Fuera de la Caja

Los adioses: Peña

Macario Schettino escribe que Peña Nieto no entrega un país moderno (como suponía lograr con el Pacto por México), ni con instituciones democráticas funcionando (como lo recibió).

Aunque los priistas siempre han considerado a Zedillo como un traidor, que permitió el triunfo de Fox en 2000, y con ello la primera derrota del partido en ese nivel, quien los entierra no es ese tecnócrata, llegado al poder de la mano de Carlos Salinas, a quien sí enfrentó. Quien termina con la vida del PRI es un político de toda la vida, proveniente del núcleo más tradicional del viejo régimen: Enrique Peña Nieto.

Después de la elección de 2006, que dejó al PRI en los huesos, Peña Nieto tomó control de la siguiente sucesión. De entrada, organizó un grupo que la prensa calificó como la 'marea roja', que se fue a las entidades donde habría elecciones para asegurarse el triunfo para el PRI. Operadores electorales, con dinero en abundancia, ganaron en 2007 las elecciones en Michoacán, Campeche, Yucatán, Colima, Nuevo León y San Luis Potosí. Al año siguiente, en Chihuahua, Hidalgo, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala y Veracruz. Los gobernadores favorecidos por Peña se convirtieron en su apoyo rumbo a 2012, al interior del PRI. Varios de ellos también financiarían esa elección y aprovecharían para desfalcar a sus estados a un nivel no conocido antes. Hoy, unos pocos están sujetos a proceso.

Pero Peña Nieto entendía que necesitaba, además del control del PRI, una presencia pública que no tenía. La obtuvo a través de la televisión. Ahora tal vez no se recuerde, pero sus promocionales en Televisa fueron más que abundantes. Al inicio de la campaña, la imagen era Angélica Rivera, actriz de telenovelas, que terminó casándose con Peña Nieto.

La ventaja con la que llegó al proceso de designación de candidatos le permitió un triunfo holgado y después ganar la presidencia, frente a un PAN que quedó lastimado por la actitud de Felipe Calderón, y a un López Obrador que entonces pocos querían.

El arranque del gobierno de Peña Nieto fue muy interesante por la aparición del Pacto por México, una coalición política que permitió destrabar reformas estructurales que llevaban 15 años esperando. Contó para ello con las rupturas en PAN y PRD. En ambos partidos, la dirigencia buscaba separarse de sus hombres fuertes, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, de forma que aceptaron unirse al Pacto. En términos legislativos, fue un éxito. En términos políticos, fue un grave error. Aunque parecía que esas rupturas debilitaban a los partidos de oposición, y con ello alimentaban el potencial éxito del PRI, lo que finalmente ocurrió es el debilitamiento del sistema de partidos, cuando este último regresó a su comportamiento tradicional: soberbia, corrupción, ineficacia.

Sin un sistema de partidos funcionando correctamente, la ola populista global se hizo presente en México. López Obrador pudo sumar a sus 15 o 16 millones de votantes de siempre otro tanto igual, producto de la fractura del PAN, del enojo y de una última fuga del PRI.

Peña Nieto no entrega un país moderno (como suponía lograr con el Pacto por México), ni con instituciones democráticas funcionando (como lo recibió). Peña Nieto entrega el fracaso del tercer intento de modernización de México. En ese sentido, y con todas las diferencias personales que usted identifique, termina en un grupo selecto en el que están Agustín de Iturbide y Porfirio Díaz, culpables del fracaso de los dos intentos previos de modernización. Aunque el primero haya logrado la independencia de México, y el segundo el periodo de estabilización y crecimiento más importante, su legado histórico no es ése: es el fracaso.

Lo mismo ocurre con Peña Nieto, y más allá de su tragedia personal por ello, es un costo brutal para el país. Adiós, Enrique Peña Nieto.

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