Fuera de la Caja

Resistencia ciudadana

Macario Schettino escribe que cuando los ciudadanos abandonan la política, el poder se concentra todo en una sola persona; ahora se puede ver en tiempo real.

Nadie puede tener duda de la legitimidad del triunfo de López Obrador. Por eso, al hablar de resistencia no se convoca a rebeldía o desobediencia, sino sólo a ofrecer los contrapesos que desafortunadamente fueron borrados el 1 de julio. Sin esos contrapesos, la naturaleza del poder es abusar, rebasar los límites y destruir instituciones. El resultado final es negativo, incluso para la mayoría de quienes ejercen el poder.

El camino para resistir debe entonces seguir la ruta institucional. Por eso el martes propusimos que todo aquél que considere que el poder está abusando y dañando sus derechos, actúe por la vía legal. Aunque en México estamos lejos de contar con un Estado de derecho pleno, algo se ha avanzado en los últimos 25 años, y la autonomía de la Suprema Corte se ha consolidado. Mientras más se use esa ruta, más despejada estará. Una Corte actuante será más difícil de doblegar.

En segundo lugar, hay que evitar que el camino de la política se aleje demasiado de la democracia. Aunque la ola global juega en contra, y las 'democracias iliberales' avanzan, hay que resistir. Democracia no es sólo votar, es contar con opciones en igualdad de condiciones, con fuentes de información independientes y confiables, con garantías para el ejercicio del voto y su contabilidad, y con amplios derechos políticos, especialmente libertades de opinión y reunión. Las consultas del nuevo gobierno no son democráticas, hay que decirlo y rechazarlas. Y lo mismo hay que hacer con medidas orientadas a 'iliberalizar' nuestra democracia, como el remedo de 'revocación de mandato', limitaciones al financiamiento a partidos, los partidos-ficción y varios otros que irán apareciendo.

Ayer comentamos acerca de la zona en que puede iniciar la resistencia política, y la lógica mínima de la que debe partir (reconocimiento de inseguridad y corrupción, impulso de la modernización, calidad política).

Pero muchas personas se preguntan qué puede hacer un ciudadano. Curiosamente, algunos lo han preguntado desde hace décadas y no parecen encontrar la respuesta. No es extraño, considerando que México tiene una experiencia democrática tan breve e imperfecta. Sólo de 1996 a 2018 hubo democracia en México y federalismo, por cierto. No creo que ningún momento previo en nuestra historia pueda ser acusado de democracia, aunque sí tuvimos un corto tiempo de federalismo: justo cuando perdimos la mitad del territorio (1846-1848).

El sostén de la democracia es la existencia de organizaciones sociales intermedias. Todas: desde clubes deportivos hasta colegios de profesionistas, pasando por iglesias, salones de baile y lo que usted guste. Hay muy poco de esto en México, y mucho de lo que hay ha sido más el reflejo del autoritarismo político: clubes que son negocio, colegios para tener puestos, cámaras empresariales para brincar a la política.

Hay que construir ese tramado social. Convierta su hobby en una actividad social, transfórmelo en un núcleo de la democracia, con reuniones periódicas, intercambio de opiniones, objetivos comunes (pequeños y cumplibles), y poco a poco extiéndalo a más personas, más actividades, más reuniones y mejores objetivos. Rompa su círculo social tradicional, incluya personas que piensen diferente, paulatinamente.

Es un camino lento, pero es el que funciona. Si quiere actuar más rápido, además de eso acérquese a un partido político. Muchas personas prefieren no hacerlo, porque creen que la política ensucia. Bueno, pues cuando los ciudadanos abandonan la política, el poder se concentra todo en una sola persona. Ahora lo puede ver en tiempo real.

Reitero, no se trata de rebelarse ni de iniciar desobediencia civil. Se trata de construir contrapesos indispensables para el mantenimiento de libertades y derechos. Se trata de resistir un potencial abuso de poder. Nada más eso.

COLUMNAS ANTERIORES

Votos
Resultados y popularidad

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.