Salvador Garcia Linan

Elecciones limpias

Salvador García afirma que los mexicanos no creen en el proceso electoral, habla de los intereses políticos y empresariales y otros problemas en las elecciones mexicanas.

Una elección es una acción que se realiza a base de votos para designar a un candidato, rodeada de seguridad, libertad y legalidad.

La frustración pública en México, por tráfico de influencias para la denominación a un cargo público, ha ido creciendo desde hace varios sexenios. No ha habido ningún presidente, desde 1940, con la intención de hacer reformas para llevar a cabo correctamente las elecciones presidenciales.

El costo de una elección, como la de ahora en México, es de miles de millones de pesos. Nunca sabremos el total, pero la participación de votantes, muchas veces instigada por miedo o amenazas, es baja y con un creciente desdén político. No hay confianza en su limpieza. El mexicano no confía en su legalidad.

Una solución no existe porque no se han preocupado por encontrar soluciones para enfrentar la ilegalidad sexenal. Sabemos que los buenos candidatos no tienen la oportunidad de ganar por falta de recursos y por los intereses especiales del partido en el poder, interés que comparte el gobierno con los grupos privilegiados.

Los mexicanos somos conscientes de la exorbitante cantidad de dinero que se usa para comprar voluntades. ¿Qué es lo que nos disgusta del sistema político? La excesiva cantidad de recursos que se dilapidan, cuando el 59 por ciento de la población vive en la pobreza.

¿Por qué son elegidos candidatos para la Presidencia, si se sabe que tienen antecedentes sucios, no claros y comprobables, pero no castigados? Los votantes exigimos antecedentes personales limpios. Tres de los candidatos no cumplen con esa cualidad. No están usando en sus campañas "dinero ni recursos limpios", reciben donaciones de algunos empresarios que utilizan fondos privados para obtener después "compensaciones" equivalentes, cuando el candidato triunfe. Sin olvidarnos de los "regalos" que obsequian a la gente pobre por su voto.

Sabemos, para fortificar nuestra indignación, que el INE es un misterioso ente fluctuante en todo el proceso electoral que sigue intereses que no comparte con los votantes.

Un enfoque encomiable sería alejar a los donantes ricos de los candidatos por sus "intereses muy especiales", no los dignos intereses del país.

No se confía en el manejo correcto de las urnas y los votos en las casillas, pero principalmente en las instalaciones electorales. Ahí los partidos débiles no pueden hacer mucho.

Asimismo, ya es demasiado tarde para exigir debates políticos de alto perfil, con moderadores no improvisados.

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