Estrictamente Personal

¿Hay libertad de prensa sin Aristegui?

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La rescisión de contrato de Carmen Aristegui en MVS despertó una ola de indignación en la sociedad y una marejada de solidaridad gremial. Qué bueno. Mucho hemos avanzado. Hace tres lustros, un corresponsal francés se asombraba de cómo era posible que el cese del director de uno de los principales periódicos de la ciudad de México, por petición de la señora Marta Sahagún, que se molestó por la investigación sobre los negocios inmobiliarios de sus hijos, no provocó un escándalo. Aquellos eran otros tiempos. La salida de Aristegui ahora no sólo ha incendiado a la opinión pública, sino que abrió una discusión sobre si hay libertad de prensa en México o no.

A decir por las redes sociales, activistas políticos y buena parte de la prensa internacional, no. Parecería que la rescisión de su contrato es un antes y un después para la libertad de expresión en México, donde el parteaguas lo da su sola presencia. Silogismo chabacano. Si Aristegui sale de MVS se acaba la libertad de expresión porque después de ella no hay nadie. O sea, no habrá libertad de prensa. Reflexión rápida y conclusiones superficiales. La salida de Aristegui es una pérdida para el cuadrante y, parafraseando a Ciro Gómez Leyva en El Universal, una pérdida de la voz que "animaba la competencia radiofónica de la mañana". Nada más. El costo lo pagará MVS, y le endosará su buena parte del descrédito al gobierno de Enrique Peña Nieto. Lo mismo sucedió en 2011 con el gobierno de Felipe Calderón, cuando los argumentos fueron iguales.

Aristegui salió de MVS pero no se acabó la vida para ella. A diferencia de otros periodistas en los últimos años, no se fue a la calle sin que nadie volteara a verla ni [se quedó sin] espacios donde seguir ejerciendo su libertad. Su colaboración semanal en Reforma se mantiene firme, así como también su portal, que tiene una exposición notable en el sitio del Grupo Reforma. Sigue al frente de su programa diario en CNN en español. Su libertad de prensa la podrá seguir ensanchando cada día. No se le acabó; sólo se cerró una de las plataformas en las cuales la ejercía. Que no se magnifiquen las cosas.

La dialéctica con su empresa es la misma que ha existido por años en México, donde muchas veces se unen los intereses empresariales a las motivaciones políticas. Está el caso de un periodista que le disgustaba al gobierno de Peña Nieto porque mensualmente daba la cifra de muertos en el combate a la delincuencia, que sus patrones, que adjudicaban su molestia a la falta de publicidad, lo eliminaron de la pantalla. Nadie en los medios gritó que era un atentado a la libertad de expresión. Son cosas que pasan, aunque no nos guste. ¿Pidió el gobierno de Peña Nieto la cabeza de Aristegui? No era necesario.

Años antes, en vísperas de unas importantes elecciones en el Estado de México, la Secretaría de Gobernación pidió a los radiodifusores que no utilizaran la palabra "fraude". Su conductor estrella, un libertario irredento, la utilizó durante su emisión del día siguiente a los comicios. Días después el radiodifusor recibió una invitación "a tomar café" con el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios. Cuando llegó con él, llevaba en bandeja de plata la cabeza del conductor. El secretario ni siquiera habló del tema. Tampoco hubo quien levantara la voz por él. Hoy, en varios de los medios donde denuncian la afrenta a Aristegui, sus defensores callaron cuando en su propia casa despedían a quienes les incomodaba lo que escribían.
Es decir, la vida no se acaba con un acto de fuerza empresarial o político, o combinado. Esto es parte de la dialéctica de los medios con el poder y de los periodistas y comunicadores con sus patrones y el gobierno. La vida sigue, y muchos antes que Aristegui fueron víctimas de censura. Todos siguen ejerciendo su derecho a expresarse con una mayor amplitud en sus libertades que antaño.

No se puede soslayar, empero, que hay intentonas regresivas en este gobierno. Aristegui no es la única que las ha vivido –aunque este espacio mantiene su postura que una disculpa por usar el nombre de MVS sin autorización entre los fundadores de MexicoLeaks nos tendría hablando de otras cosas–. La propaganda regresó como estrategia, con la utilización de Televisa como su vehículo de comunicación política, igual que en los primeros años del gobierno de Carlos Salinas, y las presiones directas sobre los medios son tan fuertes como no se sentían desde el gobierno de Miguel de la Madrid.

Nada de qué asombrarse. Lo que hacen los gobiernos aquí, lo hacen otros demócratas en el mundo: presionar para construir el consenso
–sin soslayar que el sector privado, que no rinde cuentas a nadie, llega a ser más intolerante que las autoridades–. Es una dinámica de tensión permanente de estira y afloja, que viven quienes se encuentran en la primera línea del periodismo junto con los dueños, que muchas veces son amortiguadores y primera defensa de sus colaboradores.

¿Hay entonces libertad de prensa después de Aristegui? Por supuesto. La reacción en los medios por la forma como MVS le rescindió el contrato es la mejor prueba que la palabra, aunque a veces haya muchos tiradores que la quieren acallar, vuela cada día más alto y más lejos.

Twitter: @rivapa

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