La Fiesta Está Viva

Misión cumplida

 

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Julio Uribe y familia presentaron cuatro toros inmaculados el pasado domingo en el ruedo de Insurgentes. Estuvo la presencia del toro con edad y trapío, este último concepto no es otro más que la armonía en las hechuras del astado, los kilos que le caben en la caja, el tamaño de los pitones de acuerdo a su volumen, más la belleza y proporción que destacan en su conjunto.

Ser ganadero es una vocación y una enorme responsabilidad ética y cultural. El amor y pasión por el toro bravo convierte la vida de los ganaderos en un apostolado en busca de la bravura, este misterioso instinto que posee el animal más bello del planeta, al que con el paso de los años se le exige cada vez más.

A principios del siglo pasado, la bravura se resumía en la agresividad del toro, que éste se moviera y, sobre todo, que no se fuese a rajar. De la mano del valor de los toreros, el valor de la bravura fue modificando la forma de torear y el gusto del público no sólo por admirar las gestas de valentía, sino la emoción creada por la belleza ante el peligro.

Para que el toro sea cómplice en la obra artística del toreo requiere ciertas condiciones no únicamente de movilidad, sino en la forma en la que se mueve. Las ganaderías no sólo son un oasis ecológico en este mundo devorado por la industria y las manchas urbanas, sino que se han convertido en verdaderos laboratorios del misterio genético de la bravura. La selección que los ganaderos han ido aplicando en los tentaderos durante ya más de 100 años, ha creado un animal único, capaz de tan sólo con su presencia causar admiración por su belleza, arrogancia, valentía y nobleza.

El pasado domingo hizo su debut en la Plaza México la ganadería de Torreón de Cañas, hierro antiguo que desde hace 12 años está en manos de Julio Uribe Barroso, quien junto con su familia lleva con orgullo y honor los destinos de la vacada hidalguense. Charros auténticos, amantes de la naturaleza, jinetes capaces y amantes del toro y la tauromaquia; miembros de una prolífera dinastía de criadores de toros de lidia, hoy tercera generación, la familia Barroso, quienes cuentan con nueve hierros en activo, todos de primer nivel.

Lo anterior conlleva una gran responsabilidad, pero a la vez un enorme desafío asumido con valentía y gusto por este envidiable estilo de vida. En el medio taurino no existe nadie que quiera fracasar, o engañar. Tanto ganaderos como toreros sueñan con tardes de gloria, con la entrega del público y el triunfo, para ello existe sólo un camino, no exento de tropiezos, malos ratos e injusticias. Este camino se labra paso a paso con sacrificio, fe, disciplina y confianza en sus convicciones; en el caso de los ganaderos, con miles de vueltas a los potreros, de la mano con la humildad de saber escuchar y aprender de los errores. Un ganadero siempre debe cumplir con la presencia de sus toros, el juego que estos puedan dar está en manos del caprichoso azar taurino y de la misteriosa bravura, por eso se dice que el ganadero ya cumplió mandando toros con cuajo y edad, ahora que si estos se desempeñan de acuerdo al toro que el ganadero tiene en la cabeza, la satisfacción es doble.

Julio Uribe y familia presentaron cuatro toros inmaculados el pasado domingo en el ruedo de Insurgentes. Estuvo la presencia del toro con edad y trapío, este último concepto no es otro más que la armonía en las hechuras del astado, los kilos que le caben en la caja, el tamaño de los pitones de acuerdo a su volumen, más la belleza y proporción que destacan en su conjunto, respetando el tipo de toro que predomina en su encaste; en el caso de esta ganadería, es simiente mexicano de Jaral de Peñas, con la cruza de sangre de origen Domecq.

El primer toro fue el mejor del encierro —desde mi punto de vista—: bravo, codicioso y encastado, con la nobleza para obedecer los toques de capote y muleta, con los que el potosino Fermín Rivera estructuró su faena, una pena que está no haya alcanzado la altura deseada. Una tarde aciaga de un muy buen torero; caprichos del destino.

El resto del encierro fue con condiciones distintas, no fáciles, pero siempre con el interés que despierta el toro serio en el ruedo. Juan Pablo Sánchez, que pasa por un extraordinario momento, estuvo en torero, capaz, artista y valentísimo, cortando una oreja a su primero.
Enhorabuena a Torreón de Cañas y a los ganaderos Uribe, quienes triunfaron en el debut de su casa ganadera en la Plaza México.

Twitter: @rafaelcue

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