Ricardo Salinas Pliego

Frente a la dictadura, alcemos la voz

 

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En días recientes se llevaron a cabo "elecciones" en Venezuela para conformar una Asamblea Nacional Constituyente con el fin de reescribir la constitución de forma que se pueda perpetuar el régimen "Bolivariano" de Maduro de acuerdo al modelo cubano que tanta "prosperidad" ha llevado a su pueblo.

En elecciones previas, ante el descontento popular, la oposición tomó control de la Asamblea Nacional en 2015, naturalmente esto disgustó al dictador puesto que, aún en Venezuela, el poder legislativo era independiente del ejecutivo, algo que hasta el mismo Hugo Chávez respetó.

Como solución "genial", Maduro decidió entonces llevar a cabo este descarado ejercicio constituyente, donde ni siquiera se le dio oportunidad al ciudadano de decidir si quería o no una nueva constitución.

Simplemente se le dio a escoger entre una lista de candidatos previamente seleccionados por el régimen —en un plebiscito ciudadano realizado anteriormente, siete millones de ciudadanos se pronunciaron en contra de promulgar una nueva constitución.

Esta farsa, se realizó en medio de un creciente descontento popular derivado de la falta de libertades y de la severa crisis económica en la que el "Socialismo del Siglo XXI" ha hundido a esta nación:

• Hiperinflación causada por el insensato gasto gubernamental

financiado por el banco central con emisión de moneda. Para este año, se prevé que la inflación se acerque al 1,000%.

• Macro-devaluación de la moneda, que pasó de 28 bolívares por dólar a 11,200 por dólar en unos cuantos años.

• Escasez extrema de todo tipo de bienes básicos como medicamentos, alimentos, y abarrotes de todo género —lo que tristemente ha llegado al extremo de que a la gente la asaltan en la calle a mano armada por unos cuantos rollos de papel de baño.

•Un aumento desbocado de la criminalidad y la violencia.

• Y naturalmente, todo esto ha generado un éxodo masivo de quienes pueden salir de ese infierno.

Ante la desesperación de todo un pueblo, a nadie extraña que en los últimos meses, las protestas callejeras han escalado al mismo tiempo que la represión, dejando como resultado decenas de muertos y miles de heridos y detenidos —no faltan las historias de quienes han sido arrastrados de sus casas en medio de la noche para ser encarcelados. Los presos políticos se multiplican.

La que alguna vez fue una nación con grandes aspiraciones de bienestar, hoy enfrenta terribles problemas económicos. El ingreso per cápita, ya deteriorado desde hacía varios lustros, se desplomó a partir de que Nicolás Maduro asumió la presidencia —pasó de 13 mil dólares a un mínimo histórico de poco más de 9 mil dólares en cuatro años.

La contracción de la economía, sólo en 2016, fue de casi una quinta parte. En este contexto, el índice que mide la falta de bienes se ubicó el año pasado en 56% mientras que la falta de productos básicos rebasó el 80%.

Si a ello le sumamos la devaluación de la moneda, el creciente desempleo y los alarmantes índices de violencia, tenemos las condiciones para un estallido social.

Lo que viven hoy los venezolanos está alcanzando niveles de una verdadera crisis humanitaria.

Todo esto nos plantea la cuestión de cómo se pudo llevar a uno de los países más prósperos de América Latina, el que cuenta con las mayores reservas petroleras del mundo, a una situación de miseria fulminante en unos cuantos años.

Aunque las condiciones y las causas fueron muy distintas, vale la pena recordar lo sucedido en Ruanda en 1994, en donde el conflicto étnico terminó en genocidio —alrededor de un millón de personas, el 70% de la población tutsi fue brutalmente asesinada —ante la negligencia de la comunidad internacional.

La indiferencia ante estas situaciones puede ser criminal, es responsabilidad de todo ciudadano y de cualquier gobierno democrático levantar la voz ante la represión y el marcado deterioro en el nivel de vida que sufren los venezolanos.

En este sentido, reconozco que el gobierno mexicano actuó oportuna y responsablemente al condenar la violencia en contra de la población y no reconocer los resultados de una elección espuria.

Hoy vemos que en Venezuela se consolida cínicamente una dictadura que se aferra al poder, a cualquier precio. Según una encuesta de Datanalisis, sólo el 23% de los venezolanos está a favor de la Asamblea Constituyente y la mitad de la población considera que únicamente busca perpetuar al gobierno del presidente Nicolás Maduro —incluso un creciente grupo de políticos y militares chavistas empiezan a levantar la voz en contra de Maduro. Las evidencias de fraude electoral se multiplican.

Quienes realmente compartimos una visión liberal no podemos quedarnos callados. Si en nuestro país ocurriera algo similar, los mexicanos no esperaríamos que nuestros hermanos latinoamericanos nos abandonaran a la voluntad de un tirano.

No se trata de "hacerle el trabajo sucio a los gringos", como acusan sin fundamento algunos militantes de izquierda —de hecho hoy vemos que la democracia al norte del Río Bravo también enfrenta graves retos. Esto va más allá de posiciones ideológicas, de izquierda o de derecha, es un tema de valores liberales y de humanidad.

Es nuestro deber alzar la voz con claridad y con fuerza, como lo es también del gobierno que nos representa.

* El autor es fundador de Grupo Salinas.

Twitter: @RicardoBSalinas

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