Rosario Guerra

Vecindad

La relación de México con Estados Unidos nunca ha sido fácil y la diplomacia es esencial para el logro de una aceptable relación tan ambivalente como la que siempre hemos tenido.

La relación entre México y Estados Unidos nunca ha sido fácil. Es compleja, por antecedentes históricos, por cultura, por intereses, por los múltiples frentes de interactuación que tenemos, tanto en la frontera y como naciones asociadas en una región, en el entorno de la globalización. La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos ha complicado aún más nuestra ambivalente relación. Los ataques a México como parte de su campaña electoral, acusando migración ilegal, abusiva relación comercial, y tráfico de drogas, deja de lado aspectos de derechos humanos, cadenas productivas regionales, venta de armas y consumo abusivo de los norteamericanos de todo tipo de estupefacientes.

La alternativa propuesta para solucionar la problemática que Trump define, pasa por la construcción de un muro fronterizo, que afecta entorno medio ambiental, deteriora la relación de cooperación, no frena el consumo y por tanto la demanda del tráfico de drogas y armas, ni abate la migración ilegal que preocupa a algunos sectores, mientras beneficia a otros en ese país. El enfoque para solucionar problemas es fundamental para la conducción de acciones que realmente avancen en combatirlos. El de Trump no es adecuado porque desconoce la historia, la economía, la salud pública, sobre las que operan nuestros países y además se somete a grupos de interés específicos como los fabricantes de armas. Ni siquiera los asesinatos en escuelas lo conmueven, propone armar maestros para enfrentar posibles ataques, es decir, escala la violencia.

La visita de Trump a la rebelde California fortaleció al gobernador Brown, reavivó confrontaciones entre estadounidenses, volvió a poner a México como villano, retomó los prototipos para construir el vergonzoso e inútil muro, y de paso, ubicó el tema electoral en México al referirse a que hay buenos y malos candidatos. La alabanza a Peña Nieto, no es gratificante, pero al final reconoce que pese a lo ríspido de ataques y provocaciones a México, la diplomacia se ha impuesto, sigue renegociación de TLCAN , no hay nuevos aranceles, y el financiamiento del muro es un tema interno del Congreso americano, aún por definirse, ante las presiones sobre el DACA.

Que los candidatos presidenciales en México echen bravatas y afirmen que ellos defenderían mejor los intereses del país frente a Trump, se estrellan en la incredulidad y la desconfianza por lo complejo del tema, así como por la personalidad de un Presidente que lejos de reflexionar, cada vez se radicaliza más. De hecho Rex Tillerson es un nuevo ejemplo de la forma de gobierno que privilegia una base electoral ante una reelección que se pone en el centro de su interés. Por lo cual, todo puede suceder, ante cualquier amenaza real o ficticia, por el enfoque para resolver problemas tan personalizado y tan carente visión al no allegarse información para tomar decisiones adecuadas.

Si bien Trump dice que sobrellevará al candidato que resulte electo, la simple mención del asunto deja entrever que tiene alguna simpatía, pero como es el beso del diablo, nadie quiere saber quién pudiese ser su favorito. En tanto, los candidatos presidenciales en México siguen escalando la confrontación. La pelea por ver quien queda vivo para enfrentar a AMLO lo fortalece, y aunque no se preveía, aumenta su intención de voto. Una relación entre AMLO y Trump podría derivar en mayores confrontaciones. El tabasqueño ya anunció que cambiará consulados por figuras como defensores de migrantes en suelo americano, abandona las labores de cooperación y promoción y nos coloca en situación de conflicto. Si bien los consulados auxilian a migrantes y defienden connacionales por delitos, su función es más amplia y evitan entrar en temas internos de aquel país.

La diplomacia es esencial en el logro de una aceptable relación tan ambivalente como la que siempre hemos tenido con Estados Unidos. Vecinos distantes, pero al fin vecinos, compartimos se quiera o no, retos y destino. La defensa de nuestros intereses no es cuestión de patriotismo trasnochado, implica definir estrategias y llevarlas a cabo sin perder el foco de la negociación. En eso ha sido impecable la labor que encabeza Idelfonso Guajardo con el grupo negociador que incluye a los empresarios mexicanos, que han cabildeado espléndidamente con gobernadores, legisladores y empresarios norteamericanos que dependen de cadenas productivas regionales. Moderar a Trump no ha sido sencillo, muchos actores se han involucrado en ambos lados de la frontera. Pero siempre hay el riesgo de una ruptura. Ojalá que prevalezca la buena diplomacia y no una mala respuesta a las provocaciones electoreras de Trump. Es parte de lo que está en juego en nuestra elección.

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