Opinión

¿Puede la reforma educativa ser educativa?


Manuel Bravo
 
"Los niños somos como el cemento fresco, todo lo que dejes caer sobre nosotros dejará huella."
 
 
Alumno de Conafe en Ocozocoautla, Chiapas.Educación es lo que cada quien se apropia (consciente e inconscientemente) de la cultura en la que vive. Es un ejercicio; un arte que se construye de forma personal y en todo momento. Ésta se alimenta primeramente en la psique, en el espacio de la reflexión de las ideas y emociones personales. En segundo orden en el micro-espacio de las relaciones. Y en un tercer orden se cristaliza en las acciones. Esta cadena se retroalimenta constantemente (pensamientos, relaciones, acciones). Concretamente en la escuela, una buena educación se suscita en la mente (el universo de las ideas, de las emociones y los aprendizajes), en el micro-espacio de las relaciones que se desprendan entre alumnos y maestros, y en las reacciones a ello.
 
 
En mi opinión una buena educación es aquella mochila –para algunos liviana y para otros robusta– que te permite sorprenderte en el aprendizaje de quién eres y de quién puedes llegar a ser (cuidado de sí: Foucault). Por eso, una buena educación debe abordar el carácter, la inteligencia, los sentimientos, la libertad (Latapí). Pero también la imaginación, la creatividad, el sentido del humor, la paz interna y por tanto, la felicidad.
 
 
Dicho lo anterior, todo el tiempo nos educamos. Pero, la buena educación, incluyendo la formal (en las escuelas) depende de uno y de las personas con las que uno se relaciona. Y esta relación no es siempre lineal. Con el crecimiento cognitivo y emocional invierte su fórmula con el tiempo. Entre más pequeño se es, más depende uno de las relaciones (sobre todo de los adultos). Entre más adulto se es, más peso adquiere uno mismo (los viajes internos; un hábito razonable de autoexigencia).
 
 
Por tanto, la buena educación reside en el contagio de humanización entre personas. Si aspiramos a una buena educación, entonces la clave reside en las personas.
 
 
El paquete jurídico de leyes secundarias (Ley del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, Ley del Servicio Profesional Docente, y modificaciones a la Ley General de Educación) pretende, entre otras cosas, poner el foco en las personas. Entre otros cambios, lo que se busca es que quienes estén en el aula sepan qué se espera de su trabajo y cumplan ciertos parámetros mínimos que hoy desconocemos si los tienen. Para lograrlo pienso que deberá considerar algunos de los siguientes elementos.
 
 
Primero. Un proceso democrático y técnicamente sólido para construir un buen "perfil de maestro"; no es inmediato. La pregunta clave es ¿qué tipo de maestro queremos todos? Todo maestro debe tener altas expectativa sobre sus alumnos, ser un aprendiz apasionado, alguien que identifica las necesidades de su grupo y de cada uno de sus alumnos, un motivador y sobre todo, alguien que acompañe con afectividad; son personas ejemplares. Existen virtudes y valores deseables que trascienden la geografía.
 
 
Segundo. El mejoramiento de la práctica docente brota más y mejor en un espacio de reflexión y diálogo. Lo importante es que sea un ejercicio "empático y de acompañamiento" de quien hace la evaluación y de "apertura al diálogo" de quien recibe la retroalimentación. Sólo así, el evaluado puede apropiarse reflexivamente de los elementos que valora apropiados y es así como transforma su práctica.
 
 
Tercero ¿Cómo evaluar el trabajo docente? Hoy tenemos la total certeza de que poco sabemos sobre evaluación. En educación debemos manejarnos con humildad. Sabe uno lo suficiente en educación, cuando reconoce que sabe muy poco. Existen muchas formas de implementar y mezclar instrumentos en una evaluación docente. Si lo que buscamos son diálogos reflexivos entre maestros, entonces las personas encargadas de evaluar serán claves. Si el INEE conforma un equipo de evaluadores que favorezca el diálogo-reflexivo con los maestros, la reforma tendrá grandes avances.
 
 
En muchos contextos familiares de todas las clases sociales la escuela representa un refugio. Es cierto que los maestros no son los únicos responsables de la buena educación, como ya he mencionado, pero sí son los actores más poderosos en la esfera escolar a pesar de los contextos: deben asumirse a sí mismos como los líderes de una buena educación.
 
 
La autocompasión y las bajas expectativas solamente limitan a los alumnos. Un maestro es y puede ser un actor ejemplar para la resiliencia infantil; mostrarles una cara distinta de lo que pueden ser, distinto al contexto en el que viven. La riqueza de la educación y de las relaciones (aprendizajes) dependerá de las personas que incorporemos al servicio y no en elementos periféricos.
 
www.mexicanosprimero.org
 
Investigador de Mexicanos Primero.
 
 

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