Lourdes Aranda

Las tres opciones de Angela Merkel

   

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En Alemania, como resultado de las elecciones federales de septiembre, Angela Merkel lleva casi dos meses tratando de formar gobierno. Su partido –la Democracia Cristiana (CDU-CSU)– consiguió la mayoría en el Parlamento pero de manera relativa por lo que necesita el respaldo de otras fuerzas políticas. Aunque se da por descontado que la canciller se mantendrá en el cargo cuatro años más, hasta el momento ha habido pocos incentivos para que los partidos opositores la respalden.

Martin Schulz, el líder del Partido Socialdemócrata (SPD) –el segundo más votado– rechazó inicialmente respaldar un nuevo gobierno de Merkel. El SPD ha sido reticente de mantener la coalición con la
CDU-CSU porque se han desdibujado sus posiciones ideológicas, lo que lo ha llevado a perder simpatizantes y a tener un mal desempeño electoral.

Desde 2005, Angela Merkel había gobernado Alemania con una mayoría parlamentaria cómoda que ha 'presidencializado' la oficina del canciller. A diferencia del carácter conciliador de su predecesor –el socialdemócrata Gerhard Schröder– Merkel proyectó al principio la imagen de una 'dama de hierro', austera y sobria. Se afianzó en el poder amparada en la cooperación parlamentaria histórica entre la centroderecha del CDU y la centroizquierda del SPD.

En doce años hemos visto de la mano de Merkel a una Alemania más protagónica en la política mundial. Las decisiones más emblemáticas de la canciller han sido pragmáticas y contundentes; han repercutido más allá de las fronteras de su país. Entre ellas, se cuentan su activo papel en el G-20 o la Unión Europea para lograr la recuperación económica de la Zona Euro, acoger a los refugiados de las guerras civiles en Medio Oriente y África y ser uno de los países que más impulso ha dado a las negociaciones para combatir el cambio climático. Por lo anterior y por la continuidad del gobierno, Alemania ha sido el gran ancla del Occidente democrático, liberal y social, que se contrapone a Trump por un lado y a Putin por otro.

Sin embargo, las elecciones federales de septiembre de este año reflejaron cambios importantes. Las opciones partidistas más radicales –el partido excomunista La Izquierda y la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD)– obtuvieron en conjunto casi 20 por ciento de los asientos del Bundestag. Este desplazamiento hacia los extremos –principalmente hacia la opción xenófoba y racista de la AfD– alerta de que la principal potencia europea no está exenta de que tengan representación en el Poder Legislativo corrientes demagógicas populares, como en otros Estados del continente. Preocupa sobre todo el Este alemán, que guarda semejanzas con los países de la Europa central y oriental, que han virado hacia opciones políticas de extrema derecha.

Merkel trató también de formar gobierno con el respaldo de otros dos partidos: los Verdes y los Liberales demócratas, pero la divergencia de los programas entre los primeros (ubicados a la izquierda) y los segundos (en el centroderecha) descartó esta posibilidad. Como resultado, Merkel tiene tres opciones. La primera sería formar un gobierno minoritario, con su partido como único apoyo, lo que le restaría fuerza frente a un Parlamento fragmentado. La segunda que se baraja es convocar a nuevas elecciones, que posiblemente tendrían un resultado similar. La tercera sería que los socialdemócratas aceptaran reeditar un nuevo pacto.

Esta última es la opción preferida del presidente Frank-Walter Steinmeier. Aunque sus poderes como jefe de Estado son ceremoniales, Steinmeier es un hombre muy respetado en su país y reconocido por sus dotes negociadoras. Steinmeier milita en el SPD, pero también fue ministro de Asuntos Exteriores de dos gobiernos de Merkel. El presidente descarta devolverle la responsabilidad a los electores. Actualmente presiona a la canciller y al dirigente de su partido para que formen un gobierno.

En la mesa de negociación, los socialdemócratas están en una posición más favorable. La canciller tendrá que darles más espacios al designar puestos claves, así como también conferirles mayor participación en políticas emblemáticas, como la económica. Por su parte, sin obviar las preocupaciones más urgentes de los ciudadanos, el SPD tiene que tener altura de miras. Sería una pena que Merkel no contara con el apoyo interno suficiente para seguir desempeñando este papel de liderazgo que ha dado estabilidad a un sistema internacional caótico.

Twitter: @lourdesaranda

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