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En el deporte, más de lo mismo

Ana Gabriela Guevara, como en su momento Raúl González, llega al edificio de la Conade por sus logros deportivos y no por sus conocimientos de la estructura pública deportiva, analiza Ana Gabriela Guevara.

La razón principal por la que los presidentes mexicanos no han invertido ni pensado en el deporte es su corta visión de Estado. No lo han impuesto como una prioridad porque los éxitos, eventualmente logrados, se notarán mucho tiempo después de que dejen el cargo. Desde el comienzo de sus administraciones, los mandatarios buscan cumplir promesas de alcance inmediato que hagan sentir a los ciudadanos que están trabajando en lo apostado en las campañas. Así, seis años después de su toma de posesión encabezan la lista de logros los avances en infraestructura, las nuevas carreteras y los nuevos hospitales; las recién creadas universidades y los más recientes complejos culturales.

El deporte tiene la mala fortuna de no ser visto. Los presidentes mexicanos, equivocadamente, suponen que las medallas olímpicas son un buen reflejo de lo que hicieron en materia deportiva. Por eso, otra vez erróneamente, imponen en el despacho federal a atletas que lograron preseas olímpicas o mundiales. Que gozan de la admiración popular y que, suponen, deben conocer a detalle cómo funciona un aparato público para el fomento de las actividades deportivas y de cultura física. La realidad -desde que fue creada la Conade- es que los ex deportistas y ex entrenadores -alguno convertido en empresario de albercas- no han estado a la altura de la responsabilidad. La Conade no ha cumplido con su misión en 30 años: más de la mitad de los jóvenes mexicanos no practican deporte; la mitad de los municipios del país no cuenta con una instalación deportiva y menos con un entrenador, y los niveles de sobrepeso en la población abierta son de espanto.

Andrés Manuel López Obrador incurre en el mismo error que Carlos Salinas de Gortari: Ana Gabriela Guevara, como en su momento Raúl González, llega al edificio de la Conade por sus logros deportivos, no por sus investigaciones y conocimientos en la administración de una complicadísima estructura pública en la que, confusamente, participan la Conade, la Confederación Deportiva Mexicana, el Comité Olímpico Mexicano, las Federaciones Nacionales, los institutos del deporte de los estados y de los municipios. No habrá cambios en este sexenio. Por la misma razón: si los hubiera, en serio, se notarían en 2040 o después. El pragmatismo de López Obrador no aceptaría el discurso de los cimientos, de las bases, de una verdadera transformación: él quiere verla para ver a su gobierno, solamente a su gobierno.

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