Rosario Guerra

Entre el 2 de octubre y el USMCA

El rumbo se irá perfilando en los próximos meses, entre lo deseable y lo posible, escribe Rosario Guerra.

Dos eventos marcaron la semana. El 50º aniversario del Movimiento Estudiantil de 1968 y el acuerdo para un nuevo tratado entre México-EU-Canadá. Ambos marcan el destino del país en diferentes momentos históricos. Por primera vez se izó a media asta la bandera en el Zócalo en un reconocimiento a los caídos. Se inscribió al movimiento en letras de honor en ambas cámaras del Congreso.

Por años se escatimó el reconocimiento que los estudiantes del 68 hicieron al país. La represión fue absurda y brutal. Los estudiantes pedían abrir el sistema político a nuevos actores, a una mayor democracia y participación. Su pliego petitorio por mayores libertades y rechazo al autoritarismo. La Guerra Fría, la satanización del marxismo, permeaba la política. El régimen, favorecido por el resultado del desarrollo estabilizador, por la sede de las Olimpiadas, no reconoció la necesidad de cambiar y abrirse a las demandas de una juventud que fruto de ese mismo desarrollo pedía construir un México más libre e igualitario.

El desenlace violento rompió el pacto que el Estado Mexicano mantuvo por décadas con la sociedad, a través de un sistema corporativo que atendía sus demandas siempre que se encauzaran a través de los canales reconocidos, es decir, a través del partido mayoritario y su clase dirigente. La represión no acabó con el movimiento, porque la lucha por mayor democracia se legitimó, siguió diversos cauces y se fortaleció la oposición al sistema. Surgieron diversos partidos en la clandestinidad. Se fortaleció la educación universitaria. Se amplió la conciencia crítica. La prensa empezó a desafiar al poder político y sus controles.

La elección de 1976 mostró el agotamiento del sistema político cerrado. Frente a tentaciones autoritarias, se optó por la salida democrática de una crisis política y económica. Agotado el modelo de desarrollo estabilizador, inflación y devaluaciones agobiaban al país. Reyes Heroles, secretario de Gobernación, inició la primera reforma política de verdadera apertura. Si bien parte del PRI se opuso, la dinámica democrática se impuso. Se escucharon las voces, primero en el Salón Verde, luego en el Congreso. Desde entonces las reformas al sistema político y electoral no han cesado, se han ampliado, hoy las elecciones las hacen los ciudadanos, la competencia es real. El voto se cuenta y bien. El propio PRI participó e impulsó estas reformas aún cuando mermaban sus condiciones de ventaja. Hubo responsabilidad frente a la nación de todos los actores políticos. Herencia del 68.

En los ochenta la globalización ya se perfilaba como la nueva tendencia dominante en la historia de la humanidad. No todos la entendieron. Entramos a una nueva etapa donde el comercio mundial sería el protagonista, con las nuevas tecnologías de la información y los nuevos parámetros de un desarrollo sostenible. Cambió el mundo. Salinas aceptó y entendió el reto. Logró subirse al tren en marcha y se anunció a inicios de los noventa el TLCAN, con lo cual nos introdujimos a un bloque económico de gran potencial y fuimos parte de esa nueva historia.

Los cambios no han cesado, ni en lo político, ni en lo económico. Hoy somos la decimoquinta economía mundial. Contamos con muchas fortalezas, aún cuando la pobreza y la inseguridad siguen siendo un lastre. La alternancia, la solución de los conflictos electorales, un sistema económico blindado por Zedillo frente a los cambios políticos, nos permiten transitar juntos, pese a diferencias. El triunfo de Donald Trump, siniestro opositor a nuestro país, implicó una amenaza.

Pese a discursos incendiarios y a la promesa de acabar con el TLCAN, este lunes conocimos el resultado de una exitosa renegociación. No fue fácil, ni para los mexicanos, ni para los canadienses. Ambos logramos, juntos y por separado, un acuerdo que cumplió las expectativas de EU y permitió la subsistencia de un bloque económico integrado y competitivo.

¿Por qué cambió Trump? Porque pese a prejuicios y promesas de campaña había muchos intereses en juego. Los sectores que podían verse afectados alzaron la voz e incidieron en la decisión, en un intenso cabildeo. La realidad al final se impuso, se contuvo la amenaza, se expusieron riesgos y ventajas, la decisión era clara. No fácil. Y no espontánea. La labor de los negociadores mexicanos que eludieron la confrontación fue determinante. Así pues la nueva administración hereda esta historia. El rumbo se irá perfilando en los próximos meses, entre lo deseable y lo posible.

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