Fuera de la Caja

Libertad, movilidad y redes

      

1

Hasta donde sabemos, durante los 15 mil años que llevamos viviendo en grupos grandes, la posición en que uno nacía determinaba el resto de la vida. Si usted nacía en el grupo gobernante, su futuro era gobernar, si lograba sobrevivir a las disputas por el poder, que no eran tan civilizadas como ahora. Si nacía entre los más pobres, así seguiría por el resto de su vida, a menos que un golpe de suerte le permitiera salir a través de la guerra o la religión, únicos caminos de ascenso, muy estrechos. Si nacía esclavo, a menos que su dueño lo liberase, moriría esclavo.

La posibilidad de hacer una vida diferente de la que indicaba el nacimiento es una idea moderna nacida en las ciudades. Nacer en la ciudad implicaba no ser campesino, y eso significaba no estar atado a la tierra. En la ciudad se podía vivir de algún oficio, o entrar en esos dos estrechos caminos de ascenso social que le comentaba: ejército y religión. Pero aun en las ciudades, durante la mayor parte de nuestra historia, las personas no tenían muchas opciones. La jerarquía del poder estaba claramente definida, y atentar contra ella era una muerte segura.

Por eso tantas personas querían moverse a las ciudades a pesar de que la vida en ellas era más insegura, por la violencia y las enfermedades. Frente a la vida brutal del campo, era el paraíso. Y por eso cuando empieza la producción industrial hay tantas personas que quieren participar en ella, permitiendo a los primeros industriales abusar impunemente. De ahí las historias de Dickens o Marx de la primera mitad del siglo XIX. Pero el desplazamiento a las ciudades también significó un reacomodo del poder, que paulatinamente permitió a estos campesinos transformados en obreros vivir un poco mejor. Y sus hijos y sus nietos fueron libres de elegir su vida.

La libertad es entonces la posibilidad de vivir una vida que el nacimiento no determina. Una vida sin las restricciones jerárquicas que nos acompañaron por 15 mil años. Es una libertad política, en tanto que se trata de limitar el poder de unos sobre otros. Debido al peso excesivo que algunas interpretaciones le dan a la economía, hay quien cree que esa libertad requiere también libertad económica. No hay duda de que hay arreglos económicos que permiten más o menos libertad, pero el origen de ésta es esencialmente político: se limita al poder para eliminar los estancos, castas o corporaciones que impiden la movilidad social, que es un paso indispensable para la libertad económica. Si las leyes o costumbres de una sociedad no permiten que una persona pueda moverse fuera de su grupo de nacimiento (como quiera que éste se defina), mucho menos permitirán que pueda dedicarse a la actividad que desee.

Esta confusión es la que está detrás de los fallidos experimentos comunistas. Al limitar la libertad política, la libertad económica se hace imposible, y la economía tarde o temprano se derrumba. Al contrario, la libertad política abre espacio a la libertad económica, que se traduce en mayor productividad y en crecimiento. Por eso las únicas épocas de crecimiento económico en la historia humana coinciden con tiempos de libertad política, especialmente en los últimos dos o tres siglos.

Lo que nunca habíamos visto es un grado de libertad política como la actual, propiciada por las redes sociales. Si hace 500 años una persona rara vez viajaba a más de 30 kilómetros de su lugar de nacimiento, y durante el siglo XX eran pocos los que conocían otros países, hoy todos, literalmente, están en contacto con el mundo entero.

No tenemos idea de cómo administrar eso.

Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey.

Twitter:
@macariomx

También te puede interesar:
A la medida
El ataque
Deterioro y alianza

COLUMNAS ANTERIORES

Ya se van
Engañados

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.