La Feria

Las protestas, la propuesta, pero, ¿qué sigue?

El jueves, Enrique Peña Nieto hizo su propuesta para dar vuelta a la crisis. El decálogo presidencial no provocó lo que un publisher estadounidense llamaba el factor "¡Wow!". Nadie se mostró genuinamente sorprendido. Al contrario, fuerzas políticas y otros actores han encontrado deficiencias a lo planteado. El lunes hubo dos marchas, una protagonizada por miles en contra de Peña Nieto, y otra de colaboradores de éste, que salieron ese día y este martes a ocupar todos los espacios en los medios de comunicación. ¿Cómo evitar caer en un diálogo, o en un griterío, protagonizado por irreductibles?

Hay una propuesta para evitar el encontronazo. Lleva semanas en la mesa de la opinión pública, pero por una de esas extrañas cosas de nuestra política no se le ha dado la atención que merecía. Es "México: las ruinas del futuro", un documento formulado por el Instituto de Estudios para la Transición Democrática.

Ese texto, de diez apretadas cuartillas, es mucho más que un diagnóstico, una crítica a distintos actores o una propuesta cerrada a un todo o nada. Es más bien un llamado a un debate de altura excepcional para trazar una ruta en la que distintas voces puedan sentirse representadas, para empezar las de quienes protestan.

Porque José Woldenberg, Raúl Trejo Delarbre, Ricardo Becerra, Rolando Cordera, Enrique Florescano, Mauricio Merino, Sergio López Ayllón, María Marván, Julia Carabias, entre otras personalidades que suscriben esta propuesta, plantean que la energía de las movilizaciones no debe extinguirse (ni mucho menos quedar secuestrada, diría yo, por la muy sospechosa ineficiencia policial para anular y/o detener a los violentos).

"La movilización social debe ser un acicate para que cada uno de los eslabones que tienen que ver con la impartición de justicia sea revisado y eventualmente reformado". Pero en torno a las marchas también advierten que "no obstante –hay que decirlo– la necesaria, saludable y enorme ola de indignación moral que ha recorrido decenas de ciudades en México (y en muchas otras partes del mundo) tampoco ha encontrado, fuera del rechazo absoluto a la impunidad, un discurso diferencial. Como suele ocurrir con las acciones dictadas por la espontaneidad, sus grandes energías y su decisión de cambio no han construido un cauce ni una fórmula para jerarquizar demandas asequibles y transformaciones precisas".

A pesar de las puntuales críticas que ha recibido, el mayor defecto del decálogo presidencial del jueves reside no en el fondo de las propuestas, sino en la forma en que se construyó esa receta y la manera en que se presentó, como un producto acabado, confeccionado no democráticamente. ¿Si el Pacto por México funcionó en parte gracias a la redacción interpartidista de las iniciativas, por qué ahora en Los Pinos insisten en creerse autosuficientes a la hora de pensar en salidas para la crisis? Sólo confirman las versiones que corren en los pasillos hace muchos meses, esos que reclaman que este gobierno no quiere oír a nadie.

Por eso, a dos semanas de haber sido publicado, urge que gobierno federal, partidos, universidades, centros de análisis, ONG, OSC, la comentocracia y los abajofirmantes retomen "Las ruinas del futuro" y se abra "un espacio público para restablecer puentes hacia el diálogo, la deliberación, la propuesta y la elaboración de iniciativas y estrategias que den cierto sentido al momento y un horizonte a la nación".

Como bien dicen los autores del texto, estamos en "una estación trágica y excepcional que exige respuestas también excepcionales, elaboradas democráticamente, dentro de las instituciones y tomando en cuenta ese México airado y participativo súbitamente iluminado".

Aquí se puede descargar el documento.

Twitter: @SalCamarena

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