Despertador

El nuevo momento de Morena

Martí Batres desglosa lo que debe hacer el partido fundado por AMLO para no correr la misma suerte que el PNR, que después se convirtió en el PRI.

Morena nació como la principal fuerza política de oposición. Después de un breve lapso de vida pasará a ser el partido en el gobierno.

Morena y sus aliados han ganado la presidencia de la República, cinco gubernaturas, 19 Congresos Locales, la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado.

Esta realidad ha dado lugar a que algunos analistas identifiquen la nueva correlación de fuerzas con una regresión a los tiempos del carro completo del viejo partido oficial. No es así.

El PNR-PRM-PRI es un partido que nació desde arriba, fue construido desde el Estado. Logró el enorme dominio que alcanzó a partir del cuerpo del Estado.

El fenómeno de Morena es completamente distinto. Nació desde abajo, a contracorriente. Se organizó por distritos electorales, luego por estados y municipios y finalmente hasta por sección electoral.

Surgió como combativa oposición al gobierno y al Congreso, a sus políticas y a sus reformas. Ahora Morena está del otro lado de la mesa. Y debe vivir también un proceso de transformación y adaptación a las circunstancias actuales.

En primer lugar, tiene que sustituir su fuerte disposición para actuar como oposición contestataria por una eficaz capacidad de gobierno. Esto implica un rápido y profundo cambio de mentalidad que implica generar una cultura que obligue a priorizar la capacidad de crear consensos en lugar de imponer su fuerza de mayoría.

En segundo lugar, sin perder la flexibilidad y capilaridad de un movimiento debe pasar a ser una institución democrática y estable.

En tercer lugar, debe fortalecer su identidad político-ideológica, manteniendo un anclaje programático que impida que las presiones propias de la nueva situación de fuerza gobernante la diluya.

Y en cuarto lugar, echando mano de todo su talento político debe convertirse en partido en el gobierno y no en partido del gobierno. Es decir, que debe encontrar su propio centro de gravedad, estructura y funciones para que, en efecto, forje una relación distinta con el gobierno.

A Morena no le toca ser oposición, pero debe construir y mantener un perfil propio que le permita como partido señalar lo que falta hacer. Y le permita al Jefe de Estado gobernar para todos.

Necesita, ahora todavía más que antes, hacer amplias alianzas. Mantener las alianzas que hizo en campaña y conquistar otras. Alianzas electorales, alianzas de gobierno, alianzas legislativas.

Por eso mismo, y por paradójico que parezca, requiere fortalecer su identidad. A mayor amplitud en las alianzas, más necesidad de anclaje.

Y siendo la democracia un componente grande de su horizonte doctrinario, Morena está obligada a constituirse como una institución perdurable dentro del amplio abanico de la pluralidad política del país. Debe trascender la coyuntura de una lucha extraordinaria para dar paso a la formación de un partido histórico que trace un visión de largo plazo para la conformación de un Estado democrático y de bienestar social.

Una fuerza gobernante es, asimismo, una fuerza dirigente. Morena debe tener la capacidad de ir más allá de su propia militancia y estructura. Es necesario reconocer al conjunto de variados interlocutores de la sociedad. El ejercicio político no se agota en la propia actividad partidaria. Hay que hablar con todos. Con empresarios y trabajadores. Profesionistas y financieros. Productores del campo y jornaleros. Ejidatarios y comuneros. Instituciones y movimientos. Migrantes y pueblos originarios. En fin, Morena debe hablar con toda la sociedad, y para empezar con los que no son de Morena.

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