Opinión

Orquesta de Minería: Verdi sacro


 
 
José Noé Mercado
 

Giuseppe Verdi (1813-1901) era un hombre generalmente agnóstico, en particular ateo, pero no menos espiritual y sensible a las interrogantes metafísicas y acaso divinas o al menos religiosas. Ello puede rastrearse en su vida personal tanto cuanto en su obra operística. Y, sin duda, puede apreciarse en detalle en su música sacra, si bien fuera de su Réquiem no es frecuentemente interpretada.
 
 

Porque casi siempre se piensa en Verdi como una referencia operística: teatral. Y ciertamente es en la lírica donde el Osso di Busseto tomó la estafeta de la escuela musical italiana para llevarla a un esplendor romántico en el siglo XIX gracias a su catálogo cercano a la treintena de óperas que incluye algunas tan populares como Rigoletto o La traviata.
 
 
Sin embargo, su no muy abundante número de obras de tinte religioso, a la sombra del resto del corpus verdiano, puede entonces considerarse una curiosidad propicia para interpretarse —¿si no este año, cuándo?—, en el marco del bicentenario natal de Giuseppe Verdi que en 2013 se celebra en buena parte de los escenarios operísticos del mundo.
 
 

En ese contexto podría entenderse el par de conciertos extraordinarios de apertura Temporada 2013 que ofreció la Orquesta Sinfónica de Minería, de la mano de su director titular Carlos Miguel Prieto, los pasados 6 y 7 de julio en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, y que incluyó la participación estelar de la soprano rusa Maria Gavrilova —quien sustituyó a la mexicana María Alejandres, ya que canceló su actuación semanas atrás— y del Coro del Teatro de Bellas Artes, bajo la dirección huésped de Pablo Varela.
 
 

El programa, que podría suponerse de escasa pirotecnia o parafernalia por el melómano verdiano típico (ese mismo que no siente necesidad alguna de soltar Rigoletto o La traviata), además de mostrar un repertorio poco frecuentado de un compositor señero, igualmente permitió reparar en el despliegue técnico de Verdi —uso de la polifonía, de la fuga, o de la escala de Crescentini o escala enigmática, por ejemplo—; es decir, en el dominio de herramientas musicales y de redacción vocal traducidos en una fuerza sonora expresiva y dramática de particular poderío: verdiana.
 
 
Las cuatro piezas sacras: 'Ave Maria', 'Laudi alla Vergine Maria', 'Te Deum'y 'Stabat Mater' (las dos primeras a capella), tuvieron una destacada interpretación del Coro del Teatro de Bellas Artes por la precisa compaginación de las voces y la belleza de la textura alcanzada.
 
 
De Nabucco y La forza del destino se tocaron las oberturas y de la segunda Gavrilova abordó 'La Vergine degli angeli'; la soprano rusa también interpretó otro 'Ave Maria' y de I Lombardi alla Prima Crociata, 'Salve Maria'; de Otello, asimismo, el 'Ave Maria' de Desdémona, para concluir con el 'Libera me', originalmente compuesto por Verdi para el proyecto de Messa per Rossini que no llegó a puerto nunca, y que terminaría ulteriormente como parte de su Requiem en honor de Alessandro Manzoni. El coro y la orquesta a petición del público brindaron como encore el célebre 'Va, pensiero' de Nabucco.
 
 

La voz de Gavrilova corrió por la sala Nezahualcóyotl con opulencia y control, incluso de cierto vibrato ligeramente ancho en el registro medio. La soprano bordó su canto con sutilezas y matices, con inteligencia y pleno entendimiento y transmisión de los textos, que concretaron cálidas interpretaciones.
 
 
La batuta de Carlos Miguel Prieto mostró musicalidad y una corrección tan diáfana que por momentos llegó a la asepsia. Para destacar el trabajo emotivo de las percusiones, en especial el de Gabriela Jiménez en los timbales.
 
 
La Temporada de Verano 2013 de la Orquesta Sinfónica de Minería, integrada por destacados atrilistas de las mejores orquestas del país, continuará en el mismo recinto los fines de semana hasta el 1 de septiembre (sábados, 20 horas; domingos a las 12 horas); e incluirá en total nueve programas, además de un concierto infantil el 24 de agosto.
 
 
 
 
 

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