La Fiesta Está Viva

Independencia

Existen ejemplos en la historia del toreo, en los que toreros han logrado la independencia con base en un verdadero apego a los principios de la tauromaquia, señala Rafaél Cué.

Menuda palabra, menudo concepto: independencia. En el toreo, como en la cotidianeidad, vivir bajo este principio resulta complejo y arriesgado, pero al mismo tiempo es la muestra de mayor valor civil o torero —según sea el caso— que el ser humano puede asumir.

Suele confundirse el concepto de independencia con el de rebeldía mal entendida, o con la actitud que reniega o se queja de lo establecido como norma común, sea bueno o malo. Estos "independientes" quejosos, que brillan por (según ellos) ser más listos que el resto y utilizan los medios para intentar justificar su falta de capacidad de análisis taurino (en el caso de algunos comunicadores), o en caso de los toreros, la incapacidad de pegarle cinco y el de pecho a un toro, son comunes, pero de ninguna manera cumplen con el concepto y los valores de la real independencia.

Existen ejemplos claros y honorables en la historia del toreo, en los que toreros han logrado la independencia con base en un verdadero apego a los principios de la tauromaquia, dentro y fuera del ruedo, siendo esto último lo que es verdaderamente complicado.

Dentro del ruedo existe la verdad del encuentro íntimo entre un toro y un torero, que de suyo es ya un acto de independencia total, artística. El torero tiene la libertad de ejecutar el toreo como él lo sienta, pueda y quiera; de estas tres acciones se derivará su trascendencia dentro de la tauromaquia, que no es otra cosa que el interés que despierte en el público por irle a ver, y por tal motivo ser atractivo para las empresas en su programación, dando como resultado la utilidad tanto económica como artística.

El sábado en la plaza de toros de Bilbao se ha dado una manifestación de auténtica independencia.

En el toreo siempre han habido toreros de grandes cualidades, profundo concepto y exquisitas formas, que por una razón que no se entiende, no torean el número de tardes que su tauromaquia merece; son casos inexplicables también porque no son precisamente imanes de taquilla, tal es el caso del matador riojano Diego Urdiales.

Con 43 años de edad y 19 años de alternativa, Diego ha sido siempre fiel a su estilo puro de plasmar el toreo, de maneras clásicas y de profundo y asfixiante concepto por la belleza de su técnica. Estos toreros con las ideas tan claras, siempre han causado conflicto con las empresas que suelen intentar imponer sus condiciones; válido, la tauromaquia como empresa debe de ser negocio para quienes se juegan el dinero, pero el punto es lograr el equilibrio —como todo en la vida— entre condiciones, lógica y justicia taurina.

Los grandes grupos empresariales taurinos, aquí y allá, juegan sus cartas, mueven sus fichas e invierten millonarias cantidades para que la fiesta siga con vida y vigente; sin embargo, son severos a la hora de castigar a quienes no se alinean o entienden al 100 por ciento las reglas del juego. Lo señalo como una realidad.

Comentaba Urdiales en entrevista televisiva, antes de la triunfal corrida sabatina en la que cortó tres orejas dando cátedra taurina en todos los sentidos, que no es que no le tomaran en cuenta este año, sino que le ofrecían condiciones tanto económicas como artísticas muy por debajo de lo que él considera su categoría. ¿Qué hizo? Callar, aguantar medio año con sólo tres festejos y confiar en la nobleza y justicia que da el toro. Llegó la gran tarde, cartelazo: Ponce y El Juli con toros de Alcurrucén. El toro le pagó su honradez y le permitió una increíble tarde con inmensa carga emocional. Pudo expresar Diego ante dos buenos toros del hierro extremeño el sentimiento acumulado de impotencia y valor callado. La tarde ha sido histórica y ha refrendado el gran valor de los independientes capaces de defender en el ruedo su concepto y aires liberales.

Ha ganado el toreo y ha ganado el público (a quien muchas veces todos olvidamos tomar en cuenta), pero sobre todo se ha dado cátedra de que en la vida hay que mantenerse y vivir bajo los principios de cada uno, con verdad y valentía.

¡Vaya ejemplo que una vez más la tauromaquia nos brinda a los mortales!I

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