruentes con la ficción del sistema representativo y vota de acuerdo con su ideología, pues parece que el partido de su simpatía no le podrá ofrecer ese ideario.

La derecha se fusionó con la izquierda. O con más precisión: la derecha moderada (PAN) formó un frente con la izquierda moderada del PRD y Movimiento Ciudadano. Moderados los tres porque palidecen en sus postulados frente a Encuentro Social y Morena, extremos de diestra y siniestra en nuestra geometría política.

El PRI, partido 'revolucionario' –con la connotación de la rancia retórica mexicana– lleva a dos tecnócratas decentes y eficientes a sus principales cargos (José Antonio Meade a la presidencia y Mikel Arriola a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México), y con el respaldo de sus comprobadas biografías, ofrecen perseguir la corrupción.

También la autoridad confunde. En lugar de tener a un árbitro prudente y mesurado, vemos a consejeros ciudadanos convertidos en activistas furibundos persiguiendo a candidatos independientes, y según dicen los afectados, el INE levantó falsos importantes, pero de eso ya resolverá el Tribunal Electoral.

Se dicen defensores de la legalidad a ultranza, pero esta semana el Tribunal les ha dado un palo que pasó desapercibido por el inicio de las campañas, que evidencia otro estado de cosas preocupante: el diario El Universal dio a conocer, a través de un reportaje, los movimientos financieros cuestionados de Ricardo Anaya. Anaya usó los tiempos de radio y televisión de su partido para responder al periódico con decenas de miles de spots. El Universal denunció el tema en el INE y el instituto consideró que se trató de un ejercicio de libertad de expresión; el Tribunal corrigió la plana estableciendo que un partido no puede hacer uso de tiempos oficiales para denostar a un medio de comunicación, y que por tanto hubo un indebido uso de esos tiempos por parte de Anaya y su partido. El tema que subyace es por qué el INE, siempre puritano, dejó que López Obrador y el propio Anaya se adelantaran por años usando los tiempos de su partido para promover su imagen a antojo, y se rasgan las vestiduras por otras conductas que, dicen, pueden hacer inequitativa la contienda; pero no así los millones de spots que tuvieron por años en las narices.

Si usted no comulga con los matrimonios de personas del mismo sexo o el uso lúdico de la mariguana, vote por el PRI en la Ciudad de México; si le gusta la ideología cristiana de extrema derecha, vote por Morena; si quiere conservar las reformas estructurales, vote por el PRD; si quiere a Miguel Ángel Mancera como representante, vote por el PAN; si quiere a una jefa de Gobierno popis (con casa en Las Lomas y depa en Miami), vote por el PRD; si le gusta el PAN, vote por la independiente; pero si le gusta alguien progresista de izquierda, vote por El Jaguar, otro independiente que tiene pendiente el registro. Ahora que si quiere a alguien contestatario e irreverente con el statu quo, vote por El Bronco, el otro independiente al que el INE también acusa con desproporción. Si quiere que el ejercicio de los derechos quede sujeto a consulta, vote por AMLO.

La sociedad civil también se mezcla en esta maraña de confusiones. Lo hace participando abiertamente con partidos, cuando no convirtiéndose en sensores de lo que debe hacerse, pero siempre dejándose acariciar con la promesa de una postulación.

Creo que la peor de las promiscuidades es la moral. Todos tienen muertos en el clóset: Napito y la Maestra con AMLO; los propios negocios de Anaya y su equipo de moches; y la sola alineación de los priistas de cepa. A la moralidad de los ofertantes se acumula la confusión de ofertas y promesas. Todas podrían hacerlas los demás y no tendríamos más elementos diferenciadores. Lo más triste es el llamado voto 'duro', en el que movilizadores venden sus servicios de manejo de masas y cuales ciegos y sordos salen a votar por aquel a quien apoyan sin cuestionar.

Las encuestas también se mezclan y confunden, así que no se fíe del todo y vote por quien más le convenza.

COLUMNAS ANTERIORES

Ni aquí ni allá
El señorío de la tristeza

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.