Tiro al blanco

El amor y el odio por el Real Madrid

Al final, todo lo que pase con el Real Madrid es relevante. Nada hay que hacer respecto a la oleada de reacciones que generarán los máximos ganadores de la Champions con 14 títulos.

Antes de empezar, quiero puntualizar que este texto no pretende defender ni atacar al Real Madrid, solo quiero tratar de explicar los sentimientos que produce el equipo blanco para sus fieles seguidores y para sus recalcitrantes adversarios.

El miércoles, el árbitro que pitó la Final de Mundial de Qatar 2022, Szymon Marciniak, cometió un error grave al minuto 103 al pitar un fuera de juego señalado por su asistente sin dejar terminar la jugada. Con el silbatazo, se declaró jugada muerta y los futbolistas del Madrid se quedaron estáticos cuando el balón le cayó a Matthijs de Ligt y lo pateó con dirección a la red. Algunos jugadores del Bayern Múnich celebraron tibiamente, pero la mayoría se dirigió al árbitro con furia para reclamar el despojo del que se sentían objeto.

Hay que quitarse máscaras. De Ligt ya sabía que la jugada estaba muerta cuando pateó el balón a puerta. De hecho, el pase previo de Thomas Müller ya se hizo con la jugada muerta, incluso ese cabezazo ya no valía. La polémica existe porque hay un error en el momento de marcar el offside. Esto ha hecho que las redes sociales se vuelquen a atacar al Madrid o, en su defecto, a defenderlo. El diario Sport, en su página web, de forma vergonzosa, tituló así: “¡Robo en el Bernabéu! Gol legal anulado al Bayern en el último minuto”, un encabezado completamente desproporcionado porque, primero, no hay gol porque la jugada nunca terminó y, después, porque no podía asegurarse si la jugada era o no fuera de juego. Varias cuentas en X señalaron, basados en sus vectores, que había posición ilegal; la versión inglesa de Bein Sport, por el contrario, con tecnología, mostró que sí. Es irrelevante. La jugada nunca terminó.

La cuestión es que, es verdad, el Madrid sí ha visto beneficios de pifias arbitrales, algo que provoca que un grupo muy nutrido de aficionados antimadridistas sientan una animadversión exacerbada que no les permite conceder atributo positivo alguno al equipo presidido por Florentino Pérez… Florentino, otro factor que suma al caso.

El actual presidente del Real Madrid es ‘responsable’ de mucha de la animadversión. El directivo llegó al club en una elección posterior a ganar la octava Orejona, en ese mismo verano. Nadie le concedía posibilidades de triunfar frente a Lorenzo Sanz, pero una promesa de campaña, el fichaje desde Barcelona de Luis Figo, detonó el odio -es una palabra fuerte, pero real en muchos aficionados culés- contra Pérez y su Madrid. A billetazos creó a ‘Los Galácticos’ y se llevó a Zinedine Zidane, con quien ganó la novena Copa de Europa. Luego trajo a Ronaldo desde el Inter, apenas unas semanas después de que ganara el Mundial con Brasil. De pronto, el Madrid tenía tres Balones de Oro ‘heredados’ de otros equipos y a los rivales no les gustaba nada la situación.

Después de la llegada de David Beckham, el Madrid entró en época de vacas flacas, el futbol español se igualó -hasta que nació el Barcelona de Frank Rijkaard- y los blancos de Florentino se hundieron y el presidente se tuvo que ir. En 2009, después del triplete de Pep Guardiola, Florentino volvió a presidir al club y le dijo al mundo que él podía todas: fichó a Cristiano Ronaldo, Kaká, Karim Benzemá y Xabi Alonso, y en 2010 contrató a José Mourinho (campeón del triplete con el Inter) con la única intención de acabar con el Barcelona de Lionel Messi, y, con un futbol no verdaderamente popular, lo logró.

Florentino aguantó las salidas de todas esas figuras y, 15 años después, puede presumir cinco Orejonas y, desde el miércoles, una Final más.

Para lograrlo, tuvo que invertir mucho dinero, hacer oídos sordos a todas las acusaciones de corrupción para con la UEFA, con la RFEF, LaLiga, los árbitros… y el gobierno de la Comunidad de Madrid, de España, de Europa y de otros países, como México mismo, y su empresa, ACS, una constructora con negocios en el país. Muchas acusaciones que hacen absolutamente todo el sentido del mundo, pero que nunca han sido debidamente comprobadas ni ha sido juzgado al respecto de ninguna.

Al final, todo lo que pase con el Real Madrid es relevante. Si pierde, es blanco (literal) del escarnio de todos. Da gusto a todos aquellos que no son del Madrid. Si gana, el cómo siempre es importante: si hay un error arbitral, malo; si juega defensivo, malo; si hace goles ‘feos’, malo; si juegan puros extranjeros, malo; ahora incluso hay lamentables memes sobre la cantidad de jugadores afrodescendientes, como si eso fuera malo. Acaban de remodelar el Estadio Santiago Bernabéu y hay fotos en las que se ven partes de la estructura vieja acompañadas de críticas sumamente ácidas para desacreditar la obra que se puede ver en exteriores, gradas, un techo retráctil y pantallas de última generación.

De regreso al motivo de esta columna, el Madrid fue mejor que el Bayern Múnich en lo colectivo y en lo individual. En el Bernabéu, sufrió la anulación de un gol -correctamente por falta de Nacho sobre Joshua Kimmich-, vio a Manuel Neuer salvar sublimemente una portería que debió ser perforada varias -aunque luego pifiara terriblemente en el gol del empate-, gozó una actuación de locura de Vinicius Jr., y todo se fue al caño por un error feo del árbitro; eso demeritó, por decisión de sus detractores, todo lo que los blancos hicieron, no solo en esa serie, sino a lo largo de la temporada.

La conclusión es que nada hay que hacer respecto a la oleada de reacciones que generarán los máximos ganadores de la Champions con 14 títulos. El Madrid seguirá siendo relevante, para bien o para mal, y con eso tendrán que vivir sus aficionados y sus detractores, también para bien o para mal.

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