Otros Ángulos

Estamos atrapados

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Sólo uno de siete me dijo que Meade ganaría y ninguno que Anaya lo haría. En estos días me di a la tarea de reunirme y entrevistar a siete gallos del PRI y del PAN. Por supuesto, no aspira a ser una encuesta. Busqué la opinión directa de quienes desde hace años han participado en elecciones presidenciales para ilustrarme sobre lo que sucede en la actual 'precampaña'.

Los siete afirman que eso de que los candidatos se dirigen únicamente a sus partidarios y no pueden hacer un llamado al voto es una verdadera triquiñuela. Todos ya están pregonando lo que son y lo que quieren. El primer negativo indiscutido se lo lleva el INE, no es lo que fue el IFE y carece de peso moral y administrativo para lo que viene. Los siete lo afirmaron. Los entrevistados, cada uno por separado, me exigieron anonimato para hablar con absoluta franqueza.

Dos panistas califican a Anaya como un hombre abusivo y ajeno a los principios de Acción Nacional, y los tres entrevistados panistas dan cuenta pormenorizada de las traiciones que hizo para llegar a ser el ungido dentro del PAN, así como de las trampas realizadas para obtener la nominación del Frente. En suma, están marginados y dolidos. Sus grupos no sólo se han retirado, ahora están dispersos y sin rumbo.

Entre los priistas, entrevistados también por separado, están decepcionados por el hecho de que un no priista los represente, además de que les molesta que sea un egresado del ITAM y no de la UNAM o del Politécnico; le achacan que sabe más de finanzas internacionales que de las formas en que se desenvuelven los dineros en Matamoros o en Chalco. Dos de los cuatro priistas admiten que Meade está capacitado para los asuntos de gabinete, pero no creen que sepa lo que ocurre entre los obreros, los ambulantes y los migrantes.

Lo más importante que los hace renegar de lo que pasa en su partido es que no son tomados en cuenta, por el contrario, son relegados por dos dirigentes soberbios: Enrique Ochoa Reza y, sobre todo, Aurelio Nuño. Estas dos personas ignoran cómo operar lo mínimo y confunden a todos con sus órdenes equivocadas.

Cuando les pregunto quién creen que ganará la contienda, se atreven a decir que cualquiera, pero quien tiene más posibilidades es López Obrador. Argumentan diferentes razones imposibles de detallar en este espacio tan pequeño, pero en el fondo hay una tesis de Cornelius Castoriadis que ellos comparten e ignoran, la cual consiste en lo siguiente: en la realidad política cotidiana nuestras sociedades democráticas son comunidades debidamente jerarquizadas en las que la desigualdad ha sido modelada y asimilada por todos.

La gente sabe bien qué hacer, lo que es debido y lo que no les es posible alcanzar. En el fondo están hartos de esta inamovible injusticia, y la manera de mostrar su hartazgo es en el tiempo de elecciones. Ahí muestran su desencanto y pueden llegar hasta manifestarse con furia.

Es justo lo que pasa entre nosotros. No importa que se demuestre que AMLO fue un pésimo estudiante; que como jefe de Gobierno del Distrito Federal fue mediocre y estuvo rodeado de pillos; que apoyó a Abarca en Iguala; que ha propuesto la amnistía a los narcos y, lo más grave, que presumiblemente sería un presidente lamentable, improvisado, desarticulado, autoritario y muy semejante a otro pueblerino insufrible como Donald Trump.

Nada importa, no se entra en razonamientos sino en emociones míticas que han ido calando y se han acentuado últimamente, pues las reformas efímeramente levantaron la esperanza de vivir en un México mucho más equitativo, armónico y justo. La violencia, los abusos y la impunidad han remachado la inequidad y la injusticia de vivir una realidad hiriente y desgastante, que día con día apuntala a un líder que repite incesantemente que con él las cosas cambiarán.

Estamos atrapados entre una historia con un grueso caudal de decepciones y un futuro que promete lo inalcanzable. Ningún candidato invita a lo que debiera ser la inspiración de alcanzar nuevas metas sólo con la convicción generalizada de que los frutos se distribuirán con equidad. Sin esa conciencia colectiva que ni priistas ni panistas son incapaces de inspirar, alea jacta est, que, como sabemos, en buen castellano significa la suerte está echada.

Twitter: @RaulCremoux

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