Apuntes Globales

DACAs en la disputa por el futuro de Estados Unidos

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El gobierno federal de Estados Unidos se cerró y se abrió durante el último fin de semana por una controversia central para el futuro de nuestro vecino. No era el nivel de deuda nacional o el Presupuesto. La polémica tuvo que ver con un grupo de cerca de 700 mil inmigrantes, conocidos como DACAs. Es decir, niños que llegaron de las manos de sus padres y que se acogieron a la medida de alivio de Barack Obama, Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés).

Los DACAs, en su mayoría mexicanos, se han convertido en un símbolo muy importante en la disputa por el futuro de Estados Unidos. A su favor están los que pretenden que ese país siga siendo una nación de inmigrantes, abierta y tolerante. En su contra están los que se niegan a aceptar el peso de la demografía y pretenden prolongar los privilegios del sector de la población blanca y de ascendencia europea.

Los DACAs están al centro de la polarización política del país. Por un lado está la coalición Obama —educados, urbanos, globales y prominorías—. Para éstos no hay manera de rechazar a los DACAs, pues son estadounidenses perfectos, quienes están floreciendo y aportando a la sociedad, especialmente desde que regularizaron temporalmente su estatus migratorio. Para los que votaron por Trump
—no siempre poco educados, como se suele pensar, pero eso sí, predominantemente rurales, viejos y enojados— es de vital importancia que se les rechace. Su apuesta es que si pueden prohibir a los DACAs lograrán iniciar un retorno a la política migratoria de principios del siglo XX, basada en la selección por razas y profesiones, dejando atrás la reunificación familiar y el humanismo que ha caracterizado a la tradición estadounidense desde 1965.

Cuando un grupo de senadores de ambos partidos, encabezados por Dick Durbin (demócrata de Illinois) y Lindsey Graham (republicano de Carolina del Sur) le presentaron un proyecto de ley migratoria a Trump que posibilitaba la permanencia de los DACAs y les abría camino a la ciudadanía, éste lo rechazó. Incluso provocó una gran controversia, pues se quejó que países de "mierda" de África y Centroamérica enviaran tantos inmigrantes en vez de países como Noruega.

El rechazo fue el preámbulo para el cierre de gobierno unos días más tarde. A escasas horas del cierre, el líder de la minoría en el Senado, Chuck Schumer (demócrata de Nueva York), acudió a una reunión a la Casa Blanca para zanjar una solución migratoria. Al salir de la reunión, Schumer señaló que le era inaceptable que se ligara a la suerte de los DACAs los fondos para la construcción del muro fronterizo. Unas horas más tarde, a la medianoche del pasado viernes, el gobierno cerró. Sin embargo, tres días después los demócratas, encabezados por Schumer, dieron una tregua a Trump y aceptaron reabrir el gobierno hasta el 8 de febrero. La moneda de cambio fue la promesa del líder republicano, Mitch McConell, de tener una votación sobre migración a más tardar en esa fecha.

¿Habrá acuerdo migratorio antes del 8 de febrero? ¿Se aceptará a los DACAs y se les dará camino a la ciudadanía?

Es muy difícil predecir la suerte de los DACAs en un ambiente tan polarizado. Éstos son una especie de proxi, me explica Allert Brown, director de la Casa de la Universidad de California en México, en la disputa entre la coalición de quienes ven la inmigración como una parte integral del futuro diverso del país y la de los trumpistas, quienes tienen miedo de que los blancos se conviertan en una minoría.

En términos políticos, la coalición pro-DACAs tiene como líderes a demócratas y a republicanos moderados e internacionalistas, entre los que se cuentan a los senadores Durbin y Graham, así como los nuevos prospectos demócratas como la senadora Kamala Harris (California), Kirsten Gillibrand (Nueva York) y Cory Booker (Nueva Jersey). Su apuesta está en un país que siga beneficiándose de la inmigración y que los recién llegados se integren a la sociedad.

Los líderes de la mayoría blanca que se niega a ser minoría son, por lo general, archiconservadores que se están jugando todo. Éstos ven en Trump, y su racismo ramplón, la última oportunidad de impedir la asimilación de la última gran camada de inmigrantes, proveniente de México y Centroamérica. Desde esta visión, el muro en la frontera con México cobra sentido y es parte esencial de un país del norte que se cierra a sus vecinos del sur.

Sus líderes son un pequeño grupo de nacionalistas-racistas, pero en posiciones de enorme poder en el gobierno de Trump, como el procurador general Jeff Sessions o su excolaborador, Stephen Miller, quien ahora le habla al oído a Trump pues es su asesor en materia migratoria, el general John Kelly, jefe de la oficina de la Casa Blanca, y su exasesora ahora la nueva secretaria de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen, y el senador republicano como Tom Cotton de Arkansas y el legislador de Iowa y del partido del té, Steve King.

Considero que no habrá, por lo pronto, un claro ganador. El precio de la coalición promigrante, de lograr que los DACAs permanezcan en el país, será la 'bella y hermosa pared' en la frontera. Y seguramente obtendrán un tortuoso camino a la ciudadanía.

Twitter: @RafaelFdeC

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