Mario Rodarte

Crecimiento sin desarrollo

 

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Una de las mayores preocupaciones para quienes defienden los mercados libres, con muy poca intervención del gobierno, es el aspecto de la distribución. Bajo condiciones propicias, el libre funcionamiento del mercado fija los precios, que a su vez determinan quienes tienen acceso a los bienes y servicios producidos y cómo se asignan los recursos productivos de la sociedad. Esto a su vez determina que parte del producto le corresponde a cada factor productivo; esto es, salarios, utilidades y el pago a otros factores. Si todo funcionara así, sin duda estaríamos viviendo un mundo con menor desigualdad y con mayores oportunidades para toda la sociedad y la distribución estaría relacionada también con las capacidades, el esfuerzo y la inteligencia de las personas.

Nunca falta el negrito en el arroz y en la mayoría de las economías emergentes, como ahora se les denomina, se pueden observar extremos indignantes en la distribución del ingreso y las oportunidades, haciendo que mientras unos cuantos concentran riqueza en forma desmedida, las mayorías vivan en condiciones de pobreza, marginación y pobreza extrema, sin oportunidades para mejorar en el futuro.

Hace poco más de dos décadas, el economista Amartya Sen propuso un método para medir la calidad del desarrollo humano, midiéndolo en función de varios factores, que hablan de los logros de la sociedad en cada uno de sus componentes. Esta propuesta le valió un premio Nobel en economía y el método fue adoptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, (PNUD), empezando a medir el desarrollo humano desde el año 1990 y publicando los resultados cada año, lo que también ha servido para establecer los famosos objetivos del milenio en materia de desarrollo.

No debe resultar sorpresa para nadie que quienes destacan en desarrollo humano son los países nórdicos y los más desarrollados, así como tampoco debe resultar extraño que México se encuentre, como casi en todo, de media tabla hacia abajo. Otra de las novedades es que hay movilidad al interior del grupo de economías que son comprendidas en la medición, lo cual se ha debido a que en algunas de ellas se ha logrado estabilizar la economía, promover la creación de empleo y erradicar la inflación. Todo iba bien, hasta que las catástrofes climáticas, el calentamiento global y algunas otras causadas por el hombre, como los conflictos geopolíticos y las guerras han cobrado su debida cuota, provocando la reducción del índice de desarrollo en algunas economías.

Por ello, el PNUD ha enfatizado recientemente que para tener éxito en materia de desarrollo, la política debe dirigirse a desarrollar de manera sostenible las capacidades de las personas y la sociedad para hacer frente a cambios sorpresivos en sus circunstancias, tales como el surgimiento de una crisis, ya sea económica o sanitaria, o a las catástrofes como los huracanes, inundaciones y demás. El PNUD ahonda y dice que en especial las acciones deben enfocarse a reforzar las capacidades de los denominados grupos vulnerables, como los pobres, los trabajadores informales, los excluidos sociales, las mujeres, las personas de edad, los niños, migrantes, minorías y otros grupos.

Con esto nos queda claro porqué México, a pesar de invertir muchos recursos a la famosa política social no avanza en desarrollo humano: primero, porque no hay más crecimiento y segundo, porque la política no se ha focalizado para ayudar a los grupos vulnerables. Con ello garantizamos, por lo menos, otro siglo con pobres y pobreza extrema.

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