Mario Rodarte

Nuevas hipótesis

 

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Una constante en la historia del avance científico y del conocimiento de la humanidad ha sido el constante cuestionamiento que se hace de las consideradas verdades irrefutables. En la antigüedad esto le costó caro a varios científicos y sabios, quienes cuestionaron las citadas verdades, gracias a su observación detallada de la realidad, a la formulación de nueves preguntas y al planteamiento de nuevas respuestas, lo que los llevó al desarrollo de nuevas hipótesis y de nuevas teorías, hoy comúnmente aceptadas.

En México hemos acumulado varias décadas con un raquítico crecimiento económico, lo que no ha permitido reducir la pobreza ni avanzar en los famosos objetivos del milenio, por más que la verdad oficial trate de imponer su razón. Lo más acertado que se ha logrado en este lapso es la estabilización de la economía y con un poco de buena suerte y ayuda externa, reducir la inflación a mínimos no observados en años. Y algunos se han empezado a pitorrear de este logro, emulando a la autodenominada izquierda y tribus asociadas, quienes culpan a este esfuerzo del bajo crecimiento y el mantenimiento de la desigualdad. Nada dicen de la existencia de monopolios en muchas actividades productivas que afectan el bienestar de los consumidores, con elevados precios y sin generar más empleos, mejor remunerados.

Tampoco se fijan en la ineficiencia del gobierno y en los males que las malas legislaturas le han acarreado a la economía, con leyes absurdas que sólo cargan el presupuesto de gasto, pero no se preocupan ni ocupan en exigir transparencia n rendición de cuentas, mucho menos en evaluar el desempeño de las autoridades y los resultados de los programas que promueven. Al parecer todos quieren gastar más, que el gobierno reduzca impuestos, aumente las deducciones y haga como que promueve el crecimiento con acciones que, vistas de cerca, lo único que promueven es el enriquecimiento de unos cuantos.

A nadie se le ha ocurrido plantear o preguntarse por lo menos, que sucedería si el gobierno redujera su tamaño, dejara de gastar en programas absurdos, eliminara los subsidios discrecionales y las transferencias a ciegas y a cambio reforzara la ley para ampliar la competencia. A nadie se le ha ocurrido siquiera preguntarse cuanto nos cuesta la máxima casa de estudios y algunas otras instituciones no tan máximas y, lo más importante, que obtiene el país y los mexicanos de esto? La respuesta a estas preguntas podría mandar a muchos al hospital y a otros a cerrar Reforma y el segundo piso, en demanda por más espacios para los jóvenes, lo cual es un buen planteamiento, si y solo si se abrieran para los más capaces y los más dedicados. Ya no hay cabida en el país para vividores del sistema.

Estamos viviendo momentos difíciles y se van a poner peor, lo importante es estar preparados, lo cual no implica acumular más reservas o regresar al tipo de cambio a valores por debajo de los 14 pesos por dólar, sino encontrar la forma de hacer al país más atractivo para invertir, incluyendo a los sacrificados empresarios mexicanos, que deberían dejar de quejarse y ponerse a trabajar, al igual que muchos que sólo sueñan con vivir del presupuesto.

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