Democracia Eficaz

Madruguetes electorales

La estrategia de todos los partidos es proclamarse ganadores, dejando de lado la validez de cualquier tipo de conteo de la autoridad electoral.

En su novela La Sombra del Caudillo, publicada en 1928, Martín Luis Guzmán dice que el verbo mejor conjugado de la política mexicana es 'madrugar'. Han pasado 90 años y la treta de adelantarse para sacar provecho sigue muy vigente, sobre todo en elecciones.

La semana pasada se discutió ampliamente la propuesta del INE de modificar el proceso de conteo de votos para dar a conocer un conteo rápido a las 11 de la noche del 1 de julio, día de la jornada electoral. Dijo Lorenzo Córdova, presidente del INE, que el propósito es evitar la especulación y las autoproclamaciones cuando falta información. Tiene razón. Sin embargo, aun la existencia de un conteo rápido, potente y preciso, como será el del INE, es insuficiente para contener las hordas madrugadoras de candidatos y partidos.

En 2016 hubo 12 elecciones de gobernador. Antes de las ocho de la noche ya había más de 20 candidatos que se habían autoproclamado ganadores. Cuando se conocieron los resultados, ninguno de los madrugadores ofreció una disculpa por tan irresponsable actitud, simplemente guardaron silencio.

En sus memorias, el expresidente Miguel de la Madrid (1982-88) platica que la noche del 6 de julio de 1988, día de la elección presidencial cuando compitieron Carlos Salinas de Gortari (PRI), Cuauhtémoc Cárdenas (Frente Democrático Nacional) y Manuel Clouthier (PAN), el presidente del PRI quería salir a declarar el triunfo del candidato oficial. Según la crónica, mientras Salinas quería esperar a tener mayor información, el líder del PRI argumentaba que si no salían a declararse vencedores la gente pensaría que habían perdido y los adversarios tomarían el Zócalo para festejar. Así, para evitar parecer débiles o derrotados, el presidente del PRI declaró a la 1 de la mañana –sin información que lo sustentara– el triunfo "inobjetable" de su candidato.

El 5 de junio de 2017, apenas marcaba el reloj las 18 horas, apareció el presidente del PAN en TV para declarar que habían ganado las tres gubernaturas que se disputaron ese día. ¿De dónde sacó su información, me preguntaba, si las casillas acababan de cerrar segundos antes? Después se supo que su partido había quedado en tercer lugar en el Estado de México y había perdido Coahuila. Su táctica madrugadora le permitió comprar tiempo, adjudicar la derrota a otros y evitar pagar el costo político de haber perdido dos de tres contiendas en disputa.

En 2006, el IFE anunció a las 11 de la noche que la elección presidencial estaba tan competida que era imposible conocer al ganador. Pidió que los candidatos esperaran de forma responsable a conocer el resultado de los cómputos distritales que iniciarían el miércoles. Minutos después del exhorto, Felipe Calderón (PAN) y López Obrador (PRD-PT-MC) –el primero en la sede de su partido y el segundo en el Zócalo de la Ciudad de México– anunciaron que habían ganado. Lo que siguió fue un conflicto postelectoral que duró meses y cuyas secuelas y narrativa todavía nos acompaña en esta elección.

Madrugar la noche de las elecciones es la estrategia dominante de todos, porque si actúas con responsabilidad y esperas los resultados oficiales pagas los costos de parecer derrotado (porque los competidores saldrán a autoproclamarse). También es la estrategia preferida porque no hay costos que pagar. Si pierdes al finalizar los cómputos puedes quedarte callado sin que nadie te exija disculpas; y te sirve en caso de que quieras impugnar. Si al final el Tribunal Electoral valida la elección puedes decir que te la robaron e iniciar tu campaña para la siguiente.

El conteo rápido del INE será el ejercicio más robusto, potente y preciso que se realizará la noche de la elección para proyectar un ganador. No obstante, puede ser irrelevante o insuficiente, políticamente hablando. Si los resultados son abiertos (más de cuatro o cinco puntos entre el primero y segundo lugar), los medios que lleven a cabo encuestas de salida podrán cantar ganador a partir de las ocho de la noche. Si ese candidato es López Obrador, la elección habrá concluido –políticamente hablando– y sus contrapartes seguramente aceptarán el resultado. El conteo del INE pasará a segundo plano en medio de celebraciones en calles y plazas (como ocurrió en 2000).

Si el resultado es cerrado (menos de tres puntos, por ejemplo), el conteo del INE será insuficiente para contener las ansias madrugadoras que recorrerán las casas de campaña. Ante una elección cerrada, los medios que hagan encuestas de salida lo dirán y la tensión política aumentará para conocer el conteo del INE a las 11 de la noche. En ese lapso de tres horas, pueden detonarse no sólo las autoproclamaciones, sino incluso el intento de alguno(s) por desacreditar el proceso y anular, así, el resultado del conteo rápido que no le favorezca. Nuevamente, si el ganador es AMLO el resultado se procesará aunque el margen sea estrecho; si no lo es, el conteo rápido será insuficiente para contener la acusación de fraude.

Los riesgos de la especulación son razón suficiente para que haya conteo rápido a las 11 de la noche, pero es preciso decir –y repetir hasta el cansancio– que aún con información oportuna y precisa, las tentaciones del madruguete o de la descalificación estarán presentes. En esa explicación es importante decir que si hay conteo rápido con la metodología que ha propuesto el INE, siempre habrá algún candidato que cuestione la certeza del método. Y si no hay conteo a las 11 en caso de que el Tribunal Electoral revoque nuevamente el método del INE, esos mismos candidatos podrán acusar al INE de esconder la información.

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