Opinión

Retos de política tecnológica y productiva


 
Mauricio de María y Campos
 
 
Esta fue la principal conclusión de un seminario de reflexión que realizamos en Lima, Perú, hace un par de semanas los integrantes de un grupo de 14 países emergentes y en desarrollo, que hace 40 años iniciamos a partir de apoyos conjuntos de la Universidad de Sussex, Gran Bretaña, y el IDRC de Canadá, un estudio comparado sobre el tema. Con el lema "looking back to move forward" (mirar al pasado para avanzar ) académicos y ex funcionarios públicos de Corea del Sur, China, India, Sudáfrica, Canadá, EU, Gran Bretaña y 7 países latinoamericanos realizamos un examen profundo --además de nostálgico-- de las condiciones optimistas bajo las cuales se concibió y se realizó el proyecto en los 70; de la evolución poco alentadora o francamente crítica en las siguientes dos décadas, y de los desafíos y oportunidades que nos presentan el hoy y el mañana.
 
 
Constatamos, primeramente, los resultados positivos logrados en los 70 en la creación de un marco institucional para el fomento de la ciencia y tecnología a partir de los Conacyt y las legislaciones e instrumentos de fomento del desarrollo de recursos humanos (investigadores e ingenieros), las mejoras en la compra y absorción de tecnologías extranjeras, y la creación de incentivos fiscales y financieros al desarrollo tecnológico.
 
 
La conclusión fue que tuvieron por lo general un impacto favorable en la industrialización y el desarrollo en general de nuestros países; y que hubo un efecto de aprendizaje muy importante en términos nacionales, regionales y globales, apoyado por los ministerios y organismos especializados de nuestros países, así como por organismos de la ONU, Banco Mundial e instituciones regionales, pero también porque nuestras economías estaban creciendo y ejerciendo una demanda explícita o implícita sobre los gobiernos y los mercados nacionales. Hubo fracasos en el ámbito nacional e internacional, de los cuales aprendimos mucho también, en especial de los límites que un entorno adverso y la falta de una política de largo plazo impone a las políticas tecnológicas. Pero los resultados netos fueron muy favorables.
 
 
La 2ª cuestión que quedó clara fue que muchos de los avances logrados fueron abandonados en las décadas perdidas de los 80 y 90 en América Latina (y África), cuando las condiciones macroeconómicas se tornaron adversas por la crisis de la deuda y financiera, la caída de los precios de las materias primas y los precios de intercambio y los marcos de ajuste presupuestal, privatización, desregulación y apertura de mercados, poco alentadores a la expansión y modernización de la inversión productiva.
 
 

Si bien la apertura externa tuvo un efecto positivo sobre el consumidor y la competencia global tras décadas de proteccionismo, la drástica desaparición de la mayoría de los instrumentos de fomento y el encarecimiento y acceso inadecuado al financiamiento productivo de largo plazo desalentó las inversiones y los gastos de investigación y desarrollo tecnológico de las empresas privadas, que no lograron reemplazar la acción positiva del estado.
 
 

La primera década del 2000 mostró una mejora notable en África y Latinoamérica --no así en México. El contraste de Asia es clave: Corea del Sur, China y la India, que no siguieron el llamado Consenso de Washington, han tenido un deslumbrante crecimiento económico y productivo, en el que un mercado razonablemente protegido propició, con apoyo de un estado activo , modernizador y riguroso en el cumplimiento de metas y compromisos de parte de las empresas, la formación sostenida de recursos humanos calificados, mejoras en la productividad, absorción de tecnologías de la inversión extranjera, gastos incrementales en investigación tecnológica, innovación y desarrollo de patentes ,diseños y marcas nacionales y la rápida alza de las exportaciones de manufacturas.
 
 
Kun MoChung, nuestro colega de Corea del Sur, que fue 2 veces (1990 y 94) Ministro de Ciencia y Tecnología, nos despertó mucha envidia, al describirnos los logros de su país, destacando la importancia de un marco macroeconómico propicio, una política de fomento y crédito de largo plazo al sector productivo nacional y a la CyT y la innovación y una virtuosa vinculación pública-privada con el sistema de educación superior, científico y tecnológico local e internacional.
 
 
Nuestros retos a futuro son enormes: atender necesidades sociales crecientes; generar empleos remuneradores; agregar valor a nuestros productos y franquear las brechas de productividad, a través de la CyT. CONACYT, con presupuestos fortalecidos, puede hacer mucho,… ¿y el entorno restante?
 
 
Ex subsecretario de Industria; Director del IIDSES-IBERO.
 

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