La Feria

Perder el territorio

No es el aumento de los hechos criminales, por grave que resulta, el parámetro idóneo para dimensionar la amenaza.

Un exfiscal es víctima de una emboscada a balazos en el corazón de Guadalajara y un bebé muere por subsecuentes narcobloqueos. Un mando de la Policía Federal con tareas en Jalisco es cazado en Veracruz. Un tren es descarrilado en Orizaba, tan sólo uno de los siete actos de sabotaje a ferrocarriles del último mes. El número de robos a joyerías en la ciudad de México va en aumento. Y el pasado abril los asesinatos crecieron 25 por ciento con respecto al mismo mes del año pasado.

El especialista en temas de seguridad, Alejandro Hope, destacaba ayer en Twitter que en cuanto a asesinatos "abril fue peor de lo que anticipé: dos mil 720 víctimas de homicidio doloso. Más de 90 por día. 25% más que en abril de 2017. A este ritmo, vamos a cerrar el año con 32 mil víctimas. Fuente: SESNSP".

Crece o aumenta son hoy los verbos obligados en temas de inseguridad. Si hablamos de robo de autos, EL FINANCIERO reportaba en abril que "entre marzo de 2017 y febrero de 2018 fueron robados 91 mil 371 autos asegurados, un incremento de 22.7 por ciento respecto al mismo periodo del año previo, de acuerdo con datos de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS)".

Y si quieren hablar de robo de combustible, esta nota es la que me gustaría destacar: "Los ductos de Pemex que pasan por la Ciudad de México han registrado un aumento de 916 por ciento en el número de tomas clandestinas en el primer trimestre del año. De enero a marzo de 2017 sumaron un total de seis y en el mismo lapso de 2018 alcanzaron 61, según los últimos datos publicados por la empresa del Estado". Huachicol chilango, lo que nos faltaba. (Reforma 13/05/18)

Podemos seguirle con asesinatos —en prisión— de parientes de presuntos cabecillas; con la imparable suma de candidatos asesinados en todo el país en el actual proceso electoral (la cifra se acerca al centenar si contamos desde septiembre); con jóvenes levantados por 'error'; con robos a bancos mediante hackeo por 400 millones de pesos (tremendo golpe, de película, sorprendente incluso para un país de hechos delincuenciales inauditos como es México).

Y volviendo a la capital tenemos en unos cuantos días el asesinato de un secuestrado en pleno Viaducto, ejecuciones en la Del Valle y narcomantas en la Miguel Hidalgo…

Eventos y recuentos que se suceden sin que atinemos a advertir que se requiere cambiar el enfoque si de entender la grave dimensión de lo que está ocurriendo se trata.

No son los aumentos de los hechos criminales, por graves que resultan, el parámetro idóneo para dimensionar la amenaza.

Cambiemos el lenguaje: los miles de asesinatos, los saltos de dos o hasta tres dígitos en diversas modalidades del robo, los crecientes sabotajes a las vías férreas, el saqueo sin freno de los combustibles, la extorsión y los políticos asesinados son cabezas de alfiler que si las colocáramos sobre un mapa veríamos las manchas de regiones sin ley, la pérdida de control sobre el territorio.

Los delincuentes superan a las autoridades en capacidad de fuego y en eficiencia a la hora de burlar operativos y persecuciones. Pero sobre todo, me temo, en que han logrado lo principal: tienen el territorio.

Si los candidatos presidenciables se hubieran tomado en serio el asunto de que en el debate del domingo pasado uno de los temas era la política exterior de México, le habrían dedicado un par de bloques a discutir qué haremos como nación para convencer al mundo de que no somos un Estado fallido donde el dominio territorial es detentado por criminales, no por el Estado.

Un país es esa abstracción que, entre otras cosas, se define por la capacidad de mantenerse integrado dentro de sus fronteras. Si el gobierno no controla las fronteras, si no puede imponerse en vastas regiones, ¿cuándo dejas de llamarle nación?

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