La Aldea

Segundo tercio

En los siguientes días el electorado verá nuevos ataques de cada uno de los candidatos; pero también habrá especulaciones de alianzas, declinaciones y pactos.

Las campañas electorales a la presidencia de la República arrancaron, en calendario y estrategia, el segundo tercio de la contienda. A partir de hoy y en los siguientes días veremos aparecer nuevos spots mediáticos que concentrarán ataques y señalamientos entre los contendientes. El candidato Anaya y su coalición reforzarán sus agresiones contra AMLO, mientras que el PRI deberá definir finalmente si concentra su artillería contra el puntero, o la divide –y por tanto debilita– al arremeter contra Anaya y López Obrador.

En el caso de AMLO, romperá con este estilo defensivo que lo había caracterizado hasta ahora, sin personalizar, hablando en general de la multiconocida "mafia del poder", y pasará a la ofensiva con ataques claros y directos a sus opositores. Todo indica que especialmente contra Anaya, a quien ya le dedicó una catilinaria en días recientes.

Es absurda la discusión de la guerra sucia y los ataques negros: este no es un parque de diversiones, es la cruenta lucha por el poder, y lo que veremos de aquí en adelante será la batalla frontal. Andrés y su equipo se victimizan –una de sus especialidades– en ser el blanco de ataques y de señalamientos 'sucios'. ¿Qué esperaba? Es el puntero según todas las encuestas, evidentemente pretenderán arrancarle su liderazgo y disminuirlo lo más posible. Es la dinámica natural de las campañas, aquí y en todo el mundo.

La confrontación por momentos intensa y también natural por el segundo puesto en las preferencias, ha desviado energía, recursos y desperdiciado el valioso tiempo de la campaña. Meade y Anaya se han atacado dos días y un tercero también, sin éxito significativo ni convencimiento pleno del electorado.

Meade sigue arrastrando una campaña anodina, sin foco, sin target preciso y, mucho me temo, que sin propuesta tampoco. ¿Usted recuerda alguna del candidato tricolor?

Como tampoco recordamos ninguna de Anaya, quien por cierto es el que menos propuestas ha presentado: ambos se han concentrado en responder a los temas que sí ha fijado Andrés Manuel: la amnistía, el aeropuerto, las reformas y otras varias. Parecen más campañas reactivas que constructoras de su propia visión de país.

Uno de los temas obligados de este segundo tramo es la especulación acerca de alianzas, declinaciones y pactos en la cúpula. Andrés explotará al máximo este recurso, al señalar a sus dos principales contendientes como integrantes de un mismo grupo político: PAN y PRI negociando en la sombra para proyectar a un solo contendiente contra Andrés. No existe sustento alguno para esa acusación, de hecho, más bien un terreno minado rebosante en acusaciones y denuestos que Anaya se encargó de dinamitar durante los últimos 18 meses. El propósito era claro en ese momento: consolidar su candidatura y posicionarse como el enemigo natural contra AMLO. Consiguió lo primero, lo segundo aún está en proceso, pero eliminó por completo la posibilidad de que el PRI y el PAN construyeran una candidatura de coalición. Por ende, ni Meade declinará ni Anaya se convertirá en el candidato del sistema o del aparato de gobierno en contra del gran opositor, Andrés Manuel.

Esta inútil y circular discusión del voto útil que muchos anayistas pretenden difundir no conduce a ningún puerto. Es impensable una coalición entre las dos principales fuerzas políticas para enfrentarse a Morena. No sucederá, ya no sucedió, desde que Anaya detectó la coyuntura de una candidatura fuerte de oposición que desplazara a López Obrador al extremo y convertirse en el aspirante idóneo. Tampoco lo logró.

Andrés por su parte pasará a la ofensiva, señalando los espacios de crítica a cada candidato: a Meade, su gestión como parte de un gobierno que hoy recibe el rechazo de cerca de 75 por ciento del electorado; a Anaya, la aún pendiente aclaración de su súbita fortuna y la transacción con una empresa fantasma.

La estrategia del PRI-gobierno de 'inhabilitar' a Anaya por lavado de dinero parece hoy fallida y, sobre todo, tardía. Porque si bien hay sustento por la ruta del dinero en Gibraltar y otros paraísos fiscales, la reacción del electorado podría mudar los ánimos –ya de por sí de fuerte rechazo al PRI– hacia un renovado respaldo a AMLO. Se tardaron en investigar, comprobar y demostrar si en efecto hubo o no ilícitos en las propiedades de Ricardo Anaya.

De última hora el relevo en la dirigencia del PRI nacional demuestra la debilidad y la fragmentación entre equipos, militantes y casa de campaña. El viejo PRI se impone ante la inminente necesidad de mover la maquinaria total, y hacen a un lado a un joven cuyo vínculo y conexión con los priistas nunca se consumó.

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