La Fiesta Está Viva

Buena feria

Alejado de la numeralia, considero que la Feria de San Isidro ha marcado un antes y un después en el escalafón taurino español, y por qué no decirlo, mundial, escribe Rafael Cué.

Ha terminado ya San Isidro 2019: 34 festejos seguidos. Corridas de toros, festejos de rejones y novilladas, un maratón taurino cuya asistencia del público ha sido la mayor en la historia reciente de San Isidro. Mucho se hablaba y escribía acerca de tantos festejos seguidos; una vez más Simón Casas, el empresario o "productor taurino" —como él mismo se titula—, le ha dado al mundo del toro una lección empresarial. El francés apuesta fuerte, y dada su experiencia e increíble olfato taurino, no suele equivocarse, el único "pero" es que voltea poco para México, como lo escribí en el pasado; San Isidro estaría mucho más completa con mayor presencia mexicana, si bien actuaron Joselito y Luis David Adame en el rubro de matadores, y Diego San Román como novillero, a nuestros toreros no se les está dando el trato que su calidad merece, El Payo, Silveti, Sergio Flores, Arturo Macías, Juan Pablo Sánchez, son sólo algunos nombres que por méritos propios e incluso por su trayectoria en España deben tener un lugar en San Isidro.

El toro de Madrid, estandarte de su concepto en otros años, ha sido su verdugo. El idealizar un toro en tipo y comportamiento, ha sido su castigo y penitencia por años; para bien de la Fiesta, los ganaderos y veedores han podido sacudirse el "purismo" inepto del 7, y desde hace algunos años ya sale al ruedo un toro que sin perder un ápice de seriedad, por sus hechuras hoy es cómplice de grandes faenas. La ganadería española vive un momento espléndido, salen muchos toros buenos y gozamos de toreros excelentes, los que puestos en 34 días de toros nos han brindado tardes y faenas memorables.

Alejado de la numeralia, considero que esta Feria ha marcado un antes y un después en el escalafón taurino español, y por qué no decirlo, mundial. Hubo Figuras o toreros importantes que no comparecieron; llámese estrategia o más bien guerra de despachos, puntualmente creo que Morante de la Puebla y Manzanares, al no actuar en Madrid, esta Feria pierden; no dejan de ser quienes son, pero hoy con la cantidad de nombres nuevos, los veteranos deben en el ruedo defender su sitio, cosa que hizo El Juli, que sin mayor suerte defendió un sitio que ningún gritón impertinente del 7 o anexo, puede opacar.

Corrió la sangre con 11 cornadas, lo que otorga grandeza al toreo. Percances menores y muy graves, siendo los más peligrosos el de Manuel Escribano y el de Román, por parte de los de oro, y el de Pirri por parte de los de plata.

Ocho Puertas Grandes: cinco para toreros a pie y tres para rejoneadores. Historias maravillosas, como la de David de Miranda, joven matador de toros que hace poco tiempo estuvo a punto de quedar postrado en una silla de ruedas a consecuencia de una voltereta, y que llegó a Madrid con una sola corrida y fue capaz de a un toro muy bravo cortarle dos orejas y cumplir el sueño de salir por la Puerta Grande, con la esperanza de que su carrera tome altura tras el sufrimiento pasado.

Roca Rey en su primera tarde abrió la Puerta Grande, contundente se manifestó como Figura del toreo, lo que semanas después ya le pasó factura ante el público hostil que pretende ser juez y no cómplice del placer de ver torear bien.

Antonio Ferrera, tras sufrir una crisis personal, llegó a Madrid y se encontró ante un bravo toro de Zalduendo, 'Bonito', con el que soñó el toreo; esa tarde el sufrimiento se convirtió en gozo absoluto.

Pablo Hermoso reencontró la suerte y cuajó una gran faena. Lea Vicens hizo historia al ser la primera mujer rejoneadora en salir a hombros.

Pablo Aguado, sin cortar orejas, evidenció que lo bueno es irrefutable y no necesita explicación, la naturalidad aplasta y la belleza del toreo abruma incluso a quienes no la saben ver.

Petardo mayor fueron los impertinentes y nefastos personajes que vociferan durante la lidia, sin respeto ni taurinismo. Acomplejados de tendido, molestos creyentes de que son ellos quienes mantienen el rigor en esta plaza, nada más alejado de la realidad; el rigor en Madrid lo ponen toro y torero con el resto del tendido que respetuoso goza del espectáculo, señores, no ustedes.

Los presidentes o jueces de plaza también son insufribles, actitud prepotente, arrogante y carente del más mínimo gusto y sensibilidad taurina; roban a mansalva orejas que deben otorgar porque el público las pide, sin ir más lejos, atracaron a Luis David de manera atroz.

Los gritones y los presidentes son los negros del arroz dentro de un banquete taurino de cinco tenedores.

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