La Fiesta Está Viva

Una pausa, maestro

 

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Maestro Morante, nos deja sin palabras, toma una pausa cuando más sonriente se le veía en la plaza, inundando al tendido de alegría, de la felicidad que resulta de la emoción del toreo. No juzgo ni por un minuto sus razones.

Me duele no verle de nuevo encender un puro, vestido de luces, imagen con tanta torería que refleja la vida de los que amamos al toro.
Me duele no verle vestido de luces, con esos trajes tan personales que evocan toda la historia del toreo; me duele no sentir cómo se detiene el tiempo en un lance o un muletazo sublime; me duele no verle más cómo con la mirada ama a los toros, a los buenos y a los malos, porque su tauromaquia es tan pura y tan de verdad, que está basada en su amor al toro, en compenetrarse con él, en dominarlo con amor y suavidad, en ser su cómplice, en entender su bravura por medio de la despaciosidad
del arte y de su muleta baja.

La sangre que usted, Maestro, lleva en sus venas, no es otra más que la de la tauromaquia en su más pura esencia. Eso usted y yo lo sabemos. Esto tiene que ser una pausa, la cual merece y no dudo necesite, pero una pausa al fin. Usted, Maestro, ha sido bendecido por Dios, naciendo torero, un torero cuya tauromaquia engendra la de
"Lagartijo", Rafael "El Gallo", Belmonte, Pepín Martín Vázquez, Silverio y De Paula. 

Usted, Maestro, como los toros bravos ponen en evidencia a los toreros, su tauromaquia ha puesto siempre en evidencia a los aficionados que sólo ven el toreo por los ojos y la boca, cómo pedir a estos aficionados que entiendan esta pausa, si nunca entendieron su concepto, su tauromaquia y su verdad, la pureza. "Perdónalos Señor, que no saben lo que hacen". 

Los aficionados que tienen el privilegio de que el toreo entre por los ojos, abrace el corazón y remueva el vientre, no dejan que ese sentimiento llegue a la boca. Estos aficionados, salpicados por la gracia de Dios en cuanto a la sensibilidad, han sido nutridos por su arte, por esas añejas imágenes de toreo manifestadas en vivo en pleno siglo XXI.

Hemos sido bendecidos como aficionados al poder experimentar cómo el tiempo detiene su dimensión, cómo un giro de muñeca provoca tal felicidad que es inevitable sonreír y sentirse cómplice de usted; gracias Maestro, muchas gracias.

Se va cuando mejor está, prefiere no ser cómplice de un despropósito provocado por crecer un toro hasta el punto que a éste se le complica manifestar su esencia. Se aleja, supongo que estará harto de que gente de poco nivel taurino abrace su tauromaquia para atacarlo en pos de parecer buenos aficionados, qué pena, Maestro, todo lo contrario; aquellos que lo atacan sólo brillan por la inmadurez de la inseguridad.

Leo en redes, incluso a presidentes de "peñas", atacar lo que usted ha escrito con sangre y en oro dentro de la historia de la tauromaquia. Me desespera no poder explicarles, pero no hay forma, si la pureza de su toreo no los convence, no hay otro argumento. Tome usted una pausa, Maestro, lo que usted necesite. Los que admiramos su tauromaquia lo esperaremos. No sea cruel con nosotros, no tarde mucho. Yo de
momento, de mi cava de puros ya he seleccionado los mejores tres para su regreso, esperando lanzarle uno en alguna vuelta al ruedo.

Le agradezco a Dios que mi padre —a quien debo mi afición— haya sido cómplice en sus tardes de gloria, Maestro, al lado de mis hijos. Tres generaciones que amamos el toreo y el toro, unidos por un sentimiento que sólo los privilegiados como usted son capaces de crear.
También llora el toro, aquél que sueña con ser toreado por Morante, con suavidad, sin ventajas, con el medio pecho en la distancia corta, con el vientre acompañando la embestida brava y por debajo, en una unión mágica de bravura, arte y sentimiento.

También llora el toro, Maestro, él lo espera en la paz del campo. Espero encuentre usted, Maestro Morante, la paz en esta pausa como la encuentran los toros bravos en el campo.
Hasta pronto. 

Twitter: @rafaelcue

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