La Feria

El periodista que votó tres veces

Salvador Camarena escribe que la verdadera cuestión respecto a las irregularidades de la consulta sobre el NAIM es dimensionar las implicaciones del fallo, no sólo la contradicción.

Cuando se escriba la Historia, con mayúscula, de los terribles años para el periodismo durante la crisis de violencia surgida en México a finales del sexenio de Vicente Fox, el nombre de Javier Garza Ramos tendrá un lugar destacado.

Culto, divertido, regionalista como pocos al hablar de su adorada comarca lagunera, pero también reportero global que ha trabajado en Estados Unidos donde además estudió becado, Javier es (todavía) un joven periodista que le dará mucho a su país.

En medio de la pesadilla de violencia que azotó a Coahuila y Durango en el periodo de Felipe Calderón, Javier condujo con valentía y serenidad a la redacción del Diario de Torreón, periódico que sufrió, por parte de narcotraficantes, atentados contra sus instalaciones y reporteros.

Pero hasta los más inteligentes se equivocan. La semana pasada, Javier –ahora dedicado a su programa de radio y a ocasionales más pertinentes columnas en Animal Político y El País–, votó tres veces en la consulta lanzada por el Presidente electo para recoger opiniones, y suponemos que tomar un parecer, con respecto al futuro de la aviación comercial de México.

Dice Javier que "poner a prueba la consulta parecía algo sensato porque su posible falta de credibilidad dañaría un objetivo tan loable como involucrar a la ciudadanía en decisiones de gobierno".

Algunos ciudadanos hicieron lo mismo que Javier. Con lo mismo quiero de decir que, como él, votaron varias veces y, como él, lo presumieron en las redes sociales.

Los periodistas no somos ciudadanos. O somos algo distinto –mucho más en términos de obligaciones– que los ciudadanos. Si una persona revela que el sistema de Morena falla y puedes votar, los periodistas 1) tratamos de verificar la denuncia, y de ser así 2) lo reportamos.

Pero nuestra obligación va mucho más allá de eso. En ese escenario, la verdadera cuestión es dimensionar las implicaciones del fallo, no sólo la contradicción entre lo que dijo Morena y la realidad. ¿Es ese "fallo" deliberado, para que Morena pueda acarrear votantes y manipular el resultado? ¿O ese fallo está siendo aprovechado por alguien ajeno a Morena en una escala relevante? ¿Esa vulnerabilidad se corrigió en las siguientes horas, siguió durante días, realmente pone en duda el resultado aritmético –o el político– del ejercicio? En pocas palabras, es ese fallo tan importante como para que un periodista importante haga ese miniperiodismo gonzo.

La consulta alegal emprendida por López Obrador da para muchos cuestionamientos –su legitimidad democrática está viciada por la deliberada exclusión que se hizo de demasiadas poblaciones, por ejemplo–, pero todos fuimos un poco como Javier la semana pasada, privilegiamos las anécdotas: qué barbaridad, la tinta indeleble no es tal.

Si el 1% o el 2% o el 10% de la ciudadanía burló la consulta, ¿la consulta no sirve? Dicho de otra manera, si el cuestionamiento más ruidoso a la consulta no es sobre las enormes franjas de discrecionalidad sino sobre anécdotas, flaco favor hacemos los periodistas quedándonos al nivel que cualquier ciudadano.

No que la vulneabilidad no sea un tema, pero no pudimos establecer su escala. Ayer en la urna ubicada en el Parque Escandón una señora preguntaba en la mesa de votación si se cancelarían los votos duplicados. "No se preocupe, somos más los honestos", le contestaron. ¿Son más los honestos? Imposible de saberlo. Porque para empezar ¿quién va a contar a los honestos? ¿Morena que es juez y parte? Mmmh.

De lo que sí no tengo ninguna duda es de que Javier es además un periodista honesto. Y uno que con su ejercicio, fallido o no, ayudó a recordarnos la dimensión del reto que supondrá copar con las veleidades de alguien como AMLO en Palacio Nacional. Los ciudadanos sí podrán permitirse responder como les plazca a las ocurrencias del Presidente, los periodistas no.

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