La Feria

¿Qué procurador tuvimos en Murillo Karam?

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Demasiadas cosas no cuadran con respecto a lo sucedido el viernes pasado en Jalisco. Pero no sólo hay graves interrogantes sobre los hechos mismos de ese día, sino sobre cómo fue posible que llegáramos a lo que se vivió en esa jornada si desde hace muchos meses había, en diversas partes, alertas sobre el poderío del Cártel Jalisco Nueva Generación.

La primera gran duda es si de verdad existe la coordinación que tanto ha cacareado el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. El escepticismo no surge sólo por la magnitud del desafío lanzado por el cártel, sino por versiones que corren en Jalisco que señalan que al menos en cuatro ocasiones el gobierno de aquel estado alertó de manera directa, y con expedientes específicos, al procurador Jesús Murillo Karam, sobre el creciente poderío del grupo criminal.

A lo más que llegó Murillo Karam, apuntan fuentes estatales, fue a cambiar a tres delegados de la PGR, pero nunca depuró la delegación, nunca utilizó la información que se le entregó con respecto a las células y los movimientos del cártel para armar una operación o una estrategia y, por lo visto, nunca le abrió una investigación formal a ese grupo criminal.

Las cosas, siempre de acuerdo con las fuentes de Jalisco, desde un principio fueron complicadas con el procurador Murillo. Apuntan que al inicio del gobierno de Aristóteles Sandoval, alertados de que había un intento de extorsión por parte de agentes de la PGR, un elemento de la fiscalía estatal se infiltró en una operación donde se pagaría 600 mil pesos en la mismísima delegación de la Procuraduría General en Guadalajara. El operativo encubierto salió mal y ambas corporaciones estuvieron a punto de enfrentarse a tiros. El titular de la PGR y el gobernador tuvieron que intervenir, pero –se asegura– nunca hubo investigación sobre la denuncia de corrupción.

Lo que cuentan en Jalisco sobre las omisiones de Murillo Karam hacen obligado revisar la actuación del hoy titular de la Sedatu. Y al hacerlo queda claro que las pesquisas del exprocurador en casos emblemáticos fueron, por decir lo menos, controvertidas.

Hace unas semanas la liberación de Rodrigo Vallejo, con siete mil pesos de fianza, indignó a la opinión pública. Sin embargo, el escándalo creció cuando se supo que el expediente del caso incluía videos donde quedan evidenciadas las negociaciones que el hijo del exgobernador de Michoacán sostenía con Servando Gómez La Tuta. ¿Por qué el exprocurador sólo acusó a Vallejo Jr. de encubrimiento, un delito no grave? Es un misterio.

En igual sentido, en polémicos casos de fraude como el de Oceanografía o Ficrea, tenemos magnas operaciones gubernamentales de rescate, por un lado, y por el otro magrísimos resultados de procuración de justicia.

También hubo omisión clara por parte de la PGR en torno a denuncias de 2013 en contra de José Luis Abarca, entonces alcalde de Iguala, por el asesinato ese año de activistas del PRD.

Como todo mundo sabe, al año siguiente Abarca sería un protagonista de la terrible desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa. La investigación al respecto, por supuesto, es la más polémica de todas. La verdad histórica, bautizada así por Murillo, no convence a las familias de los normalistas, ni a muchos otros observadores, incluidas las dudas planteadas al respecto por los peritos argentinos, con quienes la PGR del hidalguense terminó peleada.

Murillo no dejó tampoco una investigación sobre los sangrientos hechos en Apatzingán el 6 de enero, y a Tlatlaya llegó tarde.

Y ahora están las versiones desde Jalisco. Pues, ¿qué procurador tuvimos en Murillo Karam?

Twitter: @SalCamarena

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