Lourdes Aranda

Brexit, dos pasos adelante y uno atrás

    

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Desde hace más de un año, el gobierno del Reino Unido ha manejado de manera poco hábil la negociación para la salida de su país de la Unión Europea, el asunto central de su política nacional interna y externa. El plazo se vencerá en marzo de 2019. Mientras que los veintisiete Estados miembros llegarán esta vez como un bloque cada vez más uniforme, los británicos no han superado la fractura interna del referéndum con un acuerdo consensuado que brinde, además, certidumbre a los mercados.

En marzo pasado, la primera ministra Theresa May confirmó ante el Parlamento la activación del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea. En junio, convocó a comicios adelantados para afirmar su mandato y con la convicción de que los británicos respaldarían su liderazgo para conseguir una separación favorable. Sin embargo, las elecciones provocaron la pérdida de la mayoría de los tories en el Parlamento. May no consideró que el Brexit seguía siendo un asunto controvertido y que podría galvanizar a dos grupos que habían permanecido al margen: obreros jubilados y jóvenes. El regreso de ambos a la política fue clave para que los laboristas alcanzaran su mejor resultado en años.

El martes 14 de noviembre el Parlamento discutió el proyecto de ley sobre la retirada del Reino Unido, que confirmó divisiones en el gobierno mismo, entre hawks (Boris Johnson) y doves (Phillip Hammond). El gabinete de May pasa por un mal momento desde el cese del exministro de la Defensa, Michael Fallon, y de la secretaria de Desarrollo Internacional, Pitri Patel. El primero renunció a causa de su involucramiento en un escándalo de acoso, mientras que la segunda se vio forzada a dimitir debido a la revelación de que sostuvo encuentros sin autorización con políticos de alto rango israelíes (Netanyahu entre ellos).

El mismo martes 14 se reunieron en Bruselas los representantes de los veintisiete Estados miembros para sentar las bases de la segunda fase de negociación. El propósito de esta reunión fue delimitar los asuntos que se tratarán en la negociación de la separación y el tipo de relación que tendrán cuando el Reino Unido sea un tercer Estado frente a la UE. En Bruselas hay inquietud porque no se han conseguido avances sustanciales sobre los términos del acuerdo; el negociador de la Unión, Michel Barnier, admite que hay un plan B, en caso de que se descarrile el convenio estipulado. El principal asunto es que no hay acuerdo sobre los pagos que tiene pendientes el Reino Unido al salir del club europeo.

La opinión pública e inclusive miembros de su partido culpan a May de ser un obstáculo para avanzar en las negociaciones y de estar cada vez más debilitada, lo que pone a la Comisión Europea en una posición de ventaja. Esta misma semana 40 parlamentarios tories firmaron una carta para asentar su falta de confianza en su dirigente; de convencer a otros ocho podrían forzar su renuncia. El líder laborista, Jeremy Corbyn, podría ser paradójicamente el beneficiario si se convocara a elecciones. Él, en parte por convicción, en parte por pragmatismo, ha sido el principal (y casi único) impulsor del Brexit entre los laboristas, tradicionalmente europeístas. La idea de Corbyn difiere sólo en grado a la del gobierno: lograr una transición (que no sea una ruptura traumática) que incluya la permanencia en el mercado único y en la unión aduanera. Estos objetivos no son realistas actualmente. Bruselas ha adoptado una posición inflexible para evitar que otros miembros decidan tomar la ruta británica, en particular en temas como el de la integración de los mercados, las transferencias, los programas de movilidad y la garantía de residencia de millones de personas.

Es probable que Theresa May se vaya del gobierno, sin embargo, ello no garantiza que la negociación con la Unión Europea sea mejor con otro líder; por el contrario, sólo agravaría la incertidumbre. Sin embargo, ningún otro político concita entusiasmo. Sin consenso interno para negociar un acuerdo satisfactorio, ¿tendrá Bruselas la mano cantante en el juego? Todo parece indicar que es cosa de tiempo para que así sea. Vaya paradoja para una solución soberana, como se planteaba el divorcio antes del referéndum.

Twitter: @lourdesaranda

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