Apuntes Globales

Incertidumbre y gas natural

Fernandez de Castro analiza la historia de la relación comercial bilateral Estados Unidos-México.

La certidumbre es esencial en los negocios y en las transacciones internacionales. Esto es justamente lo que otorga a los tres países signatarios el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Los exportadores e importadores saben a qué atenerse.

La historia de la relación comercial bilateral, desde que México inició unilateralmente su apertura comercial a mediados de los 80 (pues la baja de aranceles probó ser la mejor medida contra la temible inflación que en 1987 se disparó a 160 por ciento), no ha sido otra más que la búsqueda de certidumbre.

Justo cuando sobrevino la apertura mexicana, Estados Unidos empezó a interponer ciertas medidas proteccionistas, como una restricción voluntaria a las exportaciones de acero (VER por sus siglas en inglés). Para el nuevo modelo económico mexicano que se gestaba, basado en exportaciones de manufacturas, la incertidumbre causada por el nuevo proteccionismo estadounidense era veneno puro.

De manera que la entonces Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, Secofi, con la concurrencia del sector privado mexicano, entraron sin miramientos en negociaciones con las autoridades comerciales de Estados Unidos. En 1985 se logró un trascendental acuerdo de subsidios e impuestos compensatorios. México se comprometía a dejar de subsidiar sus exportaciones mientras que Estados Unidos nos otorgó la prueba del daño, es decir, para imponer una sanción comercial a un exportador mexicano tenía que demostrarse que había daños en el mercado estadounidense.

El acuerdo bilateral abrió la puerta al Acuerdo General de Comercio y Aranceles (GATT, por sus siglas en inglés) al que México se unió en 1986. Para finalizar la década de los 80, México y Estados Unidos contaban con un incipiente andamiaje comercial que serviría de cimiento para lanzar al principio de los años 90 el más osado acuerdo internacional en nuestra historia, el TLCAN.

México no es un país de instituciones, pero bien dice Luis Rubio, el TLCAN ha provisto a nuestra economía de reglas de juego claras y creíbles. La renegociación del TLCAN ha sido, con acierto, el foco fundamental de resistencia del gobierno de México a las embestidas de Trump.

Un caso poco hablado, pero que podría originar gran incertidumbre de derogarse el acuerdo, consiste en las ventas de gas natural de Estados Unidos a México. México ha incrementado gravemente su dependencia del gas natural del vecino del norte. Según la Secretaría de Energía, 70 por ciento del total del gas natural que importamos proviene del vecino del norte. La Agencia de Información Energética de Estados Unido señala que el gas natural es la fuente principal de generación de electricidad en México. En 2005 representaba 34 por ciento del total. En 2015, sólo una década después pasó a ser 54 por ciento de la generación de electricidad. Y según la Sener, más de 60 por ciento de la capacidad adicional entre 2016 y 2020 provendrá del gas natural.

John McNeece, abogado e investigador del Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California, San Diego, me explica que la ley estadounidense requiere un permiso para exportar gas natural, mientras que para países con acuerdos de libre comercio el permiso se otorga sin dilación y prácticamente en automático.

Según la investigación de McNeece, sin el TLCAN se requeriría un permiso para exportar gas natural a México que puede tomar años, pues tendrían que revisarse tres elementos: la necesidad de gas al interior de Estados Unidos, el potencial que la exportación incremente el precio del gas al interior y si hay impactos ambientales adversos. McNeece comparó el proceso para la misma compañía de exportar gas natural a un país con y otro sin TLC. El permiso para el país con libre comercio tardó 40 días a partir de la petición y el documento aprobatorio constaba de 11 cuartillas. Ahora bien, para el país sin libre comercio el permiso se tardó cuatro años y medio a partir de la solicitud, y constituía un legajo de 178 páginas, pues cubría evaluaciones de posibles demandas de terceras partes, revisiones de posibles subsidios a la exportación y estudios ambientales sobre la infraestructura en que se realizaría la exportación, hasta un estudio de la generación de gases de efecto invernadero.

El incremento de las exportaciones de gas natural ha sido un juego de ganar-ganar para México y Estados Unidos. México se beneficia pues la electricidad ha bajado de precio y es una fuente más limpia de energía. El vecino del Norte, en especial Texas, de donde proviene la mayoría del gas que consumimos, se ha beneficiado, pues mitigó la caída de los precios del gas texano y es un componente relevante de una balanza comercial positiva de ese estado fronterizo.

Con un sistema de reglas como el TLCAN, la dependencia no genera problemas. Ante la incertidumbre sin libre comercio, nos ponemos en las manos tuiteras de Trump.

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