Rosario Guerra

Igualdad

Rosario Guerra detalla la violencia que aún se ejerce contra las mujeres y sostiene que, pese al logro electoral reciente, la igualdad sigue siendo una aspiración y no se puede claudicar.

La democracia como forma de vida tiene como pilares fundamentales entre otros, dos principios, el de libertad y el de igualdad. Si bien se conceptualizó como el gobierno de las mayorías, la convivencia, la búsqueda de condiciones que permitan la igualdad, ha dado lugar al reconocimiento de derechos humanos. En los sistemas electorales a través de la representación proporcional se avanzó en la conformación de órganos colegiados más plurales, donde se escucharon otras voces. En lo jurídico se concretó a través de la igualdad, sin distinción de género, raza, credo a preferencia sexual, apuntalando así derechos de minorías, no sujetos a consulta, y se han tutelado nuevas formas de familia y de convivencia social. Hay fuertes resistencias a estos cambios, derivados de culturas paternalistas y autoritarias, de preceptos religiosos, que dominaron por siglos a la humanidad.

Hoy vivimos con mayor apertura. Aceptamos lo diverso, aprendimos a entenderlo y a incorporarlo para consolidar una mayor igualdad en la convivencia social. La lucha de las mujeres por lograr la igualdad se intensificó en el siglo XX, cuando adquirieron personalidad jurídica y pudieron ejercer la patria potestad, administrar sus herencias y propiedades, lograron acceso a la educación, se incorporaron al mercado laboral, y finalmente, accedieron a derechos políticos y al voto. La lucha continúa, aún hay resistencias en temas como derechos reproductivos, igualdad salarial, crianza de los hijos, cargas domésticas, cuidado de enfermos y adultos mayores, acceso a la educación superior, oportunidades para la toma de decisiones en políticas públicas y dirección de empresas, pero se avanza. La última Reforma Política en México incorporó el concepto de paridad en la postulación a cargos de elección popular, que en los partidos registró resistencias, simulación, y detonó violencia política contra las mujeres. Finalmente las autoridades electorales impusieron la paridad. El resultado ha sido exitoso.

Por primera vez contamos con un Congreso paritario. En el Senado se tendrán 63 mujeres y 65 hombres. En la Cámara de Diputados serán 243 mujeres y 257 hombres. A nivel local también se avanzó, a tal grado que hay mayoría de mujeres en algunos Congresos locales, lo que detonó protestas de partidos, que pidieron a los órganos electorales que se aplicara el precepto de paridad en la conformación y se diese el lugar a varones. Es improcedente ya que la ley electoral lo que obliga es a la postulación de candidaturas paritarias, no a la integración paritaria de los órganos colegiados.

Si bien hay muchas legisladoras, no todas tienen una conciencia de que su acceso ha sido resultado de la lucha feminista por la igualdad, porque en muchos casos su postulación ha sido propuesta de algún varón desplazado por el principio de paridad. Así vemos a hermanas, hijas, esposas, asistentes de líderes partidistas que así mantienen presencia política. Sin duda muchas enfrentan aún controles y carecen de una capacitación para asumir sus nuevas responsabilidades. No es de sorprender. Muchos hombres también se iniciaron en política sin méritos propios o mayor conocimiento. Los partidos deben intensificar la formación política de las mujeres, hay al efecto, recursos etiquetados en sus presupuestos. Las mujeres al empoderarse van a ir liberando sus potencialidades, como todo ser humano. Yo espero que en esa evolución el tema de género se vaya posicionando en la agenda legislativa en búsqueda de igualdad.

La violencia contra las mujeres es una forma extrema en que se manifiesta la desigualdad, que atenta contra sus derechos, impide su desarrollo y busca perpetuar su subordinación. Por eso hay mucho quehacer en el ámbito legislativo. El Inegi acaba de dar a conocer la Encuesta sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016. Revela las experiencias de violencia de tipo físico, económico, sexual, emocional y patrimonial que enfrentan las mujeres de más de 15 años en los ámbitos de su vida de pareja, familiar, laboral y comunitaria. Recopila también información sobre agresores y lugares. Registra posibles sucesos de abuso sexual durante la infancia, casos de violencia obstétrica y maltrato a mujeres mayores de 60 años.

Los datos. El 66.1 por ciento ha sufrido de distintos tipos de violencia. La más común es la emocional, le sigue la sexual, la física y la económica. Se registra en mayor proporción en la Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Aguascalientes y Querétaro. En el ámbito laboral prevalecen la discriminación, la violencia sexual y la emocional. La ejercen compañeros de trabajo y los jefes dentro de las instalaciones. En las comunidades es la violencia sexual la más recurrente, en calles, parques y transporte público. En lo familiar es la violencia económica y la patrimonial la que sobresale, seguida de la emocional, la física y la sexual. Los agresores son hermano, padre, madre, tíos y primos, sin descartar suegro y cuñados e incluso hijos. Se registra en la casa habitación de las mujeres. Entre las parejas es la violencia emocional, seguida de la patrimonial, las que imperan, sin descartar la física y la sexual. Las víctimas casi nunca solicitan apoyo, no denuncian, a veces porque le restan importancia al hecho, otras por miedo a las consecuencias, por vergüenza o por ignorancia de derechos.

Así las cosas, las mujeres deben alzar la voz, las instituciones adaptar sus marcos legales para actuar en consecuencia y proteger a las mujeres. Hay pues mucho trabajo para las legisladoras en materia de género. Si bien muchas no se formaron en la lucha política o social, ninguno de estos temas le son ajenos. Por tanto soy optimista en el sentido de que es posible impulsar más medidas que tutelen los derechos de las mujeres y destierren la violencia que aún las victimiza. La igualdad sigue siendo una aspiración y no se puede claudicar.

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