Mauricio De Maria Y Campos

Crisis económica, de identidad y gobernanza en UE, Norteamérica y México

 

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A la memoria de Benito Bucay, un gran mexicano universal.

Con el fin de la Guerra Fría la evolución de Europa estuvo marcada por un proceso de integración que disolvió fronteras económicas, promovió la convergencia e inclusión política y social; suavizó viejos ímpetus étnicos y nacionalismos; redujo desigualdades económicas dentro y entre los países e impulsó nuevas identidades regionales y globalizadoras. La Europa de los 28 se convirtió en un símbolo y ejemplo para el resto del planeta.

A partir de la crisis de 2008 el crecimiento y el bienestar de Europa se han detenido y la Unión Europea está hoy en entredicho. El Brexit  es tal vez el ejemplo más contundente; pero se trata de una problemática generalizada. En todos los países han surgido partidos políticos y movimientos de derecha, en ocasiones con dimensiones regionales y étnicas, que representan a grupos de la población insatisfechos con su afectación económica y social, recelosos de los inmigrantes, proclives a encontrar chivos expiatorios en minorías étnicas o religiosas, antiglobalizadores y antieuropeos.

Ello es obvio en Europa del este, las repúblicas nórdicas y los Balcanes. Pero sin duda ha alcanzado ya a los países más sólidos y prósperos como Alemania, Suecia, Francia y Austria, que han tenido elecciones recientes alarmantes, advierten la fragmentación de su sistema de partidos políticos y comparten el fin de las viejas alternancias y alianzas de demócratas cristianos y sociales demócratas, en detrimento de la democracia y la gobernanza. La crisis griega, el Brexit, la rebelión autoritaria de Polonia y Hungría, la llegada de Macron al poder, el crecimiento inesperado del Partido Alternativa por Alemania, la crisis de Cataluña y España y el domingo pasado la victoria de la derecha en Austria son las mejores muestras de que la Unión Europea y sus países integrantes se enfrentan a grandes desafíos de identidad, reforma política y gobernanza.

En Norteamérica estamos comenzando a comprobar desde hace tiempo y ahora tras de la campaña política presidencial en Estados Unidos (EU) y las elecciones de Trump un proceso igualmente preocupante.

La Comunidad Económica Europea y más tarde la UE dieron lugar a una mala replica: el TLCAN, que se concentró y tuvo éxitos relativos en los ámbitos del comercio y las inversiones, pero dejó a un lado las cuestiones claves de los libres flujos de personas y trabajadores, las inversiones en infraestructura física e institucional, los desafíos del cambio tecnológico y la convergencia en los niveles de bienestar económico y social.

La expansión del comercio de bienes y servicios y de las inversiones no permitió niveles de crecimiento y empleo significativamente mayores para cada país a los que teníamos antes de iniciar el proceso, ni una plataforma común de expansión internacional; mucho menos la convergencia en los niveles de bienestar económico y social, que estimulara una identidad regional (en este caso 'norteamericana').

Por el contrario, a falta de medidas compensatorias y cohesión entre los tres países y sus territorios y poblaciones integrantes y ante la emergencia y fortaleza creciente de China, India y la región asiática en su conjunto, como la región productora, exportadora y generadora de innovación mundial por excelencia, se ocasionaron volúmenes inesperados de desempleo, mayores brechas de desigualdad y resquemores internos, que generaron parálisis y reacciones equívocas
-como el frustrado TPP, y desembocaron en las últimas elecciones en EU, con la victoria de Trump- un impredecible y belicoso populista, racista, enemigo del medio ambiente, antiglobalizador (America First).

Canadá, con un sistema político, económico y social más incluyente, ha podido sortear mejor esos problemas -incluyendo el desafío separatista de Quebec-, aunque no está exento de riesgos regionales y el descontento de grupos marginados y de una gran dependencia financiera y comercial de su poderoso vecino del sur. Por ello actúa ahora, primero que nada, en atención a sus propios intereses, no obstante, los mensajes de afecto a nuestro país.

México ha sido afectado negativamente por esa evolución. Nuestro estancamiento estabilizador y los crecientes niveles de desigualdad interna y regional, de precariedad laboral y de dependencia de exportaciones respecto al mercado de EU -sobre todo de empresas de capital extranjero-, Asia y Europa -y de importaciones de ese país de alimentos, energía, manufacturas y servicios nos han hecho particularmente vulnerables y dejado escaso margen de maniobra-. Lo estamos constatando en estas negociaciones para 'modernizar' el TLCAN y rescatar lo alcanzado en la industria automotriz y algunos otros sectores.

En el fondo de nuestra problemática está la creencia equivocada de que podemos seguir por la ruta improductiva y excluyente de vastos grupos de población y regiones olvidadas durante los últimos 30 años; de que podemos convencer a Trump de que le conviene querernos                    -considerando sus grandes exportaciones de productos agropecuarios y energéticos (aunque sepamos que no nos quiere)-; y de que EU correrá con el precio político de acabar con el TLCAN, siendo que no hay tal y corresponde a México definir a dónde quiere ir y levantarse de una mesa de negociación que no conduce a ningún lado.

También nos debilita, como señaló Jorge Castañeda en EL FINANCIERO el viernes pasado, el anuncio de que poseemos armas de negociación como la cooperación en materia de migraciones, tráfico de drogas, terrorismo y seguridad y abstenernos de utilizar esos recursos
-con todos los costos y riesgos inherentes- y por el contrario, agregaría yo, el mostrarnos innecesariamente 'cuates', como en el caso de Corea del Norte.

¿Cuál va a ser nuestra próxima muestra de complacencia frente a la ampliación permanente de demandas inaceptables de Trump en la negociación del TLCAN? ¿Salirnos de la UNESCO?   

¿No habrá llegado la hora de implementar un verdadero plan B de corto y largo plazos; de enseñar los dientes que aún nos quedan; en vez de tratar de 'espantar con el petate del muerto' y esperar a que el destino nos alcance en nuestra balanza comercial y en nuestras crecientes desigualdades dentro de Norteamérica?

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