Gestión de Negocios

Gastos vemos, madurez analítica no sabemos…

El columnista da tips para ser conscientes de lo que gastamos, cómo y por qué los gastamos.

El ser humano aprende primero a gastar, después a trabajar y, tiempo después, a ganar dinero.

Desde muy temprana edad identificamos la sensación de placer que produce el acto de comprar. No importa el grado real de necesidad, el uso pretendido o la durabilidad estimada. A la grandísima mayoría de los seres humanos nos produce un placer particular gastar en aquello que queremos.

Aprender a hacerlo, sin embargo, no es sólo el acto de sacar un billete para pagar. Implica tener conciencia de la naturaleza de cada gasto y la solvencia adecuada para poder pagar esos gastos de forma oportuna y saludable. Con honrosas excepciones, aprendemos a gastar responsablemente en la etapa adulta.

¿Cómo analizar los múltiples gastos de la vida para concientizar lo que estamos haciendo antes de ejecutar un gasto con plena conciencia de lo que se está haciendo? Aquí una forma práctica para clasificar los muy diversos gastos a partir de tres simples preguntas:

1. ¿Es una necesidad? ¿Es algo que resguarda tu existencia? En caso afirmativo, obedece a las cuestiones básicas que requieres para el sustento en un nivel de vida básico. Necesitas comer, vestir, transportarte, un techo para vivir y cierta dispersión y descanso. No hay duda de ello, pero no necesitas consumir el lugar o la marca high end para ese propósito.

Cuando alguien quiere tener, y en el mejor de los casos mantener, un nivel de vida arriba de lo básico, migramos rápido a la siguiente pregunta.

2. ¿Es un gusto? Entonces es una apreciación particular de algo que para ti es placentero. Obedece a preferencias puntuales que has ido acuñando a lo largo de tu existencia y que se convierten vertiginosamente rápido en un set de predilecciones.

Gastar en gustos implica definir el acto por marcas, por determinados diseños, por agregados que ofrecen placer adicional en el uso o goce de tal o cual producto o servicio. No es algo que, en estricto sentido, se necesite. Es algo que se prefiere o se quiere.

3. ¿Es un capricho? En caso afirmativo, responde a un deseo intensivo de materializar algo (en el caso que nos ocupa, una compra), independientemente de si resiste análisis o no. Está más en el umbral de la satisfacción extrema, que de las necesidades o gustos ordinarios.

Los caprichos, además, suelen exigir y en algunos casos presionar la capacidad económica del sujeto, independientemente de su respectiva talla económica.

Esta clasificación de gastos no es ni contable, ni lineal. Es una forma de asistir criterios de decisión en el largo proceso de construcción de un mejor nivel de vida financieramente saludable.

Con excepciones de individuos de altísima riqueza personal (muy pocos, por cierto), lo más común es que la mayoría de los individuos nos enfoquemos en generar los ingresos necesarios para pagar cómodamente una combinación personalizada de necesidades y gustos y que ocasionalmente 'nos demos' los caprichos que nuestra capacidad financiera nos permita pagar de manera razonablemente responsable.

Así que la próxima vez que esté ejecutando una compra, sea ésta en el espacio de su vida personal o en el ámbito de su actividad profesional, bien vale la pena detenerse unos segundos para evaluar si es una real necesidad, un gusto meditado o un capricho arrebatado.

COLUMNAS ANTERIORES

Vender fluyendo
¿Qué tanto es tantito en una decisión de negocios basada en la intuición?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.