Plaza Viva

En las campañas también hay acuerdos

Quizás es momento de bajarle el volumen a los gritos que enmarcan el desacuerdo y estar más atentos a las ideas que, por más que suene difícil, acercan a todas las candidaturas.

En medio de la batalla electoral más grande que ha presenciado nuestro país, es común que las sutilidades queden fuera del ojo público. Pasa que le dedicamos mucho tiempo a lo estrambótico, a los antagonismos, a las acusaciones, a lo extravagante y a lo ruidoso, pero pocas veces prestamos atención al acuerdo y a lo compartido entre los rivales. ¿A qué me refiero? Sencillamente a que, incluso en esta elección tan polarizante, existen acuerdos sobre el curso del país. Al día de hoy los contendientes a la presidencia de la República tienen varios puntos en común. Aquí quisiera señalar dos grandes consensos que he detectado y una pregunta por responder que podrían ayudarnos a entender mejor sus rutas a seguir de llegar a la silla presidencial.

En primer lugar es importante señalar el primer gran consenso: el diagnóstico de crisis de todas las fuerzas políticas. En México hay una emergencia nacional y todos la reconocen, desde luego con sus matices. Todos los partidos señalan que necesitamos mejorar en lo referente a nuestro desempeño de crecimiento económico, detectan un estancamiento en el desarrollo y aceptan que necesitamos sacudir nuestras apuestas productivas. Cada quien tiene a sus referencias, sus pecados, sus gurús y sus culpables.

En algunos casos la causa proviene de fuerzas incontrolables, caprichosas y externas, un océano internacional huracanado que ha sido complicado de sortear, empero está la promesa de que pronto se divisará un puerto pacífico; en otros espacios se hace énfasis en la falta de incentivos fiscales, en la elaboración de mayor infraestructura para el desarrollo, en facilidades de pago de impuestos; en otros se señala a la falta de impulso al mercado interno, a la precarización de quien trabaja y a un sistema político rapaz que ha usado lo público para enriquecerse.

A final del día nos encontramos con tres visiones de país, tres forma de resolver el estancamiento económico y tres maneras de entender al desarrollo. A pesar de ello, hay un atisbo de acuerdo entre los tres candidatos más visibles que vale la pena señalar: México tiene que cambiar su paradigma productivo para poder acabar con la pobreza, la desigualdad, la violencia y la catástrofe ambiental. Todos coinciden en que no hay manera de seguir con la misma estrategia.

El segundo gran punto que une todas las plataformas políticas tiene que ver con las finanzas públicas, otro consenso que debe reconocerse. En todos los casos se habla de la reestructuración, de la necesidad de hacer más austero el aparato gubernamental y que es imprescindible acabar con los privilegios dentro de dicha esfera. Los cálculos de los ahorros varían, pero en todos se acepta que, de concretarse, se lograría un gran respiro para el país.

No deja de ser revelador que las fuerzas políticas que han gobernado las ciudades más importantes de la nación o que han estado en la administración federal señalen que aquí radica uno de los principales males. Saben que donde está la cartera (pública) está el corazón. Dime en qué gastas y te diré cuáles son tus prioridades.

Un cruce de estos dos grandes consensos nos lleva a una pregunta razonable: De no ganar la elección, ¿estarían dispuestos a trabajar las reformas necesarias para lograr que se cumplan los objetivos de ambos consensos? Cada partido podrá juzgar como incompleto el programa del otro. Sin embargo, este país necesita de generosidad política y madurez para poder responder a esta pregunta. Necesitamos discutir en público la manera en que vamos a revolver estos dos grandes consensos.

Sea cual sea el diagnóstico que compartas, habría que reconocer que nuestro país requiere de reformas y una discusión nacional respecto del papel que juega el gobierno federal sobre sus contrataciones burocráticas, sobre salario mínimo, sobre las restricciones para abrir una empresa, sobre las licitaciones y adjudicaciones en obra pública, sobre la asignación de recursos públicos a discreción a través del famoso Ramo 23, y claro, sobre la corrupción dentro de la gestión pública, entre muchos temas más.

Si tenemos dos grandes consensos, lo mejor sería tener dos grandes acuerdos. Frente a la emergencia, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Quizás es momento de bajarle el volumen a los gritos que enmarcan el desacuerdo y estar más atentos a las ideas que, por más que suene difícil, acercan a todas las candidaturas.

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