Fuera de la Caja

Son los genes

Macario Schettino escribe que la discusión acerca de qué importa más en las personas, si su naturaleza o su crianza, lleva rato, pero la evidencia científica apunta cada vez más al peso mayor de la primera.

Acaba de publicarse Blueprint: How DNA makes us who we are, de Robert Plomin. Tiene un par de semanas, así que no creo que exista aún en español, y no sé cómo lo titularán, pero se trata de cómo los genes determinan en gran medida cómo somos cada uno de nosotros. O, visto al revés, cómo es que nuestro entorno no tiene una influencia muy significativa. Somos nuestros genes y, en mucho menor medida, nuestra historia. Peor todavía, conforme pasa el tiempo, somos más nuestros genes.

La discusión acerca de qué importa más en las personas, si su naturaleza o su crianza, lleva rato, pero la evidencia científica apunta cada vez más al peso mayor de la primera. En buen español: "El que nace pa' tamal…"

Plomin es un psicólogo que durante casi medio siglo ha estudiado la heredabilidad de la inteligencia, el desempeño educativo y otros rasgos, y en este libro no sólo analiza los resultados que ha obtenido, sino cómo ha ido cambiando el enfoque científico y las herramientas disponibles. Repasa los estudios de gemelos homocigóticos (los que tienen exactamente el mismo ADN), los estudios de adopción y, más recientemente, las pruebas que permiten comparar el ADN completo de muchas personas, para tratar de encontrar efectos de múltiples genes en diferentes comportamientos. Los resultados son muy interesantes, pero no serán fáciles de aceptar para muchas personas: somos nuestros genes.

Aunque la evidencia de la heredabilidad es clara (los hijos se parecen a los padres), trasladar lo que vemos en rostros, formas de andar, figura, a características de comportamiento, nos cuesta mucho trabajo. Queremos pensar que la inteligencia, el carácter, las costumbres y los vicios son adquiridos y no de origen. Pero los datos dicen otra cosa. Por ejemplo, Plomin afirma (con base en multitud de estudios) que para los 16 años, la inteligencia de niños adoptados se correlaciona con sus padres biológicos y no con la familia adoptiva. El desempeño educativo, en general, tiene un peso genético de 60 por ciento, y en ciertas disciplinas (lectura, matemáticas y ciencias, justo las que mide la prueba PISA) llega a 70 por ciento.

Esto significa que sólo un 40 por ciento del desempeño educativo depende del entorno, y Plomin sostiene que la mitad de eso proviene de efectos azarosos, circunstancias fuera de cualquier control, que facilitan u obstaculizan el desarrollo. Es decir, apenas 20 por ciento del resultado depende de lo que llamamos "educación".

Los resultados que Plomin cubre de manera muy amplia en su libro no son recientes, han existido desde hace décadas, pero publicarlos y discutirlos es algo muy difícil. Él mismo reconoce que escribe este libro ahora, ya prácticamente retirado, porque tuvo miedo de hacerlo antes. Reconocer el mínimo impacto de los procesos educativos podría haberle costado su carrera académica. Pero la evidencia es contundente y tiene ahora menos que perder. De hecho, creo que hace un gran servicio al publicar este libro, porque necesitamos discutir este tema.

Hace poco más de 20 años, Charles Murray y Richard Herrnstein publicaron The Bell Curve, donde reseñaban la información disponible entonces, que ponía en evidencia diferencias en inteligencia (es decir, lo que miden los tests) entre grupos de origen étnico distinto. Fueron descalificados por racistas, principalmente por quienes nunca leyeron el libro ni intentaron verificar la información. Murray ha escrito más al respecto, recientemente Coming Apart, que también vale la pena. Gregory Clark, economista, ha publicado un par de libros con investigación histórica acerca de cómo diferencias en supervivencia y reproducción pudieron haber sido determinantes en el ascenso de Inglaterra en el siglo XVIII (A Farewell to Alms; The Son also Rises).

Hay algo que discutir y no queremos hacerlo.

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